Dos poemas

Nayar Rivera
 

 

 

Salí más tarde al mundo,

más dispuesto al intento de tratar de entender por qué

vivimos en brechas, queriendo decir cosas sobre todos

para decir nosotros para decir algo como intersticio

en vez de ventana, y ventana en vez de sueño, y sueño

en vez del espacio poblado del que salgo en la mañana

al espacio vacío y casi regular: azul, blanco, sucio, rojo parduzco,

lleno de trofeos de caza menor que concitan palabras

hartas las unas de las otras, del contacto estrecho

al que las obliga la forma de las mesas, de las sillas, de las repisas.

 

 

Éramos tantos, una marea, células frescas de parranda

acostumbrados a la muchedumbre de vidas

acumuladas debajo de las nuestras

pagando por las mías y las de ella,

por sus pecados y sus reencarnaciones

por las balas prohibidas, por la ropa, por los viajes.

Rosarios de cuentas de pétalos de rosas,

lunas en las playas del Pacífico y el Caribe: historias de ciudades,

de sexo prematuro, los golpes de la vida,

clases improvisadas de lenguas vivas, de joyería, de historia de Grecia.

Todo lleno de pan, embardunado, hijos, novios y hermanos de la náusea

y del amor, hablando por encima y por debajo de las palabras

con palabras prestadas, con altivez.

 

Axioma 5

 

 

En la tarde llega la alegría del hogar, la bienhechora, la maga.

Hay nieve en las calles y alegría por doquier.

Navidades, villancicos, hogazas calientes, panoramas, luces abiertas.

Se acerca el fin del invierno, es un día cualquiera, de clima extemporáneo.

Hola dicen las pesas de veinte y treinta libras apiladas afuera de la entrada del gimnasio,

la barba del estudiante que sirve en el café,

el crujido del tren que baja y sube por la isla: he vuelto a escribir, a vivir la vida de palabras.

Ya está aquí la fiesta de las orquídeas, ya se acerca la fiesta de los cerezos,

ha vuelto la moda de las fiestas y los cortejos, de las lecturas y los deseos que se cumplen.

Estoy contento por el fin de los tiempos,

arrullado por los autos blancos y los charcos traidores, sometido a designios mayores.

El cansancio es más dulce que la pereza, oxitocina, adenosina, guanina.

Me refugio brincando en las banquetas, expulsado de casa,

atento a los ritmos, a la corteza de la vida.

 
 

 
 

Nayar Rivera es un autor mexicano. Ha publicado los libros de ensayo En la casa de la Sal (2002) y El deshielo (2012) y el volumen de poesía Reglas de urbanidad (2008). Es colaborador en la primera historia cultural gay mexicana México se escribe con J (2010). También participó en la primera traducción al español de la novela rusa Alas de Mijaíl Kuzmín (2013). Actualmente estudia la maestría en Literatura Comparada en el Graduate Center, CUNY.