Consuelo Hernández
No soy un ente automático
La rutina asesina
quiere reducirme a un ente automático
un pobre ser “racional”.
Yo paseo libre mi intuición
en mi lucha de tantos días
de tantas noches
mi vida a contracorriente
se desgarra entre yin y yan
entre renovarse o morir
soy tacto
no me importa converger
no soy pensamiento abstracto y analítico
no soy lineal, secuencial, ni objetiva
me importa la comunión, no los debates
no produzco pensamientos erectos, verticales
ni realistas, fríos y dominantes
no soy ingeniera
sueño
soy divergente,
imaginativa
metafísica
espiral y subjetiva
me importa el todo no las partes
produzco flexibilidad
complejidad visual
diversidad
soy línea curva
sin vértices punzantes
mística
inventora
no hago el poema con ideas
ordeno mi casa con corazón
manos
boca
no hago nada
incubo.
La inmigrante
Mujer que caminas noche y día
con tu llave inmemorial
das nacimiento a la palabra veraz
atraviesas el río
y nadie te reconoce
te mojas, sudas, pierdes tus zapatos.
Otra jornada abrumada de cansancio
no puedes verbalizar tus injurias
pero eres sabia aunque te encuentren infraganti.
Te interrogan
¿Quién eres? ¿De dónde vienes?
¿Qué buscas en esta tierra que ya tiene dueños
y fronteras y murallas y hermanos que saben de la muerte lenta?
Al espacio de tu linaje vuelves
como sombra que releo
en tu luminosa faz el fuego no termina
escapas, caes, te levantas, te sacudes,
hablas en tu lengua de tortilla
muerdes tus palabras de café
y no te dejas derrotar por la nostalgia…
Tu canto se ahoga
se alejan las salidas
eres inmigrante
tu identidad se ha reducido para siempre.
No entiendes de visas
ni de planetas fragmentados
aprendes a decir “good morning”
pero a nadie le interesa “how you are”
ni que estés habitada por un hijo sepultado en el desierto
por el sueño de un empleo
de un refugio para dormir en paz.
Yo también soy la ruptura de la costura
aquí adentro no se disipa la niebla…
y me sucede que miro en tu espejo
y me veo.
Consuelo Hernández es colombiana y vive en la ciudad de Washington donde se desempeña como profesora de literatura latinoamericana en American University. Entre sus poemarios cabe destacar: Voces de la soledad (1982), Solo de violín. Poemario para músicos y pintores (1997) y Manual de peregrina (2002). Es también autora del estudio crítico Álvaro Mutis: una estética del deterioro (1996).