Gregor Mac Gregor. Rey de los mosquitos…

Lupe Gehrenbeck

 

A Felipe Mac Felipe, fundador de reinos mucho más felices que Poyais,

 

 

donde sucedo y crezco, en amor por él

Esta es una historia verdadera. Cualquier semejanza con otro tiempo no es casualidad… es primavera en Paris y 1826… no es Miranda, ni la Carraca pero se parecen… el aspecto deshecho, la mirada cansada, mirada de vidrio, tiene días sin darse un baño… pero es el momento de la visita, los trapos sucios se lavan en la casa.
 

 

ESCENA 1
 
Cárcel de La Force, Francia, 1826, a la hora de la visita.

Josefa: (lamentándose) Coño Gregorio… Después de llegar tan lejos…

Gregor: Tan lejos como llegan los mares, los mapas, los reinos…

Josefa: … demasiado lejos.

Gregor: No conozco las fronteras, la imaginación no tiene límites, Josefa Antonia… porque simplemente, deja de ser.

Josefa: De 240 que embarcaron, solo regresaron 50.

Gregor: (volteándose con violencia, la mira) La libertad tiene un precio, los sueños también tienen un precio… esos muertos no son míos. Yo no tengo deudas, Josefa Antonia.

Josefa: La bolsa de Londres no dice lo mismo.

Gregor: Porque viven de la estafa, ellos, no pueden entender otros dineros, otros valores, otros destinos.

Josefa: ¿En qué te equivocaste, Gregor?
 

 
ESCENA 2
 
Casa de Josefa Antonia Lovera, París, entrevista.

Josefa: (iniciada) ¿Por qué no se lo pregunta a él?

Marie: Quiero conocer su punto de vista, como americana, estoy segura que comprende las cosas de otro modo.

Josefa: Que hayamos nacido en lugares distintos no nos hace ni más ni menos similares… Eso no es garantía de nada.

Marie: Yo sé que usted viene de una familia honorable.

Josefa: El honor… aunque se lleve en la sangre, tampoco es garantía de nada.

Marie: Pero no es cualquier cosa ser la prima del Libertador Simón Bolívar.

Josefa: ¿Piedra, papel o tijera?… Piedra hoy, mañana papel, luego tijera…

Marie: No la comprendo…

Josefa: ¿Usted se imagina lo que significa ser prima del Libertador? ¿Casada con un prócer, del Libertador, también? ¿Vivir contenida entre fechas gloriosas y batallas, gestas ilustres y derrotas, sueños y justicias, virtud y descrédito?

Marie: Pero todos vivimos sujetos a los cambios históricos, de alguna manera…

Josefa: Tiene razón: hay días más afortunados que otros, es todo. Y tal vez este no sea el mejor de mis días. De manera que… ¿dónde está el grano? (mirándola finalmente) ¿de qué se trata su interés?

Marie: Quiero probar que el encarcelamiento de su esposo es una injusticia.

Josefa: (acercándose, sentándose a su lado) ¿Y a qué se debe tanto esmero, si no es mucha indiscreción preguntar?

Marie: Conozco a su marido.

Josefa: (suspicaz, la interrumpe) Entiendo.

Marie: Un hombre que ha fabricado tanta historia no puede terminar en la cárcel.

Josefa: Usted lo ha dicho.

Marie: La única salida es ganarse la opinión pública.

Josefa: Debe saber entonces que Sir Mac Gregor está escribiendo una proclama a los estados centroamericanos, en francés… para que todos los franceses puedan leerla.

Marie: Yo misma he hecho los contactos para que sea publicada también en Londres.

Josefa: Pero en Londres el clima es otro… son muchos los que no darían crédito a la verdad de mi querido esposo… ya dieron todo lo que tenían.

Marie: El juicio comienza el 6 de abril, 1826, en dos semanas. Usted está convocada a declarar…

Josefa: Logré que lo trasladaran a la prisión de Bicêtre. En la prisión de La Force las condiciones son infrahumanas.

Marie: Su palabra como esposa, madre de sus hijos, nacida en América, de estirpe patriota…

Josefa: … mis hijos, hijos míos son, de los de Mac Gregor, solo él podrá dar razón.

Marie: Usted ha compartido más que el lecho, más que los hijos: todas sus batallas, sus derrotas y victorias, usted conoce las tierras lejanas que ahora pretenden borrar del mapa… su declaración es de vital importancia.

Josefa: Soy su esposa, sí, madre de sus hijos, sí, prima del Libertador, sí… pero no soy dueña de la verdad.

Marie: ¿Es que usted también lo acusa?

Josefa: No he dicho semejante cosa.

Marie: Entonces ¿va a rendir declaración?

Josefa: Mis sábanas están heladas… pero sé dónde está Gregorio.

Marie: No la entiendo.

Josefa: Tratemos de entendernos entonces. ¿A dónde quiere llegar?

Marie: A Poyais.

Josefa: Entiendo que estaba previsto que un barco saliera de Le Havre en unos días… aunque ahora con todo este mal entendido…

Marie: Dicen que Poyais no existe.

Josefa: Poyais sí existe. En lo que después fue Nicaragua, en las Costas Mosquito… bañadas por el Mar Caribe… Poyais existe.

Marie: ¿Usted lo conoce?

Josefa: ¿Qué más le contó Sir Mac Gregor?

Marie: Pero si usted lo conoce, por qué no declara y da fe, ¿por qué no quiere declarar?

Josefa: Le contó que cuando me conoció yo no hablaba ni una palabra de inglés pero que no hizo falta… porque nos entendimos inmediatamente, profundamente… de esas cosas que solo le pasan a los afortunados, una vez en la vida, para toda la vida… ¿Le contó que él fue quien me enseñó a hablar inglés, me enseñó el mundo y sus fronteras, vinos y manjares, sedas y perfumes de tierras lejanas?… ¿le contó lo fértil que es la tierra en Poyais?

Marie: (algo conmovida) Si…

Josefa: ¿Qué más le contó?

Marie: Que Poyais era originalmente un principado, pero que ahora es una república.

Josefa: Pero él sigue siendo Cacique, ¿usted entiende, no?

Marie: Cacique, sí… Cacique… republicano.

Josefa: Cacique republicano de una república de Poyais con Ayuntamiento, bancos, comercios, carruajes y mujeres con sombrilla, ¿Le contó que en Poyais hay una ópera magnífica? Supongo que habrá visto los grabados donde se pueden ver todas las embarcaciones que llegan diariamente a la Bahía de San José, cargadas de viento y lo mejor de Europa… en Poyais no falta nada.

Marie: Aparentemente Sir Mac Gregor ha incurrido en ciertas exageraciones, si eso es lo que me está tratando de decir, pero de allí a llegar a decir que Poyais no existe y acusarlo de estafa…

Josefa: Debo decirle que San José existe desde 1730, cuando la fundaron unos primeros colonos ingleses que llegaron allí. Antes de que Gregor fundara Poyais… imagen del paraíso irresistible…

Marie: No sé si Poyais llega a ser verdaderamente un paraíso, pero prefiero apostar por un mundo mejor que defender los intereses de la bolsa de Londres.

Josefa: (se ríe con ganas) Y ese mundo mejor, sin duda queda en Poyais…

Marie: Ese mundo queda en nosotros, señora Mac Gregor. En cada uno de nosotros, vive la posibilidad de imaginarse el cielo azul cuando llueve, porque si en el mundo que llevamos dentro no existen los pobres, sabremos luchar contra la pobreza.

Josefa: ¿Y si lo que llevamos dentro no tiene nada qué ver con lo que está afuera? ¿No nos pueden bien acusar de estafa y engaño? ¿No podríamos morir en prisión?

Marie: ¿Pero es que acaso es verdad que Poyais es un pantano inhóspito? ¿Más que inhóspito, lugar imposible, de ruinas tapiadas por una jungla impenetrable, reino de mosquitos, culebras venenosas y todo tipo de enfermedades tropicales?

Josefa: Es verdad que Poyais era el antiguo reino de los indios Mosquito.

Marie: ¿Quiere decir que los ingleses que desembarcaron en el lugar indicado como Poyais, y que fueron atacados por indios armados de flechas envenenadas, están diciendo la verdad?

Josefa: Están diciendo una verdad inglesa.

Marie: ¿Y cuál es la verdad americana? ¡Esa es la que yo quiero conocer!

Josefa: Mac Gregor es escocés, nunca inglés, no lo olvide. De manera que ve las cosas de otra forma. Y estoy segura de que usted, como francesa, también tiene otra mirada.

Marie: Pero la verdad es una sola.

Josefa: Se equivoca. Si así fuera solo existiría Europa. ¿No se da cuenta de que después que América la inventaron los europeos… ella se inventa sola?

Marie: América no es invento, es un continente, tierra, ríos, montañas, mares y gente.

Josefa: ¿Y de qué te vale ser gente en América, si nadie más lo sabe? ¿De qué te vale ser montaña sin río ni planicie que te celebre?… Por eso era necesario, indispensable, que todos supieran que el paraíso queda en Poyais.

Marie: Entonces, si usted lo cree, ¿por qué no quiere dar declaración?

(Pausa)

Josefa: Porque tengo mucho que perder.
 

 
ESCENA 3
 
Cárcel de Bicêtre, Francia, visita.

Gregor: Cada quien es libre de creerle a quien quiera, ¿no te parece?

Josefa: Parece que ya localizaron a Míster Lehuby en Bélgica. Eso podría cambiar las cosas.

Gregor: ¿En qué podría cambiar eso las cosas?

Josefa: Porque ya no lo podrán declarar a él único culpable en ausencia, mientras te exoneran de culpas a ti y a tu socio Hippisley, al secretario Irving… siempre y cuando se fueran de Francia. Era el acuerdo. Ahora que Bélgica ofrece deportar a Lehuby, los jueces han cambiado de opinión. Claro… Lehuby podría defenderse, podría decir cosas, declarar…

Gregor: La que podría declarar eres tú, Josefa Antonia, ¿por qué te niegas?

Josefa: Porque no tengo nada nuevo que decir. Solo puedo decir lo que tú dices tanto mejor. ¿Qué necesidad? Sería mayor angustia para los niños, ver a su madre involucrada en un juicio… A mí quien me preocupa es este nuevo abogado Merilhou, que insiste en depositar todas las culpas sobre ti.

Gregor: No hay de qué preocuparse. Lehuby no tiene nada que decir en nuestra contra. Como gerente de la Nouvelle-Neustrie, él estaba a cargo de la venta de todos los terrenos y concesiones de Poyais, en Francia.

(Se miran, Josefa no aguanta la mirada de su marido, se escabulle. Sucede una pausa)

Josefa: ¿Necesitas algo más?

Gregor: Estoy bien, mi querida Josefa Antonia, muy bien, gracias a tu diligencia, tantas gracias esposa mía… aunque tal vez un buen Armagnac…

Josefa: (levantándose) Quién es Marie Rosette.

Gregor: No sé.

Josefa: Pero ella sí parece saber y mucho.

Gregor: Ah… entonces debe ser una periodista del Journal des débats que ha estado viniendo a entrevistarme. No recuerdo exactamente su nombre…

Josefa: Pero recuerdas el color de su cabello, supongo…

Gregor: ¿Es rubia?

Josefa: ¿El color de sus ojos?

Gregor: Sus ojos, no sé, claros, supongo, qué sé yo, ¿qué importancia tiene, Josefa Antonia?

Josefa: ¿Qué importancia le das?

Gregor: Josefa Antonia, ¡por favor! No me vas a hacer una escena de celos cuando estoy encerrado en una jaula, mal podría estar yo…

Josefa: Pero ¿qué es una jaula? Unos barrotes, nada más, una circunstancia, real y pasajera. Te conozco, Gregorio. Sé que no tienes límites. Tu límite no es ni lo que sucede ni lo que existe en la realidad misma. Tú puedes llegar mucho más allá… Inca, Príncipe, Cacique, Prócer, marido mío… por eso me preocupo.

Gregor: Estás contenta de tenerme preso… ¿es eso?

Josefa: Estoy contenta de tenerte, es todo.

Gregor: (comprendiendo) Por eso no quieres declarar.

Josefa: Hiciste bien en entregarle a Marie Rosette todas las pruebas, sé que tiene en su poder todos los grabados, los bonos…

Gregor: ¿Cómo puedes ser tan egoísta, Josefa Antonia?

Josefa: Porque te amo.

Gregor: (enfurecido) Eso no es amor. Ni siquiera amor propio.

Josefa: ¿Y el amor ajeno? ¿Quién lo tiene? ¿Quién lo usurpa? ¿Marie Rosette?

Gregor: Eres miedosa… cobarde… pequeña…

Josefa: ¿Y qué es Marie Rosette? Dímelo.

Gregor: Mi pequeña Josefa Antonia…

(Gregor la abraza por detrás)

Gregor: Amor… No subestimes el poder de la prensa. Si la prensa me apoya, estoy salvado. Le Figaro es el periódico más leído en Francia en este momento…

Josefa: Entiendo… se podrá saber que Poyais aparece en los mapas…

Gregor: … consta en el océano… existe, yo no lo inventé.

Josefa: Existe, sí… en el trópico posible.

Gregor: Además, Marie es una mujer comprometida con la libertad, con las ideas revolucionarias, ¡con la emancipación de América!

Josefa: Entiendo… se podrá saber que los americanos somos y tenemos derechos.

Gregor: Ella está de nuestro lado, puede ayudarnos.

Josefa: (zafándose bruscamente) Ella está de tu lado, querrás decir. Pero, ¿desde cuándo? ¿Cuándo zarpaban?

Gregor: Estás enferma Antonia.

Josefa: Y tú estás preso, Gregor, que es mucho peor.

 

 
ESCENA 4
 
Casa de Marie Rosette, cuando comienza a escribir la historia.

Marie: (escribe) Sir Gregor Mac Gregor, nieto de Gregor McGregor, conocido como Gregor the Beautiful… nace el 24 de diciembre de 1786… como si los hombres que nacen un 24 de diciembre estuvieran destinados a hacer historia… no importa qué historia… Descendiente de guerreros, le fue natural ingresar en la armada británica, batallar en las luchas peninsulares de España… De vuelta en Edimburgo, estudia en la universidad. Allí entra en contacto con las ideas revolucionarias y la gesta patriótica de los caraqueños… pero Mac Gregor es un hombre de acción (enamorada)… En 1811, parte a Venezuela y se incorpora en el ejército con el grado de Coronel. En 1812, Miranda le otorga el grado de General de Brigada de Caballería y se casa con Josefa Antonia Lovera, bella criolla, prima del Libertador… (con algo de celo o resentimiento)… qué otro honor, qué más gesto de confianza, de entrega, podían tener los venezolanos hacia el escocés… Se acaba de perder el primer juicio. Pero siempre existe una segunda oportunidad.
 

 
ESCENA 5
 
Cárcel. Después del amor.

Gregor: Tus poderes no tienen límite… ¡que hayas logrado que nos permitieran esta intimidad! Lo que tienes que lograr ahora es que me suelten, Josefa Antonia… hay un nuevo juicio donde podrías rendir declaraciones.

Josefa: Si tuviera el poder que dices, haría realidad la ópera de Poyais.

Gregor: ¡Pero qué falta de imaginación, Josefa Antonia! La ópera de Poyais es una realidad. Aunque no exista. ¿Qué importa que no exista? Existirá. Existirá porque ya está inventada, soñada…

Josefa: Explícaselo a todos los que se embarcaron desde Londres y no encontraron sino pantano en lugar de palmeras.

Gregor: Esas son gente sin imaginación.

Josefa: La imaginación tiene un límite… justo cuando toca el bolsillo.

Gregor: Depende de quién sea el bolsillo.

Josefa: Tú vendiste una riqueza que no existe, Gregorio.

Gregor: Josefa Antonia: sin sueño no hay vida posible, no hay avance sin crecimiento, sin sueño no hay historia, ni ciencia ni arte… Todas las revoluciones han empezado por un sueño, todas las conquistas.

Josefa: Eres responsable por lo que soñaste, entonces, y por haber convencido a los demás.

Gregor: Porque sin los demás no hay revolución ni conquista posible ¿no entiendes?

Josefa: ¿De qué revolución me estás hablando? Esos 32,400 km² a lo largo de la costa y tierra adentro, no hubieran sido tuyos para siempre sin el ron ni el whisky que le diste a beber a tu gran amigo Jorge Federico Augustus, pobre rey de las costas dominio de los indios Mosquito, que dejaste más pobres aún, tú convertido en Cacique del invento de Poyais.

Gregor: Tampoco tus vestidos ni lujos… las recepciones en el Guildhall, organizadas por el mismísimo alcalde Christopher Magney… ¡así te recibió Londres!… Entonces no pensabas en los indios Mosquitos… ni cuando organizábamos los fabulosos banquetes en el Oak Hall…

Josefa: (recordando) …no había embajador, militar de rango, ministro ni político que se resistiera…

Gregor: …y tú, mi Josefa Antonia, siempre fuiste la más bella, la mejor vestida, la más celebrada belleza autóctona… tú eras la encarnación del Poyais posible.

Josefa: No me lo tienes que contar. Yo estaba allí.

Gregor: Justamente. Arte y parte. Aunque ahora no lo quieras aceptar.

Josefa: Lo acepté.

Gregor: Lo disfrutaste.

Josefa: Sí, lo gocé, así como ahora acepto, la caída de Poyais. Y eres tú el que no lo quieres aceptar.

Gregor: Aún no se ha terminado el mundo, Josefa Antonia, el sueño sigue vigente, los mosquitos se acaban y las óperas se construyen.

Josefa: Está bien: la revolución triunfa, el sueño se convierte en realidad. Pero si, como es el caso, fracasa, el sueño pasa a ser estafa.

Gregor: ¿Es que ya no me quieres?

Josefa: Yo simplemente me pregunto…

Gregor: Claro, ahora tienes tiempo para hacerte preguntas… pero cuando vivías de baile en baile, de banquete en banquete…

Josefa: ¿El éxito escocés no es del mismo tamaño que el fracaso de los indios Mosquito? ¿Quién es el estafador, quién el estafado? ¿De quién es el sueño que vale? ¿Cuánto vale? ¿O es que Marie Rosette es la única que tiene derecho a hacer las preguntas?

Gregor: ¡Pregúntaselo al Thomas Jenkins Bank! Tal vez ellos te cuenten la historia que estás buscando oír. Yo no te la puedo contar.

Josefa: Ellos me podrían hablar de tantos préstamos e inversiones y bonos… Pero ¿y las ilusiones del zapatero del Londres lluvioso y triste que sueña con caderas danzantes?… ¿sus ahorros de toda la vida? No hay princesas a quien hacerles zapatillas en Poyais, Gregorio, y tú eso lo sabes desde un principio.

Gregor: Josefa Antonia: yo no he cometido crimen alguno. Simplemente les hice ver un mundo nuevo. Poyais existe, es el reino de lo posible. ¿Qué tiene de malo soñar con vivir entre palmeras y arriesgarlo todo por eso?

Josefa: Que las palmeras no existen sino en los grabados que mandaste a hacer… piedra, papel o tijera…

Gregor: ¡Uno, dos y tres!

Josefa: ¿Cuál será nuestra suerte ahora? ¿Qué será de nuestros hijos?

Gregor: ¿Por qué dudar ahora? ¿Es que ya no me quieres, Antonia? ¿Es eso?

Josefa: No te quiero perder.

(sale Gregor)

Josefa: (leyendo el periódico) El 10 de septiembre de 1822, el Honduras Packet partió del puerto de Londres; y el 22 de enero de 1823, el Kinnersley Castle, también desplegó sus velas para ir de Leith a Poyais… 240 ilusionados inmigrantes, entre ellos el señor Gauger, quien sería el flamante gerente del principal banco de Poyais, cambiaron todas sus libras en dólares de Poyais, impresos por el mismo Gregor, ya multimillonario… Cuando los barcos llegaron al lugar indicado, muchos insistieron en seguir navegando: pensaban que habían sido llevados al lugar equivocado, ¡aquello no se parecía en nada a Poyais! El Honduras Packet fue abatido por una tormenta, tratando de volver. Algunos lograron llegar a Belice, entre ellos, el teniente coronel Héctor Hall, futuro y comprometido gobernador de Poyais… buscaban otro barco que los llevara de vuelta a Europa. Otros se quedaron y trataron de instalarse, peleándose entre ellos, contagiados por todo tipo de infecciones tropicales… alguno prefirió suicidarse. En Abril, el Mexican Eagle, barco oficial de la Honduras Británica, se topó accidentalmente con los rezagados de Poyais… Su capitán Bennet, escuchó la historia: “Poyais no existe”, aseguraba, y los llevó consigo a Honduras. Un par de días después apareció el coronel Hall con el mismísimo rey Jorge Federico, quien aseguró haber revocado la garantía de tierra que dio a Mac Gregor, porque había asumido la soberanía sin derecho. El Mexican Eagle se llevó 60 pasajeros de regreso a Inglaterra… los otros fueron evacuados después. Muchos murieron en la travesía o en hospitales de la Hondura Británica, antes de zarpar… 5 barcos más, habían partido de Londres con Poyais en el destino. Pero Edgard Codd, superintendente de Belize, envió una advertencia que los hizo regresar… de los 240 ilusionados inmigrantes, menos de 50 lograron regresar a Londres… Muchos periódicos publicaron la historia. De cómo es que Mac Gregor pensaba salirse con la suya, toda vez que los inmigrantes conocieran la realidad de aquellas costas, es algo de lo que no puedo dar fe… Tal vez pensaba escapar, una vez más… tal vez no nos dio tiempo… Yo creo que había terminado por convencerse de las verdades y virtudes de su reino.
 

 
ESCENA 6
 
Casa de Marie Rosette, escribe, trata de entender.

Marie: (escribe) Mac Gregor lucha en Nueva Granada y luego en el oriente de Venezuela, al lado del general Piar, hasta el año de 1916, cuando el Libertador Simón Bolívar lo asciende a General de División y le otorga la Orden de los Libertadores… libertador sin fronteras… liberó a tantos escoceses de sus vidas frías y sin sentido… a mí me liberó también… yo que creía que el mundo quedaba en París… El 29 de Junio de 1817, Mac Gregor toma la isla de Amelia, proclama su libertad y comienza a organizar la República de Las Floridas… ¿por qué dirá Josefa Antonia que allí la libertad se convirtió en libertinaje?… ¿cuántas mujeres habrá tenido Mac Gregor?… Mac Gregor, regresa a Londres, ¿por qué no se quedó en Edimburgo, con su bella y leal esposa hispanoamericana? ¿Qué es lo que constituye el espíritu de este hombre que lo hace organizar otra expedición, otra conquista?… En 1819 desembarca en Panamá haciendo huir a los españoles. Pero esa victoria duró poco: el contraataque español fue feroz, sobrevivieron solo 20, entre ellos, Mac Gregor… bendito seas, Mac Gregor… En 1920, lo nombran Diputado del Congreso Constituyente de Cúcuta, pero Mac Gregor no se incorpora… De nuevo: ¿por qué no se incorpora a cargo de tan alto rango y reconocimiento?… Mac Gregor, hombre de acción, prefiere irse a Nicaragua, beber y negociar un gran lote de terreno con el rey Federico de los indios Mosquitos… quería llamarse Su Alteza Real Príncipe Gregor I, Cacique de Poyais… ¿y las ideas revolucionarias? ¿Y la libertad de los pueblos?
 

 
ESCENA 7
 
Jardín de Luxemburgo, primavera en París.

Marie: (excitada, le muestra un papel) Le han concedido una nueva audiencia. Han aparecido testimonios a su favor. El nuevo juicio comienza el 10 de julio.

Josefa: Es claro que Sir Mac Gregor no tiene la culpa. La situación estaba dada.

Marie: (presta a empezar a tomar notas) ¿A qué se refiere?

Josefa: Bueno, a que si Colombia, Chile y Perú podían vender bonos del London Royal Exchange, ¿por qué Poyais no podía? ¿Dónde está el delito? ¿O es que Francia cuando comenzó su historia no era también un pantano?

Marie: Quieren apelar.

Josefa: Además, Sir Mac Gregor no inventó la codicia que sentían los británicos por esas tierras, ahora libres del yugo español, tierra fértil, mercado nuevo, donde poder invertir y construir sueños. Mi esposo solo se los hizo posible.

Marie: Tendrá ocasión de declarar esta vez, señora Mac Gregor. Son muchas las oportunidades de que salga libre.

Josefa: Pensé que eso había quedado claro.

Marie: Pero es que no entiendo qué la mueve a negarse. Usted tiene todo para salvarlo, conoce la verdad, es la palabra de su honorable esposa.

Josefa: Entiendo que usted vaya. Entienda usted, que yo vengo de regreso.

Marie: Él está contando con su declaración.

Josefa: ¡Mac Gregor se sabe defender solo, por Dios, no me necesita!

Marie: Todo lo que contribuya a…

Josefa: (la interrumpe) …Y a usted tampoco. Por eso me permito hacerle una recomendación.

Marie: Usted dirá.

Josefa: Usted está tan necesitada de paisaje… Pero el paraíso no queda necesariamente en América. ¿No le interesa Indochina? Por allá también hay unos principados de fábula, con reyes y reinas y sombrillas de millón de elefantes… y se habla francés.

Marie: Pareciera estar segura de que Sir Mac Gregor tampoco podrá salir librado de este juicio.

Josefa: Simplemente le sugiero que se busque otro europeo que le invente la vida, porque Gregor se ha quedado quieto al fin y no tiene muchas posibilidades de viaje, por ahora.

Marie: ¿Pareciera estar contenta de que su marido esté en prisión?

Josefa: Eso pertenece estrictamente a mi ámbito personal. Ámbito que no estoy interesada en compartir ni con usted ni con nadie.

Marie: El problema es que la vida personal de ustedes se ha construido en base a la ilusión de muchos. Yo simplemente estoy tratando de ayudar porque sé que las verdades cambian según los intereses del poder de turno y no me parece justo que…

Josefa: (interrumpiéndola) ¿Y cómo puede estar tan segura de que lo que cree es verdad? ¿No será porque lo desea más bien?… porque lo imagina… ¿no será porque usted nació en Europa y cree que lo sabe todo, tal vez?… ¿cómo puede vivir tan segura de que está en lo cierto?

Marie: Porque hay montones de documentos que así lo prueban.

Josefa: Usted es una mujer bien documentada, sí. Pero en la vida los documentos son una cosa y la realidad es otra. Sobre todo en la vida que se vive en el sur.

Marie: ¿Está usted queriendo decir que estos documentos no valen, que no se ajustan a la realidad?

Josefa: Estoy queriendo decir que en Europa la palabra tiene más valor que la realidad. Y les cuesta mucho entender que en otros lugares las cosas no se viven de la misma manera.

Marie: ¿Es que usted me está queriendo decir que los que acusan a Sir Mac Gregor, tienen la razón?

Josefa: Le estoy queriendo decir que no hay una sola razón.

Marie: Pero ¿cómo podemos vivir sin norte?

Josefa: Cuando se nace en el sur… hace calor… todos los días de la vida, hace calor… cepillamos el hielo y le echamos melao, y podemos reír y llorar sin tanto motivo.

Marie: Pero Mac Gregor nació en Edimburgo… al norte.

Josefa: Norte escocés, celta. Desembarcó en Venezuela en falda y con música de gaitas… tal fue el escándalo que salió en Gaceta.

Marie: Él tiene un espíritu muy festivo.

Josefa: (con desprecio) Y una gran capacidad de adaptación. Es una de sus virtudes. Fíjese que al llegar a París no dudó en convertir el Principado de Poyais en república. Cambió incluso su constitución.

Marie: (constatando) Así como cuando llegó a Venezuela, se convirtió rápidamente en patriota…

Josefa: “Josefa Antonia, te quiero presentar a este patriota, que aunque venga de otras tierras, está por aquí para hacer historia… historia patria”… Así me lo presentó Miranda y Gregor, a partir de ese mismo instante, ciertamente empezó a hacer historia… mi historia.

Marie: (con cierta timidez) ¿Se enamoraron ese mismo día?

Josefa: (recordando) Yo llevaba mi vestido azul cobalto puesto… tal vez eso facilitó las cosas.

Marie: ¿Y él? ¿No estaba casado en Londres?

Josefa: Había sobrevivido a su primera esposa inglesa, Maria Bowater, era viudo cuando lo conocí, nos casamos, y poco después empezamos a huir. Se había perdido en esa ocasión la Primera República, (jugando a Rayuela) de Curazao a Cartagena, Villa del Socorro, Santa Fe, Pamplona, Cúcuta, Maracaibo, Tunja, Carúpano, Haití, Ocumare, Choroní, Villa de Cura, Onoto, Barcelona, Filadelfia, Florida, Isla de la Providencia…

Marie: Y luego Londres…

Josefa: (cortante) Pero solo por un instante. Inmediatamente Portobello, Panamá, Río Hacha, Santo Domingo, Margarita…

Marie: Entiendo cómo la complace saberlo en un solo sitio, quieto al fin.

Josefa: No creo que lo entienda, es mucho lo que olvido. Es mucho más de lo que él cuenta… mucho más de lo que yo puedo saber. Gregor nunca ha tenido tiempo libre. ¿Usted sabe el tiempo que quita inventar un país, un reinado, con catedrales y ópera… financiarlo, mercadearlo y vivir como un Cacique, a partir de eso? ¿O usted cree que la guía de Poyais, por ejemplo, Sketch of the Mosquito Shore, realmente la escribió el capitán Thomas Strangeways? No. Todo es mérito de Gregor.

Marie: No conozco ese escrito.

Josefa: Qué extraño que Gregor no le haya hablado de eso… Allí se describe todo el territorio de Poyais con lujo de detalles, en términos tan relucientes, que no dejan duda acerca de los beneficios que se pueden obtener de invertir en semejante país. Gregor no dejaba escapar el más mínimo detalle, la más insignificante nomenclatura. No lo pueden acusar de no haber trabajado sin descanso: bandera de Poyais, efemérides de Poyais… mapas, paisajes grabados, de Poyais, bonos, terrenos, documentos de propiedad… papel moneda, dólares de Poyais… todo eso existe. Allí están las pruebas.

Marie: Pero Poyais, ¿existe realmente?

Josefa: El papel lo aguanta todo.

Marie: Pero no es un papel cualquiera, son bonos, títulos de propiedad, contratos, ¡billetes!

Josefa: ¿Es que acaso usted ha intentado comprar una manzana con un dólar de Poyais?

Marie: Aquí en Francia no pero en Poyais…

Josefa: (canturrea) En Poyais la vida es más sabrosa,/ En Poyais se goza mucho más/ Con el sol, la luna y las estrellas/ En Poyais te quiero mucho más.

Marie: (habla mientras Josefa canturrea) Francia también está llena de pantanos y no por eso no existe. ¿Y cómo se explica usted que la petulante bolsa de Londres le haya otorgado semejantes préstamos a Sir Mac Gregor, entonces?

Josefa: Las historias se construyen entre dos, mi querida Marie: el que las cuenta y el que las quiere oír. Gregor me hizo ver un mundo viejo… y yo lo quiero por eso. Y a los que les hizo ver un mundo nuevo, lo quieren por eso.

Marie: ¿Usted prefiere vivir en Europa que en América?

Josefa: En Europa las mentiras se vuelven verdad con una facilidad de té y galletas, que me pasma. Se vive en la ilusión de estar en lo cierto, de tener razón… y eso da mucha tranquilidad. Sobre todo cuando vienes de territorios donde no se sabe lo que pueda pasar, ni lo que pasa ni lo que pasó.

Marie: Por eso se inventa.

Josefa: No más que aquí. ¿O es que tú crees que Europa no es también un invento? Y América es tan invento como los europeos han querido mentir al respecto. Y tienen que mentir porque América es muy difícil de comprender cuando no has nacido allí.

Marie: (evocadora, lejana) Las mentiras a veces pueden llegar tan lejos…

Josefa: Lejísimos. Mac Gregor llegó a sostener reuniones con el primer ministro Jean-Baptiste-Guillaume-Joseph, comte de Villèle, para que lo ayudara a obtener la renuncia formal de cualquier derecho o reclamo español sobre Poyais.

Marie: Una ilusión te puede invadir el cuerpo todo…

Josefa: Bueno, las ilusiones viven sobretodo en la cabeza… en el corazón tal vez…

Marie: …en el vientre.

Josefa: (capciosa) ¿De qué estás hablando?

Marie: Paré de sangrar.

Josefa: (nerviosa) No sabía que eras casada.

Marie: No estoy casada.

Josefa: ¿Quién es el padre?

Marie: Hace siete meses.

Josefa: (horrorizada) ¿Hace siete meses? … No se nota. Nunca lo hubiera adivinado.

Marie: Yo tampoco.

Josefa: Pero, ¿y el padre?, ¿se va a hacer responsable? ¿Quién es el padre?

Marie: No estoy en posición de poder decírselo.

Josefa: (constatando) ¿Es un hombre casado?

Marie: No se lo puedo decir.

Josefa: ¿Cómo pudiste?

Marie: El me juró que me amaba.

Josefa: (irritada) Eso no tiene nada que ver. Eso es irreal. Con eso tampoco se compran manzanas. Realidad es matrimonio, casa, muebles, familia.

Marie: Cuando estás enamorada…

Josefa: (muy ansiosa, sospechando lo peor) ¿De quién es la mitad de la sangre que corre por las venas de ese niño?

Marie: No hay sangre.

Josefa: ¿Cómo no hay sangre?

(a Marie le da una suerte de desmayo, Josefa la auxilia)

Josefa: Estás muy pálida. Tienes que ver a un médico.

Marie: Dígame una cosa, Josefa Antonia…

Josefa: Ay, Marie, usted habla con una parsimonia como si fuera lo último que va a decir en esta vida. Mire que la enfermedad tiene mucho de invención también. ¡Anímese más bien!

Marie: ¿Va a declarar en el juicio?

Josefa: No, no voy a declarar.

Marie: Pero ¿va a dejar que su marido se pudra en la cárcel?

Josefa: Él está muy bien donde está. Tú lo has visto. ¿De dónde sacas fuerzas para ocuparte de la vida de mi marido cuando tienes la tuya deshecha?

Marie: Me siento responsable.

Josefa: ¿Es que Gregor es el padre de ese niño? Dime la verdad de una buena vez.

Marie: No hay niño.

Josefa: No te entiendo.

Marie: Me han hecho todo tipo de pruebas. No encuentran al niño. Tengo todos los síntomas pero no hay niño.

Josefa: ¿Y entonces?

Marie: No hay niño y tampoco hay Gregor.

Josefa: Pero… ¿hubo Gregor…?

Marie: En mi cabeza. El niño solo existe en mi cabeza.

Josefa: ¿Tanto querías tener un hijo?

Marie: Tanto.

Josefa: Pobrecita. Pero te digo que un embarazo imaginario es mejor que un parto en Poyais. Vayamos a la casa, el viento se ha puesto frío. Podemos tomar un poco de champagne… ya que no estás embarazada.

Marie: No es razón para celebrarlo.

Josefa: Pero ya no tienes por qué atormentarte más por eso. Aún eres joven, ya podrás tener más hijos, de verdad… y de pronto conseguirte un principado con Cacique de verdad también.

Marie: Antonia Josefa, yo…

Josefa: No quiero que me expliques nada. Prefiero sospechar. Que de tanto saber uno termina cómplice. Por eso a veces es mejor callar. Por eso no voy a declarar.
 

 
ESCENA 8
 
Casa de Josefa Antonia, cuando las mujeres beben.

Josefa: Las mujeres en mi tierra, hasta cientos de años después de este día, siguen pensando que hijo amarra hombre ¡y se llenan de muchachos! Aquí en el primer mundo eso no es así. Es que tú no pareces francesa. Eres demasiado sentimental.

Marie: O la idea de francesa que se hace una americana.

Josefa: ¡Ajá! Ya me decía yo, que si no te ibas a defender ¡jamás!

Marie: Tampoco Gregor se parece a la idea de inglés, nacido en Edimburgo, que uno tiene en la cabeza.

Josefa: Tú piensas más en Gregor que yo.

Marie: (apenada) Para una reportera sus temas se vuelven a menudo una obsesión.

Josefa: Siempre se ha pensado que la trampa, el engaño, los vapores de la fantasía crecen en tierras ecuatoriales, donde la fertilidad alcanza hasta para darle vida a los insectos más insospechados. Pero no te imaginas lo que se siente cuando se descubre que esa manera de inventarnos, también la importamos.

Marie: No la entiendo.

Josefa: ¿Tú no has visto nunca cómo nos pintan en las películas de Hollywood? Los latinos siempre somos unos tramposos, de poca monta, engañadores de oficio, ilegales por principio, de poca estatura y mucho pelo… dormilones y flojos, siempre acalorados…

Marie: Es verdad que hay muchos prejuicios.

Josefa: Que hablamos sin esperar contesta, que gritamos en vez de hablar, que cantamos sin que haya fiesta, que bailamos sobre las mesas en el bar… que hacemos el amor cuando nos provoca, que nos da sueño cuando nos ponemos a leer…

Marie: Está exagerando.

Josefa: Y dicen que es el clima… el calor, el sopor, los mosquitos… Y después de tanta Europa, yo me pregunto ¿será que el frío del norte los ha hecho inventarnos tan calientes a nosotros, los que vivimos en el sur? ¿Quieres más champagne?

Marie: Ahora que la escucho hablar entiendo por qué ha estado tantos años casada con Sir Mac Gregor. ¿Es verdad que Tovar y Tovar le hizo un retrato que aún se exhibe en las paredes de la Asamblea Nacional de Venezuela?

Josefa: Es verdad, un retrato fabuloso de Gregor que está en el Capitolio. Y todas esas medallas que le han dado a Mac Gregor en Venezuela ¡son de oro!, no es invento y honores y condecoraciones y hasta sueldo caído por ausencia prolongada, en retroactivo… Gregor en mi país es considerado un héroe patrio. Patria nacida en Edimburgo, patria confiable de ojos claros y piel blanca.

Marie: No entiendo nada de eso.

Josefa: Perdóname la franqueza. Pero es muy difícil, por no decir imposible, que una francesa entienda un invento como Venezuela. Que les produzca fascinación hasta el punto de invertir todos los ahorros en bonos de la deuda de Poyais, eso lo puedo concebir. Pero para entender Venezuela, hay una sola manera.

Marie: No creo que haya una sola manera de entender nada. Somos tantas personas como maneras de entender las cosas, somos posibilidades.

Josefa: Nosotros no somos una posibilidad. Somos una equivocación de la historia, como decía Cabrujas. Que solo puedes entender si naces allí, si formas parte, si cuando sudas hueles a eso mismo.

Marie: Pero Gregor pareciera conocer muy bien ese mundo vuestro… tan bien que ha sido capaz de inventarlo.

Josefa: Así como yo te puedo decir que Reynaldo Hahn fue el inventor de Mozart. Cuando nadie daba un penique por Mozart, él descubrió que se trataba de la mejor música posible, si era interpretada de la manera adecuada. ¿Y tú sabes dónde nació Reynaldo Hahn?

Marie: No tengo la menor idea.

Josefa: Amante de Proust, director de la Ópera de París, que esa sí existe y sigue existiendo como un milagro; nació en Caracas, y les vino a decir a este continente cómo era que se tocaba Mozart para que sonara a Mozart.

Marie: De manera que las nacionalidades no son lo más importante. Se trata de personas que suceden en un lugar u otro pero que…

Josefa: ¡Te equivocas! Son importantísimas las nacionalidades. Porque sirven para apreciar y despreciar. Dos cosas muy importantes en la vida de cualquiera.

Marie: Yo creo más en las personas que en los países.

Josefa: Mon petit venezuelien, así le decía Proust… ¿Petit por estatura? ¿Petit por lugar de origen? ¿Petit por cariño? Eso no lo podemos saber. ¿Y tú sabes de donde viene la palabra rastacuer?

Marie: No.

Josefa: Pues de donde mismo viene Hahn: del polvo venezolano. Páez, enfrentado a las tropas realistas de Boves, en muy menor número de soldados, recibe la encomienda del encomiable Libertador, primo mío, sí, de hacer alguna maniobra, algún entretenimiento por ganar tiempo. Debes saber que el tiempo en Venezuela transcurre a otra velocidad.

Marie: (divertida, con algo de burla) ¿Más rápido… más lento?

Josefa: Eso depende… En este caso, a falta de soldados, buenas fueron vacas muertas. Sus cueros secos amarrados a los caballos al tropel, levantaron una nube de polvo tal, que confundió a los españoles, que creyeron ver en aquel polvero, una infinidad de soldados patriotas que avanzaban a pulso de muerte. Solo les dio tiempo de huir.

Marie: ¡Increíble! Uno no se imagina de dónde vienen las palabras…

Josefa: …ni los países, ni las banderas, ni los billetes, ni la historia… ni los niños. Todo depende de quién cuente, de quién es el que inventa. Rastacuer, la palabra francesa que adjetiva a todo aquel que pretende más de lo que es, viene de Venezuela, arrastra cueros, rastacuer, arrastrando cueros, inventamos batallones, poderes y riquezas… aquí y allá.

Marie: (pensativa) Rastacuer, arrastra cueros…

Josefa: Con tal de que no sea el cuero de uno, mija. De eso se trata. Pero Páez es un hombre muy vivo, llegó a presidente… aunque les tiene miedo a las culebras.

Marie: ¿Y a qué le teme usted?

Josefa: A la historia. A pasarse la vida construyendo a sabiendas de que nunca serán glorias. En el lugar de donde vengo, nacen todos los olvidos.

Marie: Es verdad que la historia a veces se traga a los hombres.

Josefa: Se traga sus destinos, su pasado y su futuro. Se traga los capítulos que no gustan. Ciertos libros desaparecen de los anaqueles. Cada revolución es como volver a empezar. La historia cambia cada vez que es otro el que la cuenta.

Marie: Me pregunto si Rousseau o Voltaire serían tan importantes si no hubiera sido por la revolución francesa.

Josefa: Tal vez de allí venga esa obsesión de Gregor por la nomenclatura. A los dictadores les pasa lo mismo. Le quieren poner nombre a todo porque quieren pasar a la historia, curarse del olvido. Le puso nombre a las tierras, Poyais, le dio una cruz verde sobre blanco como bandera… ¿cómo es que se llama usted?

Marie: Marie… Marie Rosette.

Josefa: ¿Y cómo la llama él?

(ocurre un silencio)

Josefa: No se preocupe, no me interesa. Era simplemente para demostrarle que lo que digo es cierto.

Marie: Rosa… Rosa de Francia.

Josefa: (con dolor) Rosita… de Francia… que nombre tan bonito.

Marie: (nerviosa) Tengo entendido que en Venezuela hay calles y avenidas y plazas que llevan su nombre.

Josefa: Su nombre y retrato en todos los libros de historia de Venezuela. Pero en Inglaterra se le estudia por sus habilidades de estafador, en las escuelas de economía.

Marie: Nadie es profeta en su tierra.

Josefa: Y “la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del universo”…

Marie: (emocionada) ¿Eso es una frase de Sir Mac Gregor?

Josefa: Es una frase de Bolívar. Mi querido primo dijo algunas cosas buenas… y otras tantas que resultan muy peligrosas cuando se repiten fuera de contexto… así como estamos nosotras ahora, fuera de contexto.

Marie: Pero es de allí de donde surgen las grandes cosas, fuera de contexto: el inglés que interpreta América, el americano que interpreta Europa…

Josefa: No es tan simple. Pero es tarde. Tengo que ocuparme de la correspondencia.

(Marie hace el amago de salir. Josefa la detiene en un último momento)

Josefa: Acabo de recordar algo que seguramente Sir Gregor Mac Gregor no le contaría.

Marie: ¿Qué será?

Josefa: Porque seguro que no le contó que los soldados en Venezuela le decían “Pavita”.

Marie: ¿Y qué es Pavita?

Josefa: Un pájaro de la noche que trae mala fortuna. Porque decían que Gregor era ave de mal agüero. Que le perseguía la mala suerte, era común no querer marchar con él.

Marie: Pero ganó muchas batallas, ¿o eso también es un invento?

Josefa: Gregorio es un hombre de muchas vidas, no se inquiete. La primera vez que murió fue el 28 de Agosto de 1816. Salió en Gaceta Oficial de Caracas: “llenos de pesar sus compañeros lo habían enterrado, después de que un soldado lo asesinara a traición y le robara el uniforme”. En Caracas se armó todo un alboroto. Imagínese entonces cuando Gregor regresa a la ciudad una noche, el susto, el rumor que no tardó en aparecer, se empezó a hablar del espanto de Mac Gregor; y pronto lo empezaron a llamar “pavita”…

Marie: Usted conoce la historia mejor que nadie.

Josefa: No imagines Rosita. Vivir con un general en tiempos de revolución es como no vivir con nadie. Es enterarse por gaceta. Es retorcerse en calenturas sin salida porque quien le es infiel a un general patriota, no traiciona al hombre, traiciona la patria.
 

 
ESCENA 9
 
Casa de Marie Rosette, el último trago.

Marie: (bebe, escribe) Como por un acto de magia, Sir Gregor Mac Gregor logra convencer al jurado de que su título de Cacique de Poyais, lo obtuvo en elecciones libres entre los nativos de esas costas… así logra zafarse de la prisión ¡está en libertad!… Hippisley también fue liberado aunque Lehuby, el otro socio, fue condenado a 13 meses de prisión por hacer falsas promesas… Pero la libertad para Mac Gregor solo representa la posibilidad de volver a empezar, Poyais, ser feliz en Poyais, bonos y deuda… Esta vez su gestión es más modesta y rinde por consiguiente, menos beneficios… Volvió a caer preso, Mac Gregor, en 1826, por razones aparentemente desconocidas, en la prisión de Tothill Fields en Gran Bretaña. Huyendo de los acreedores, Sir Gregor Mac Gregor regresa a Venezuela. Se naturaliza, se reincorpora al ejército, recupera su sueldo en retroactivo, y su vida honorable. Escribe un folleto autobiográfico… donde ni siquiera me nombra… mientras vive una vida tranquila. Hasta que encuentra la muerte, un 4 de diciembre de 1846. Sus restos reposan en el Panteón Nacional. Antonia Josefa Lovera muere en Londres antes de eso, pero no en esta historia.


 

 
ESCENA 10
 
En Venezuela, la complicidad, muchos años después.

Josefa: ¿Supiste que hay unos gusanos enfermos?

Marie: Gregor está muy abatido.

Josefa: Pero dice un primo mío, que no sabe de gusanos pero es importador de sedas, que en otras tierras eso se cura con almidón.

Marie: ¿Y ya se lo dijiste a Gregor?

Josefa: No quiere creer. Que y que son supersticiones asiáticas. Que José Antonio, de tanto viaje, se ha vuelto muy fabulador.

Marie: Pero José Antonio es un hombre serio.

Josefa: Ciertamente. Tan serio, que la bolsa de Londres le acaba de hacer un préstamo para traerse un nuevo cargamento de sedas de Asia.

(ambas se ríen con ganas)

Marie: Si no fuera por las bolsas europeas, qué sería de nuestra seriedad, ¿verdad Josefa?

Josefa: Seríamos estafadores, timadores de oficio, aunque hubiéramos nacido en Edimburgo.
 

 
ESCENA 11
 
Gregor, su derecho a réplica.

Gregor: Si es la realidad la que no me sigue el paso ¿existe culpa alguna?

(evocando a Josefa que le hacía la pregunta)

¿En qué te equivocaste, Gregorio? Yo, culpable de no poder vivir sin Josefa, culpable por haber tenido que inventar la ópera de Poyais antes de que fuera construida. Que si eran unos terrenos inhóspitos, sí, sí lo eran, pantanos similares a los que sirvieron de base para la construcción de Manhattan. Antes de vender el Empire State alguien tuvo que imaginarlo, dibujarlo, convencer a los inversionistas… las fotos y folletos, libros, turistas y glorias, llegaron después. Antes de construir el canal de Panamá, fueron muchos los franceses que cavaron su tumba, cuando creían que estaban uniendo dos océanos, dos mundos. También se vendieron las acciones del canal, ¿ilusión, usurpación? Fueron más fuertes los mosquitos. Renovados esfuerzos norteamericanos encontraron la cura a la malaria. El canal vino después. ¿A quién le damos esa culpa… ese mérito? ¿Dónde quedaron los mosquitos, indios Mosquito… dónde, los panameños, antes de ser dueños de su canal?

(como un reclamo ajeno)

¿De qué lado estás, Mac Gregor? ¿Escocés o patriota, principado o república, Cacique o democracia? Las definiciones sirven solo para justificar lo que necesitamos. No son más verdad ni menos mentira que eso ¿De qué te sirven ahora, izquierda, derecha, piedra, papel o tijera?

(de nuevo, como un reclamo ajeno, una voz que aún le hace preguntas)

¿De qué estás hecho, Gregorio? De hombre y mujer, padre y madre. Mucho antes de que ustedes me supieran, o si quiera imaginaran, tuve yo que devolvérselos a la vida. Pero yo no soy Mac Gregor, en realidad, eso lo saben ustedes desde un principio y estuvieron de acuerdo en jugar este juego. Yo solo soy un cuerpo en el que él habita ahora, a favor de Mac Gregor, su memoria muchos anos después redimida. Porque él se quedó en la utopía, futuro en el pasado, en el recuerdo de los que lo conocieron y que tampoco están. Un cuadro de Tovar y Tovar no ha sido suficiente ¿Cuántos venezolanos viven sin conocerme? ¿Cuántos escoceses? Inocentes ¿Qué importancia tiene? Mirarse en el pasado que se devuelve, volver a vivir… ¿Serían ustedes por eso capaces de acusarme de estafador? ¿Pedirían de vuelta el valor de sus entradas?

(pregunta ajena)

¿Se acordarán los bisnietos de Gregor Mac Gregor, de Gregor Mac Gregor? Si lo recuerdan es porque es orgullo. Si lo olvidaron, es porque es vergüenza. Espejo que se devuelve. La verdad de lo que somos, pasado pantano, futuro ópera, artífice Mac Gregor, delito ninguno (como jugando). Pasado Poyais, presente Nicaragua, futuro ¿quién tira la primera piedra? Pasado Mac Gregor, presente Venezuela, ¿futuro? ¿Quién imagina, quién se atreve? Pasado Escocia, presente Inglaterra, Unión Europea, hasta cuándo, futuro, piedra, papel o tijera. Tú lo supiste comprender, mi adorada Josefa Antonia… Pasado Josefa, presente Josefa, futuro Josefa Antonia, Josefa mía… Desde el principio, lo supiste ¿cómo me abandonas ahora? Sin ti la vida esta se queda sin sonido, no hay eco, la máquina que me explica se detiene, le falta el combustible, me derroto entre gusanos. Porque son gusanos los últimos beneficiarios de lo que somos todos y creemos eterno. Con la diferencia de que estos gusanos míos convierten la semilla en seda. Seda que se hace vestido, sabana y pijama, cortinas y pañuelos. ¿Y quién es el que tiene la culpa? ¿El gusano, el capullo… o el que se dio cuenta y lo sospechó, lo imaginó, hizo industria? ¿El que le puso colores y matices o el que hizo el vestido? ¿La que se puso el vestido o el que se enamoró del vestido?… azul cobalto, trópico radiante, excelencia de lo imaginado, riesgo, beso, seda que se desliza, en mi recuerdo que me habita como único remedio a esta soledad a la que me has obligado sin derecho, Josefa Antonia. Porque no tenías derecho a morir primero. ¿Y Gregorio y Josefa y Constantino? Tus hijos, Josefa Antonia, tus hijos. ¿Y Gregorio? Este Gregorio que solo tú nombras, este Gregorio que dejó de existir, sin ti no alcanzo, aunque ustedes me estén viendo en este momento, cómplices todos de este invento, ¡estafadores todos! Porque este Gregor Mac Gregor que queda, es solo un prócer recuperado por la generosidad patriota que celebra la libertad de sus días. Mac Gregor cada vez que abres un libro de historia o cada vez que sale el sol y se abren las puertas del Capitolio o sube el telón y nos reconocemos como país o nos inventamos en cariños, que es lo mismo, ruidos y plátano. Maneras estas que Escocia nunca fue capaz de imaginar. Maneras que me adeudan, sembradas en su ilusión, le devolvieron por un instante, la vida a Edimburgo, a Glasgow, a Londres… Son tantos Poyais los que han seguido y nos siguen animando cuando llueve. Los venden por paquetes en las agencias de turismo. Aunque no vendan títulos de tierras de Poyais, venden las vacaciones o el sueño, nosotros europeos que sobrevivimos el invierno por el afiche del Caribe enmarcado en la sospecha, cualquier utopía, revolución de bistró, vuelta verdad en estos Poyais, territorios del sur que ahora tienen dueño, sueños que se vuelven realidad, peligrosos infiernos, ensayos fallidos, Poyais que se supera a sí misma, ida de las manos… ¿culpable yo?

(pausa)

Todavía, cuando alguno se atreva a acercarse a esta historia, solo aspiro que sienta revividas sus ganas de decir la verdad de lo que siente, aunque sea mentira.

Coda, a medio telón.

Marie: Josefa Antonia.

Josefa: Dime.

Marie: ¿Sabías que todavía se pueden comprar bonos de Poyais?

Josefa: ¿En serio?

Marie: Te lo juro.

Josefa: ¿Y a cómo son?

Marie: 120 libras… por Internet.

(pausa)

Josefa: Pero ¿Internet no era una estafa?

Josefa: Internet no existe, pendeja… es virtual.
 

 

Lupe Gehrenbeck. Actriz, dramaturga y guionista venezolana. Ha trabajado para el cine y la televisión y montado sus obras en Hispanoamérica, España, Estados Unidos, Canadá y Francia. Es autora, entre otras, de: Las niñas de Santa Fe (2003), De Miracielos a Hospital (2007), Alice in Teresa’s Land (2013), Shakespeare on Wine (2015), Ni que nos vayamos nos podemos ir (2016) y Atrapen a Minnie (2016). Reside en Nueva York.