Nuria Amat desde Emily Dickinson

¿Una poeta desde otra? El título trae una pregunta y sugiere la respuesta: la lectura de los poemas de Emily Dickinson, por parte de la escritora barcelonesa, le ha provocado una identificación tan profunda, que se siente arraigada no solo en la obra de la autora norteamericana sino en su mismísima persona. Ubicada así en este sitio-ser desde hace años, Amat va elaborando un proyecto que comprende, por ejemplo, El país del alma (1991) —la novela se abre con un epígrafe de Dickinson— y Amor infiel: Emily Dickinson por Nuria Amat (2004), una antología de poemas y fragmentos en prosa que Amat no considera traducciones convencionales sino “versiones libres”. Es importantísima la distinción: el afecto que ata a Nuria Amat a Dickinson no la lleva a intentar reproducir sus textos en castellano, sino que le inspira a colaborar con ella. De este modo participa en el feroz impulso de escribir que se manifiesta, de manera sobrecogedora, en la obra de la otra poeta. Así, a nosotros, los lectores de estas versiones, aunque nos puedan interesar las semejanzas o las diferencias entre los poemas de las dos autoras, lo que de veras nos llama la atención es el desenfrenado sentido de creatividad y voz individual que impregnan los versos de Amat, a la vez que los vincula con Dickinson en una inequívoca y entrañable relación.

 

Carol Maier

 

 

J-577

 

Si muerto fueras mío,

me sentiré colmada,

si cuando tu aliento se despida

y te entierren en la fosa,

consigo hacerte mío,

grande será mi dicha,

de tu sellada tumba

yo tendré la llave.

 

Piénsalo, mi amor: Tú y yo

libres, al fin, de vernos cara a cara.

Después de esta vida,

la esperada muerte,

diremos,

y que morir era esto:

Tú, conmigo.

 

Todo te contaré. El vacío,

primero, de tu ausencia,

cómo la noche me venció de golpe,

colapsando el mundo sus relojes,

y la premura del sol dispuesto a atacarme con sus dientes.

¡El frío era tan espeso!

Luego, mi dolor pareció dormirse,

sorda y muda se vistió mi alma,

mientras de lejos avisaba con la mano

que advirtieras mi presencia.

 

La continuidad de los parques

 

J-1632

 

Así que, mátame, si quieres,

devuélveme a la muerte,

una muerte que no temo

salvo porque me privó de ti

Y, ahora, apartada de la vida,

respiro en la tumba que merezco

calculo sus medidas,

porque su tamaño,

es todo lo que el infierno me convida,

todo lo que el gran cielo representa.

 

 

J-379

 

Reincidimos en la apuesta

de un placer siempre inalcanzable,

la felicidad como delito,

inevitable, agudo.

 

No enterramos el puñal

porque amamos la herida

que el puñal celebra

al recordarnos que morimos.

 

 

J-487

 

Amas a un hombre que no puedes ver,

le escribes cada noche,

al despertar: un pliego

y, después, así que avanza el día,

una larga carta

de cuánto lo necesitas tú

y qué gran felicidad sería poder verle,

cuando su casa vive a un paso de la tuya,

y la mía, en el cielo.

¿Te das cuenta?

 

 

J-34

 

Podrán coronas servir para las reinas,

y destinar laurel a los honores

de contadas mentes prodigiosas.

Pero, pensando en mí

y, sobre todo, pensando en ti,

el universo sabio,

el universo dadivoso,

el universo justo,

inventó la rosa.

 

 

Entre la extensa obra de Nuria Amat se cuentan las novelas: Todos somos Kafka (1993), Reina de América (2001), Deja que la vida llueva sobre mí (2008) y Amor y guerra (2011). Sus poemarios incluyen, además de Amor infiel, Poemas impuros (2008). Su ensayo más reciente es Escribir y callar (2010). En 1997 estrenó su obra teatral Pat’s Room en la sala Beckett de Barcelona.