Johnny Gavlovski
Dedicada a mis inmortales felinos
Lorenzo, Eugenio, Maximiliano y Ziggy.
OSCURO. SE ENCIENDE UNA LUZ, ILUMINANDO EL ROSTRO DE ROBERT A MODO DE INTERROGATORIO POLICIAL.
ROBERT: ¿Qué hago aquí? Es Maresfield Gardens. 20 Maresfield Hampstead. No soy periodista. Claro que conozco al doktor Freud. (REACCIONA) No me toque. Puede preguntarle. Soy su paciente. Vengo de lejos. No soy ningún espía alemán. (REACCIONA) No me toque… (ASUSTADO) Si no me cree pregúntele al doktor Freud si conoce Robert Schwartz. (IMPACTADO) ¿Ayer? ¿El doktor Freud murió ayer?
SE OYE CON FUERZA MUSICA DE CABARET ALEMAN AÑOS 30. AL PRENDERSE LA LUZ GENERAL QUE DA AMBIENTE DE CABARET AÑOS ’40, ROBERTO DANZA SEDUCTORAMENTE. VISTE PANTALON ANCHO AÑOS 40, LE QUEDAN ALGO GRANDES. ESTÁN SOSTENIDOS POR UNOS TIRANTES. SU TORSO DESNUDO. ESTA DESCALZO. EN LA CABEZA UNA GORRA. ROBERT MIRA ASUSTADO A SU DERREDOR. SE CALMA. DE PRONTO, SE LAME LA CARA A MODO FELINO, SE ESTIRA.
SE RETOMA ATMOSFERA SINIESTRA DE INTERROGATORIO.
ROBERT: (MIRA DESCONCERTADO. DE PRONTO, ABRUPTO) Yo solo mencioné que Freud tenía una mascota. Un gato, sí.
(ROBERT SE PASA LA MANO A MODO GESTO FELINO POR LA CARA, MUY DISIMULADAMENTE)
ROBERT: Lo único que le falta decirme es que no puedo ver a nadie sin que me den ganas de marcar terreno. (RÍE BURLÁNDOSE DE SÍ. DE PRONTO, PARA, EN SECO) No me parece gracioso. No. (HACE SONIDO CUAL MAULLIDO CORTO, MOLESTO) ¿Cuántas veces tengo que repetirlo? Hay cosas que se tienen que hacer para sobrevivir. Nunca lo disfruté. Nunca. Era necesario para mantenerme con vida. A duras penas. (CONFIESA) ¡Miento! Cuando las propinas eran generosas podía darme algún lujo como ninguno de mis compañeros podía. El problema no era ese sino escapar. No había otro norte que no fuera ese: escapar. (SE QUEDA ABSOLUTAMENTRE ABSORTO. DE PRONTO, RESPONDE DESCONCERTADO) ¿Ah? No sé. No lo sé. De verdad. (CON ANGUSTIA) Si le digo que nunca disfrute mi trabajo, es verdad. (BAJO, SINCERO) Soy un hombre tímido. ¿No me cree? Piense lo que quiera. (CRISPA LA MANOS COMO SACANDO LAS GARRAS) Solo lo hacía por sobrevivir. Únicamente tenía que trepar, que digo, subir al escenario. (MOVIMIENTOS SUAVES DE CADERA, POCO A POCO A MODO FELINO)
ATMOSFERA CABARET.
VOCES FEMENINAS CORREAN AL FONDO, MEZCLADA CON GRAZNIDOS DE GAVIOTAS: Alles … alles…alle Kleidung… alles… alles…
ROBERT: Dejarme llevar por la música, como un sordo. La música, como un sordo. Desvestirme, como un sordo…
ROBERT SE CONTORNEA A MODO DE STRIPPER. AL FONDO, MÚSICA DE “BERLIN IM LICHT” DE KURT WEILL.
ROBERT: Me desvestía. Los reflejos de las luces se colaban entre mis párpados cerrados. Evitaba enfrentar a la mujer del herr capitán mientras acercaba sus manos a mi pecho…, sus labios a los míos (REPENTINO GIRA) ¡Vuelta! Un giro de caderas. (MAULLA) ¡Salto! ¡Giro! Entre las pocas mesas que llenaban ese espacio asqueroso. Vivía oculto en el cabaret gracias a lo que pasó después de la adhesión. Viena desapareció. Y de pronto, yo estaba en ese suburbio de Berlín. ¿Cómo llegue hasta allí? (GIRA) ¡Salto! ¡Vuelta! Un giro de caderas. (MAÚLLA) Salto. Ojos cerrados. Pista de despegue: el aire, el cielo. Volar. Desnudo. Más allá de las nubes. Tocando las estrellas. Lo que siempre había soñado, doctor Freud. Lejos de todo. De los hombres, del abismo que nos rodea, poniéndonos a prueba. (GIRA) ¡Vuelta! Un giro de caderas. (MAÚLLA) Salto. (SE ECHA HACIA ATRÁS. ATERRADO) No podían meter las manos debajo del pantalón. No… No… No… Se darían cuenta que el objeto de su deseo no era estrictamente un… lindo chico ario… Eine arische Wurst (SE QUEDA AUSENTE. DE PRONTO, SALE DE SU SOPOR REACCIONA COMO SI ALGUIEN CHASQUEARA LOS DEDOS FRENTE A ÉL. ENSIMISMADO. CON DOLOR – DICE MUY SUAVE) No podía detenerme. Aquella noche era la última, lo sabía. Al día siguiente dejaría Berlín, las sombras de Viena, la sangre en las aceras, los restos familiares. Lo dejaba todo. La tierra, la tierra toda. ¿Qué importaba ya lo que hiciera? Nunca más volvería a ver a nadie. (ABSTRAÍDO) Al día siguiente, me iría para siempre. Ella me lo había prometido, herr doktor. Minutos antes me llevo al cuartucho que hacía de camerino, entre los viejos trastos del bar. Tomó mi cabeza entre sus manos, como siempre. Acarició mi cabello, como siempre. Mordió mis labios, como siempre; mientras yo apretaba sus senos, como bien sabía le gustaba. Empezó a empujarme con suavidad hasta verme arrodillado frente a ella, como siempre. Pero esta vez…, esta vez presionó mi cabeza entre sus muslos con más fuerza. Me eché hacia atrás. Ella cayó sobre mí. Rauda metió su mano entre el pantalón y mi sexo: “Crees que no lo sé, mein juden” Entonces me besó, de una forma extraña, con un sentimiento que yo no esperaba. Puso delante de mí un sobre: “Sálvate mañana, muchacho. Lo que viene no es bueno para ti. No es bueno para ti” (GIRA) ¡Vuelta! Un giro de caderas. (MAÚLLA) Salto. Mis dientes contra su nuca. Mein juden Wurst entre sus piernas cómplices.
SONIDO DE VIDRIOS ROTOS.
ATMOSFERA SINIESTRA.
ROBERT: (ATERRADO, TAPA LOS OÍDOS) ¡Schnell! ¡Raus! ¡Raus! (ANGUSTIADO) Calles de Viena. Adiós. Hambre. Muerte. Adiós, vida. (MUY RÁPIDO) Cúbreme noche, cúbreme noche, cúbreme noche, cúbreme noche, cúbreme noche, cúbreme noche, cúbreme noche, cúbreme noche, cúbreme noche, cúbreme noche…
AL FONDO, MÚSICA DE LA CANCION “YOUKALI” DE KURT WEILL
ROBERT, CANTA.
Casi al fin del mundo
Mi barco vagabundo
Errante a merced de las olas
Me llevó allí un día.
La isla es muy pequeña,
Pero el hada que allí vive,
Amablemente nos invita
A dar una vuelta.
Yukali
Es el país de nuestros deseos,
Yukali
(ROBERT ROMPE EN LLANTO. RETOMA EN UN GEMIDO)
Pero es un sueño, una locura,
¡No hay Yukali!
Y la vida nos arrastra,
Pesada, cotidiana,
(…) pobre alma humana…
Esa noche, pasé frente a su casa doktor Freud. Caminé por la oscuridad de Währingerstrasse, desembocando automáticamente frente a su casa Bergasse 19. Vacía, doktor Freud. Vacía, como toda Viena, la tierra, el cielo, el corazón, la vida. Vacía como las despedidas. (TARAREA. TRISTE)
En algún Yukali…
el país de nuestros deseos,
Yukali,
la felicidad,
…un sueño, una locura,
Papá era amigo de Kurt Weill. ¿Lo conoce, Dr Freud? (MAULLA BAJO) ¿Los psicoanalistas cantan? Usted conoció a Mahler. Una vez me lo dijo. Yo conocí a Kurt Weill. Compuso este tango: “Yukali”. ¿Lo conoce? Iré a la Argentina, herr doktor, aunque el avión aterrizará en Inglaterra y usted ya no estará, y Alemania, Viena, el mundo esté vacío, por eso iré a la Argentina. ¿Hay alguien en Argentina? (TARAREA. TRISTE)
En algún Yukali…
Yukali,
Yukali,
Es la felicidad…
(REPENTINO EN CRISIS) No me toquen. No me toquen. No me toquen. No son manos, Roberto. Son nubes. Las nubes no son manos. No… No… El avión despega al amanecer. Nubes nos rozan (MUEVE EL CUELLO FELINAMENTE) Nos acarician. No me toquen. No me toquen. No me toquen. Al cielo no llegan los gritos… (MAULLA. DE PRONTO, MUY RÁPIDO) Ni al cielo, ni a sus oídos sordos Freud, ni en su casa vacía… ¿Cuándo se fue? ¿No sabe que allá abajo arrastran por toda la cuesta a mi tío Saúl? (GRITA) ¡Tío! No me toquen. No me toquen. No me toquen. Mi tío me mira: “No me reconozcas”. Y los cerdos lo arrastran. “No me reconozcas” ¡Tío! “Muchacho golpea. Golpea al viejo judío”. “Golpéame”, dice mi tío Saúl. Usted no oye los gritos herr doktor. “Si no golpeas te matan. Golpea. Golpea para que vivas. Golpea para que no te lleven a la muerte. Golpea. Golpea. Golpea. Golpea.” Mi tío Saúl. Su amigo Saúl, herr doktor. El que me llevó a su consulta. “Mi sobrino huérfano” Yo lo oí. “Mi sobrino huérfano, con un comportamiento un poco extraño. No lo comprendo”. Yo tampoco, tío, yo tampoco, tampoco, tan poco… (SE CALMA JADEANDO) Währingerstrasse, estaba oscura. Berggassse estaba oscura. Solo los rayos rojos de la luz de sangre, en el cielo, marcando los pasos sobre el asfalto. (DE PRONTO CON OTRA VOZ MÁS GRUESA) “Compórtate como un hombre” (VOZ DE ROBERT) “Lo negué” (VOZ MÁS GRUESA) “Compórtate como un hombre” (VOZ DE ROBERT) “Lo negué” (VOZ MÁS GRUESA) “Compórtate como un hombre” (VOZ DE ROBERT) “Lo negué”. Günter me golpeó: “Deja de llorar y vente”. Me quitó mi ropa de judío, mis ojos de judío, mi nariz de judío. “Te escondes acá hasta que conozcas a Frau Hilda”
AMBIENTE DE CABARET
(SE ESCUCHA AL FONDO MUSICA DE CABARET) ¿Quién es Frau Hilda? “Sé amable” (MOVIMIENTOS SUAVES DE CADERA, POCO A POCO A MODO FELINO) Únicamente tenía que esperar que la puerta trasera del bar se abriera y entraran como colegialas traviesas, sedientas, como gaviotas dispuestas a destripar los restos de pescado, sobre el muelle de los cuerpos que allí nos ofrecíamos para saciar el apetito. Trepar al escenario, atraer las miradas insatisfechas… (VOCES FEMENINAS CORREAN AL FONDO, MEZCLADAS CON GRAZNIDOS DE GAVIOTAS: Alles … alles…. alles… alles…)
AMBIENTE SINIESTRO
ROBERT: …y esperar que Frau Hilda hundiera mi cara entre sus piernas, obligándome a saborear una profundidad húmeda y oscura (DELIRANTE) Oscura. Como un túnel. Un túnel donde me hundo y pierdo el nombre. Un túnel infinito. Oscuro. Oscuro como la calle. ¿Cómo se les pide perdón a los muertos? (VIOLENTO) ¿Qué es lo que quiere que le reconozca, doktor Freud? No tengo nada que reconocerle. Usted se fue. Solo dejo una ventana vacía, sorda, con todos mis muertos encerrados en su diván. Usted se fue con su familia y su zoológico de ratas y lobos y a mí no me llevó. (RESPONDE) ¡Sí, lo sé! Fue el día que se llevaron a su hija Anna a la Gestapo, y usted no tenía cabeza para atender a nadie. Se olvidó que yo estaba en su consultorio cuando le dieron la noticia. Usted afuera, desesperado, pidiéndole ayuda a la princesa Bonaparte; y yo… Yo no sabía que hacer. (RESPONDE) Si, se llevaron a Anna, y podían llevárselo a usted, a mí, a cualquiera; y si Anna no regresaba al día siguiente… ¡Dios! Me quedé paralizado. No quería hacer ruido. Trepé sobre su escritorio. Caminé con sigilo sobre las hojas manuscritas, oliendo esa deliciosa tinta fresca Tinta fresca.Esquivando las estatuillas de ídolos antiguos que vigilaban celosos sus letras, pero a un gato… a un gato jamás un ídolo de piedra le impedirá leer los secretos. “Hombre de las ratas”. “Hombre de los lobos” y en un papel, mi nombre… Usted abrió la puerta: “¿Qué hace allí, Robert?” “¿Usted le pone nombre de animales a sus pacientes, herr doktor?” “Bájese de mi escritorio, Robert” “Ya, mein doktor. Ya”
(ROBERT LLORA. DE PRONTO, MIRA HACIA UN PUNTO. RECHAZA EL CONTACTO. CARA CONTRA EL PISO. ESCONDE LA CABEZA ENTRE LAS MANOS. UN ESPASMO EN LA ESPALDA. COMO SI ALGUIEN LE ACARICIARA LA ESPALDA. RONRONEA. SE PASA UNA MANO-PATA POR LA CARA SECANDO SU LLANTO)
ROBERT: Freud tenía un gato ¡Jofy!… (CURIOSO) ¿Se lo trajo a Londres? No abandonaría a su mascota, después de tener que dejarlo todo… casa… familia… (PARA SÍ, BALANCEÁNDOSE) Un gato no se abandona. No se deja nunca. (TRANSICIÓN) Si no lo hubieran dejado entrar a Inglaterra habría tenido que volver a su casa. Freud no era piloto de avión. No. Era médico. No volaba. Las mujeres sí porque chillan como gaviotas. Freud no era piloto. No. Él se montó en el avión con su perro, digo, gato, digo gaviotas, digo, lobos, digo ratas, digo sangre en su garganta dejando todo atrás para irse lejos. Lejos de las gaviotas y de Frau Hilda. Frau Hilda con su billete en mano y mi cara entre sus piernas. “Él es mío, es mi preferido”. Escondiendo mi secreto. Hagamos el amor Frau Hilda, hagamos el amor, déjeme satisfacerla. Deje que este judío la ame por última vez. No vuelvas a repetir esa palabra. No vuelvas a repetirla (SE GOLPEA LA CABEZA) Ellos humillan a los tuyos. Matan a los tuyos. No puedes amar a una mujer casada. No puedes amar a quien te odia. No puedes amar. No puedes desear a la mujer de tu prójimo. No eres un hombre. Eres un judío. (SE TAPA LOS OIDOS) No quiero oír más. Dígales que se callen, doctor. Dígales que se… (LANZA TERRIBLE MAULLIDO Y ZARPAZO) ¡Eres un gato!
ROBERTO DE PRONTO QUEDA EXTATICO, BALANCEÁNDOSE.
ROBERTO: Freud quería mucho a su gato. En las fotografías salía retratado con Jofi. Mozart… A Freud le gustaba. La escuchaba con su gato Jofy. ¿o Topsy? (TARAREA) Y le gustaba cantar el Don Giovanni por aquella aria: “Un lazo de amistad nos une a ambos” (PARA SÍ) A ambos. En Viena no había gaviotas, doctor. No había gaviotas porque Freud no tenía que esconderse en un bar. (RÍE. LUEGO, DESCONCERTADO) Freud decía que tenía un perro pero era un gato. (CITANDO EN AUTOMÁTICO) “Puedo citar los motivos de que se pueda querer tanto a un animal como Jofi con tanta intensidad: se trata de un afecto sin ambivalencia, de la simplicidad de una vida liberada de los casi insoportables conflictos de la cultura, de la belleza de una existencia completa en si misma… (SE QUIEBRA) Cuando acaricio a Jofi me sorprendo tarareando una melodía a pesar de mi mal oído (TARAREA EL ARIA DE DON GIOVANNI) – un lazo de amistad nos une a ambos” (DE NUEVO SE RECOMPONE Y MÁS EN AUTOMATICO Y RÁPIDO, SE INCORPORA) Carta a Marie Bonaparte, 6 de diciembre de 1936. (CAMBIA DE ACTITUD) Qué manía de guardar cartas, y conservar cartas, como si con eso se ganara la inmortalidad. Doktor Freud listo para el abordaje. Doktor Freud huye. Doktor Freud pide ser liberado. Permiso para el despegue. Permiso para el destierro (MOLESTO. MUY RÁPIDO) No, no, no, no, no… (GRITA TAPÁNDOSE LOS OÍDOS) Dígales que se callen. (SE RECOMPONE. SUSURRA) ¿Quemaron sus libros doctor? En una plaza pública quemaron todos sus libros. Los libros de Freud ardían. Eran prohibidos. Como bailar, como comer, como recibir billetes en las ingles porque si no vienen ellos y amenazan, ¿dónde está mi dinero? Miau, Jofi ladra. (ATERRADO) Miau, suben las escaleras. Miau, son ellos. (NARRA AUSENTE) Freud tuvo que huir para no arder como sus libros, mientras abajo en la tierra la muerte. Y sus pacientes. “Encárguese de mi sobrino huérfano, doktor. Su comportamiento es como… ¿Cómo qué? (BALANCEÁNDOSE. SE TAPA LOS OÍDOS) Déjenme solo con mi gato. No quiero ir a Viena, tío. No quiero ir a Viena. No quiero dejar Berlín. No quiero ver a más nadie que degüellen en un poste…
(ROBERT QUEDA EXTÁTICO VIENDO HACIA ADELANTE. MUEVE LOS HOMBROS COMO SI RECHAZARA UN CONTACTO)
ROBERT: (IMITA A FREUD) “Mein lieben Robert, compartiré con usted unas palabras que una vez dije a mi amiga Marie Bonaparte: Cuando uno comienza a preguntarse acerca del sentido y el valor de la vida está enfermo… está enfermo… está enfermo… porque objetivamente ni el uno, ni el otro existen” …
(ROBERTO SE DETIENE, MECIÉNDOSE POCO A POCO, EMITIENDO UN SONIDO SIMILAR AL DE LOS GATOS AMENAZADOS, PROFUNDO, ALARGADO, GRAVE)
VUELTA A LA ILUMINACION DEL INICIO.
ROBERT: Medianoche en 20 Maresfield Hampstead. Una vez más me cuelo por la ventana y camino sobre sus mesas, y sus armarios Biedermeier, y sus estatuas griegas, romanas, egipcias. Un garabato sobre el escritorio con su letra: “Mística, la oscura percepción de sí del reino que está fuera del yo, del ello” El reino que está fuera del yo. ¿Esto fue lo último que escribió, mein lieben doktor? Maúlleme como se siente estar allí, mein doktor. Nadie lo escuchará. Excepto yo… Fuera de este cuarto están demasiado ocupados llorándolo como para escucharlo, herr doctor. Maúlleme como es ese reino que está fuera del yo. No me abandone una vez más. Cuéntemelo… Solo a mí… Solo a mí… No me abandone una vez más…
Johnny Gavlovski. Escritor, dramaturgo, psicoanalista y psicólogo clínico venezolano. Entre sus obras teatrales se encuentran El hombre que quiso amar (2020), El gato de Freud (2017) y La última sesión (2001). Sus poemarios incluyen: Poemas químicos (2024) y Red de Seda (2024). Es colaborador de los portales Prodavinci, Papel Literario del Diario El Nacional, y Letralia. Profesor en la Universidad Metropolitana de Caracas y director académico de la plataforma de educación virtual Cultura Mundis. Reside en Caracas.