Doble de espada. En una playa de Margarita y otros poemas

Alejandro Oliveros

 

Doble de espalda. En una playa de Margarita

 

A pocos metros delante de mí,

la figura de un hombre que camina,

alejándose por una playa de Margarita.

Con su luz vertical, el sol detenido

en el centro justo del mediodía.

Un cielo absoluto de pelícanos

suspendidos sobre la mar espejeante.

Los únicos caminando somos esa figura y yo,

una espalda cada vez más cercana,

casi como la mía: hundida en el medio,

ancha, blanca, llena de lunares.

Ahora distingo al hombre claramente,

sus largas piernas, los brazos colgando,

la cabeza llena de canas, grande y redonda.

Aterrado, me detengo. Recuerdo

una vieja línea: “Aquel que ve su doble

de frente debe morir”. Y me regreso.

 

 

Diálogo interrumpido

 

Ya nadie recuerda cómo

hablar al cuerpo. Antaño,

sin embargo, el hombre

hablaba a sus manos;

explicaba a sus dedos

las formas y alcances

de sus sueños, y los dedos

respondían con frases amables

y comprensivas. Con las piernas,

hablaba de encuentros furtivos,

y las respuestas eran breves

y precisas: no son las piernas

los miembros más locuaces.

Así, el diálogo se mantenía,

y el cuerpo estaba seguro

de que su soledad era

la misma de su inquilino;

al final, se hablaba al corazón,

siempre de noche y en susurros.

En mi adolescencia yo solo

hablaba con mi cuerpo;

ahora, ya no recuerdo

en qué idioma hablarle.

 
Anita Pantin (8)
 

Spinoza

 

Si, como intuía Spinoza en su lejana

soledad de Leiden, el cuerpo es parte

de la naturaleza, no necesito entonces

de extensos bosques o claras playas.

 

Al igual que los mares y sus aves, los ríos,

montañas y collados, están todos,

contenidos en la amplia

geografía de tus miembros.

 

Las vegas del Cabriales de mi infancia,

sus mijaos y bucares, jabillos

y apamates, salen a mi encuentro

cuando camino hacia tu cuerpo.

 

Imitación de Teogno

 

He vivido en Esparta, Mecenas y Sicilia,

en todas partes fui bien acogido,

disfruté la libertad sin ser molestado.

La aurora entró por la ventana

y se sentó temprano en mi mesa.

Pero la vida es dura en el exilio.

Solo respiro con tranquilidad cuando

me encuentro en las fronteras de sus brazos,

de allí son mis lagos y montañas,

mis parques y avenidas, las riveras

que conozco y los mares procelosos.

Mi país es la blanca geografía de su cuerpo.

 

 

Frente al vino

 

El viento llega del este con una sonrisa;

los bucares son viejos amigos

y nos dejan sus flores cuando pasamos.

El pico de plata canta en las altas ramas

mientras la luna se refleja en nuestra copa.

ayer éramos todavía jóvenes

con largas y oscuras cabelleras;

La nieve cubre ahora nuestras cabezas

como las montañas de Los Andes. Nadie

recuerda el perfume de las damas de antaño

y el castillo del rey Tchao quedó en el olvido.

Nunca digas no a una copa de vino.

Li Po

 

 

Alejandro Oliveros. Poeta, ensayista y traductor venezolano. Es autor, entre otros de los poemarios Magna Grecia (1999), Territorios (2004), Poesía (2006) y Poemas del cuerpo (2016). Sus libros de ensayos incluyen Imágenes de Siena y de Florencia (1991), La mirada del desengaño. John Donne y la poesía del Barroco (1992) y Tristes cuidados. Diario literario (2006).