Héctor Anthony Alves
Mi Barrio
Medito sobre el vano discurrir de esta, asediada por dos ríos, Metrópolis. Recorren con perfidia sus calles las 24 horas, fraternales vecinos, ratas, cucarachas, palomas urbanas. El paisaje es de un verde bélico, de hollín y polvo de ladrillos, sofocante el mes de julio y bajo el ardiente pavimento, retumban en los túneles, címbalos desgarrados de África y Latinoamérica se~mi~esclava. Espejo es el deseo y mi pensamiento un péndulo desesperado que va del desgarro hasta la estatua de Ellis Island. Desde el ventanal del tercer piso contemplo la ancha avenida, Grand Concourse se limita a 25 millas por hora, agudas sirenas se imponen con aullidos de arrogante privilegio. La fuerza policial recita su poesía, su canto de esposas en las mañanas a las muñecas en la espalda y mi barrio despierta con su melodía, que huele a bachata~desencanto, defenestrada fe, anarquía, trampa, rebelde rap, reguetón, cannabis.
A esta hora
la ciudad es un montón de libros incendiados
una inmensa biblioteca en llamas,
a esta hora Juan sin Nombre saca la basura,
comerán ratas en las calles
y el aparato organizado
toma el alma de la fauna cosmopolita.
En la gran urbe
profesamos la religión de los ladrillos,
el culto a los vampiros,
piedras sagradas,
metales benditos.
Hombre virtual
siento acabar la noche
solo en mi cuarto, frente a mi desnudez,
ávido por encontrar eso…Que apacigüe
esta necesidad de especie humana
y proteja en el difícil trance.
Una presencia es lo que pido,
dos pechos que miren las estrellas,
decires intramarinos
una copa llena de palabras.
II
Desvencijado el deseo, la batalla toma nuevas formas, defenestrada la buena fe la lucha cambia de rostro, lo que ayer fue joya, juventud divino futuro, hoy está vencida en la vereda, con las greñas duras, pidiendo unos centavos para el próximo coctel, es la desposeída del barrio, en ella la muerte aun no se atreve, la vida se resiste y la piel de la entrepierna muerde el pavimento recién meado. A qué hablar de futuro si el presente frente a ella es un inmenso lago.
III
Pisando
impávido un imperio avanzo
recurrente el pulso de la vida
percibo para seguir tirando
a esta edad y en estos tiempos
como en los días jóvenes
el carro de la fortuna
no abraza a grandes rasgos
El engranaje de mi ciudad es de cinco dientes
en la rueda están
los que ruedan
los que se caen
los que se tiran
los que resisten y los derriban y
y los que siempre están
la siembra~penumbra mental en transito
el abarrotado fluir del pensamiento
el andar congestionado de primavera el polen
las recetas de blanco delantal asedian
bajo el sol o el frío
como perros calientes en cada esquina.
V
Pero la vida es con~validar y nos muestra en las mañanas el rostro de la esperanza,
en la Calle 196 y Valentine una rata agoniza adherida al pegamento,
en Alabama otra vida murió legalmente chamuscada en alto voltaje,
la silla eléctrica no se comercializa en mueblerías, pero se venden eléctricos sillones para anestesiar duras~deudas.
Así como llenos de futuro, casuales, hablamos sobre la muerte de un amigo o pariente, ¿te acordás de~~~~? ¿Y como murió? Desposeído de amistad, peregrino en la memoria. Allá en la lejana geografía, donde quedaron encallados nuestros pequeños zapatos, donde el hermano era de una misma migaja y el amigo un mismo vaso de agua, cosa seria sin ser serlo, baldíos de barrio, trincheras, donde esconderse y tregua, desde niños jugamos a la guerra, a vencer al enemigo, a ganar, en la adolescencia nos templamos en batallas cotidianas, ya de mayor, ni a las manos puedo confiar mi fe, y escojo bien o mal según me encuadre, la derecha o la izquierda, pero si elijo el arco iris, la descarga en batalla es despiadada, no existe compasión para quien ose a no inclinarse, a no tener sed a no avocarse a demoler carne en mercadeo, las vacunas pastan sobre el pavimento, adiestrado el ovejero flamea carteles en las pantallas, por aquí un himno, por allí una bandera, por allá un escudo y la escuadra que encesta en la red para que salten desesperados sobre proa los panes que nunca comerán los parados, los que miran los tablones.
Héctor Anthony Alves es un autor argentino. Ha publicado, entre otros, Tributario, Las cuatro estaciones del amor y Poemas del mirador en 2005, You Should Never be Afraid of Amish People Again (2016) y Bronx Memoir (2018). En 2012 gravó un CD de poesía con la poeta y activista social Ann Waldman. Coordina el Taller bilingüe, de escritura creativa “Sin Final” en el Latin American Workshop de Nueva York, ciudad donde reside.