“Esa batalla suya, la última que libró, debía ser contada”: Gina Montaner escribe sobre la eutanasia de su padre, el intelectual Carlos Alberto Montaner

Helen Hernandez Hormilla

 
 
 

Gina Montaner

 
 

La muerte —única certeza que nos acompaña en este azaroso viaje de la vida— llegó por decisión propia para el intelectual cubanoamericano Carlos Alberto Montaner. Después de ser diagnosticado con una enfermedad neurodegenerativa grave, optó por acogerse a la Ley de Eutanasia en España y marcharse de este mundo en sus propios términos, en absoluta coherencia con lo que había defendido durante toda su vida. Fue su primogénita Gina —también periodista y escritora— la elegida para ayudarlo a gestionar su propia muerte. De ese proceso pleno de aprendizajes, dolores y más de un descubrimiento surgió el libro Deséenme un buen viaje. Memorias de una despedida (Editorial Planeta, 2024). Gina Montaner es autora de la novela La mala fama (2011), columnista para varios periódicos de Latinoamérica y Estados Unidos y con más de 40 años dedicada al periodismo. Sin embargo, este libro muestra mucho más que su ineludible destreza literaria y la agudez de su pensamiento. Es un testimonio íntimo, sincero y que conmueve porque ha sido escrito desde la profundidad del alma. Mientras narra los últimos meses de vida de su padre, Gina también retrata la historia de su familia, marcada por el exilio y el desarraigo. Nos presenta un tema apenas abordado en la literatura contemporánea en español: el de la eutanasia, pero con una reflexión abierta a asuntos universales como el amor incondicional, la familia, la migración y la necesidad de encontrar un lugar en el mundo. Desde su lanzamiento en el otoño de 2024, Deséenme un buen viaje ha captado elogios de lectores, prensa y crítica en Estados Unidos, México y España, donde acaba de ser publicado. La autora accedió a hablar con Enclave sobre su proceso de escritura y sobre las múltiples enseñanzas que han llegado con este libro.

 

Helen Hernandez Hormilla. Tu libro Deséenme un buen viaje narra el proceso por el que ayudaste a tu padre a solicitar la eutanasia luego de haber sido diagnosticado de una enfermedad incurable. Comienzas justo narrando el momento en que te lo pidió, tranquilamente, en una cafetería de Miami. ¿De dónde sacaste la fuerza para aceptar una solicitud como esa, para dejarlo todo y ayudarlo a morir?

 

Gina Montaner. Yo era consciente del gradual deterioro de mi padre y, de algún modo, tenía la certeza de que eventualmente plantearía su deseo de una muerte asistida porque siempre había defendido ese derecho. Eso no evitó que sintiera un inmenso pesar cuando me pidió que lo ayudara. Una cosa son los sentimientos y otra el compromiso con alguien a quien amas mucho y debes apoyar. De ahí vino la fuerza necesaria para dejar la vida que hasta entonces tenía y convertirme en su gestora y defensora para un trámite complicado. Lo primordial no eran mis sentimientos, sino respetar su deseo.

 

HHH. De lo más hermoso y sobrecogedor del libro es tu narración sobre esos momentos de pura vida que experimentaron en familia esos 8 meses dedicados completamente a él. ¿Qué aprendiste de esa última etapa a su lado y cuánto de eso se refleja en el libro?

 

GM. En efecto, a pesar del duelo anticipado, vivimos los últimos ocho meses de su vida con una intensidad extraordinaria que incluía tristeza, pero también la dicha de esas conversaciones y paseos con él que me sirvieron para que esas vivencias me acompañen ahora que ya no está. En el libro quise delinear dos viajes: el vital por el recorrido de una vida interesante y plena con alguien como mi padre y ese último viaje, el que acabaría con su despedida, muy íntimo y cuyo desenlace es su partida voluntaria antes de su total deterioro. Aprendí, y quiero creer que lo trasmito en el libro, la importancia de anteponer el respeto al otro al egoísmo de querer retenerlo.

 
 

HHH. ¿Qué fue lo que más te costó de todo ese tiempo y cómo lo afrontaste?

 

GM. El día a día era muy duro porque los trámites burocráticos, las reticencias de los médicos, las constantes consultas y también el cuidado que mi padre requería para evitar accidentes representaban un desgaste mental y también físico. Vivíamos en esa vorágine que incluía la batalla para que saliera adelante su solicitud de muerte asistida. Yo sentía una tristeza infinita y, a la misma vez, era la gestora de mi padre. El apoyo y el asesoramiento de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) nos ayudó a transitar tan difícil proceso.

 

HHH. Existen muy pocos libros en la literatura en español sobre la eutanasia, ¿cuáles fueron los retos de tratar un tema tan complejo y a veces tabú?

 

GM. Es una muy buena pregunta que yo misma me hice antes de disponerme a escribir el libro. No quería que solo fuera un manual sobre cómo solicitar y llevar adelante un proceso de eutanasia. No pretendo hacer proselitismo de la causa, pero sí la defiendo por lo que significó para mi padre y por mis propias creencias. Pero, por tratarse también de la vida de alguien como él, un intelectual, analista político, activista entregado a la causa de la libertad en Cuba, deseaba escribir una suerte de memorias acerca de ese hogar que mi padre y mi madre construyeron y en el que crecimos mi hermano y yo: reminiscencias de una vida estimulante con ellos y marcada por el exilio. Inevitablemente, el libro tiene el elemento elegiaco de la despedida, pero también el de la gozosa aventura junto a un hombre generoso, con gran sentido del humor y siempre dispuesto a entablar una buena conversación. Ese fue el hogar en el que me formé y esas vivencias están presentes en el libro.

 

HHH. En el libro hablas de que debiste ayudar a convencer a tu madre, a tu familia… pero tú, ¿nunca dudaste? ¿Cuán difícil es dejar ir a un ser querido de esa manera, sin cuestionarle o cuestionarte a ti misma?

 

GM. Lo más difícil fue hacer de árbitro entre mis padres. Lógicamente, el instinto primario de mi madre era retener a quien fue su pareja desde los 14 años. Toda una vida juntos. Pero para mi padre el deterioro cognitivo y físico era intolerable y de ningún modo quería acabar postrado y enajenado mentalmente. Desde el principio, comprendí que mi misión era defenderlo de la resistencia de los demás, incluida mi madre. Afortunadamente, conté con el respaldo de mi hermano y de mis hijas. Su apoyo fue fundamental y, junto a mi sobrina, estuvieron con nosotros cuando a mi padre se le practicó la eutanasia. Quiero destacar que mi madre y él supieron despedirse con infinito amor.

 

HHH. Además del tema de la eutanasia, este libro es tu mirada a la vida de tu padre, exiliado cubano y luchador incansable por la democracia en Cuba. ¿Cómo fue ser la hija de Carlos Alberto Montaner el político, el intelectual incansable, el polemista?

 

GM. Más allá del peso intelectual de mi padre y su relevancia como luchador por la democracia en Cuba, una lucha que incluía la defensa de la libertad frente a los populismos de cualquier signo, lo que más valoro de él eran su sencillez y esa voluntad de ser un buen padre por encima de las vanidades que acompañan a tantos intelectuales. Era alguien muy cercano y nos enseñó el valor de ser una persona decente y atenta con los demás. Estoy convencida de que eso es lo más grande que te pueden trasmitir. En cuanto a su obra de ficción y ensayística, está ahí y pervive.

 

HHH. ¿Cómo es tu propia relación con Cuba?

 

GM. En el libro abordo mi actual relación con Cuba que, con el tiempo, ha cambiado. Crecí en un hogar donde la esperanza del regreso y la reconstrucción del país estaban muy presentes. Cuando cayó el Muro de Berlín, mi padre estaba convencido de que la dictadura castrista tenía los días contados. Estaba listo para un retorno que para él significaba contribuir a una transición pacífica que derivara en democracia y prosperidad para un pueblo muy castigado. Esa ilusión se fue desvaneciendo y, al cabo de más de 60 años, yo misma me alejé de ese sueño que era más de él y de mi madre que mío propio.

 

HHH. Escribes sobre las muchas patrias que has tenido y de cómo, finalmente, hallaste tu lugar en Madrid. Coméntanos por qué el desarraigo y el exilio fueron también medulares para entender esta historia.

 

GM. Mi compromiso con Cuba es moral, pero mis vivencias se relacionan a mi vida en España, donde llegué a los 10 años y donde me formé cultural y también sentimentalmente. El exilio y el desarraigo son experiencias traumáticas que dejan huella. Mi padre y yo hablamos bastante de ello en los últimos meses de su vida. Él se lamentaba de que no tuvo demasiado en cuenta lo que su militancia por la libertad de Cuba influyó en el desarraigo de sus hijos. Es decir, su mirada, siempre puesta en la isla de la que tuvo que huir y a la que nunca regresó, era una barrera para que mi hermano y yo echáramos raíces en nuestro país de adopción. Por otra parte, la experiencia del exilio te enriquece porque te permite verlo todo desde dentro y también desde fuera.

 

HHH. Carlos Alberto te animó a escribir sobre lo que estaban viviendo. Una vez que partió, ¿cómo fue tu camino escritura?

 

GM. Sí, fue una breve conversación y muy hacia el final, cuando quedaban pocos días para su partida. Yo lo había pensado. Al fin y al cabo, mi vida es el periodismo y la escritura. Pero en aquel momento mi pesar era muy grande. Tenía enfrente a la persona más cardinal de mi vida y muy pronto le diría adiós para siempre. Mi padre pensaba, con razón, que esa batalla suya, la última que libró, debía ser contada y confiaba en mí. Como casi siempre, tenía razón. La vida con él merecía que yo me sentara a escribirla.

 

HHH. A pesar de ser un tema controversial, la mayoría de la crítica y las opiniones de lectores sobre el libro son positivas. ¿Por qué crees que el libro empatiza tan bien?

 

GM. Es algo que me inquietaba porque, efectivamente, el derecho a la eutanasia es una cuestión que puede ser espinosa. Sin embargo, son muchas las personas que en las presentaciones, eventos y hasta mensajes en las redes sociales, me han expresado solidaridad con tan complejo tema. Lo más gratificante es la cantidad de personas que está enfrentando situaciones similares; tanta gente cuidando a sus mayores que ha compartido conmigo sus angustias y dudas. Lo relevante es el amor que les proporcionamos a nuestros seres queridos en el tramo final para que lo vivan con dignidad. Creo que en el libro abordo la necesidad de arroparlos con el debido respeto que merecen y el lector se identifica con ello.

 

HHH. Te compartes entre dos países, España y Estados Unidos -—aunque ya no vives aquí—. ¿Qué crees que le aporta a la sociedad de hoy un libro como este?

 

GM. Me gusta citar al director de cine Costa Gavras, quien, a sus 91 años, acaba de estrenar un filme, El último suspiro, que trata sobre el derecho a la eutanasia. Costa Gavras afirma: “La eutanasia es una cuestión del siglo XXI”. Así es. Vivimos cada vez más años en naciones con poblaciones envejecientes. Pienso que es importante contar con opciones hacia el final de la vida. En España gozamos de una ley de eutanasia relativamente nueva que se ajusta a los tiempos que cambian. En el caso de Estados Unidos, sigue siendo una asignatura pendiente que invita a un debate serio.

 

HHH. Deséenme un buen viaje destaca por tener una escritura muy cuidada, una emoción desbordada, pero que no se siente como catarsis. Cuéntanos de la Gina escritora. ¿Qué espacio tiene la literatura en tu vida?

 

GM. La literatura forma parte integral de mi vida al igual que el cine. Son mis dos grandes pasiones. Una, la escritura, la ejerzo lo mejor que puedo. Y el cine lo disfruto como espectadora dispuesta a sentir emociones frente a la gran pantalla. Cuando escribo, lo experimento como un guion que avanza en mi cabeza. Para mí, escribir es una película sobre papel.

 

HHH. Después de lo que has vivido, ¿cambió tu imagen sobre la muerte?

 

GM. Sí, porque durante meses viví inmersa en un viaje que conduciría a mi padre a esa muerte voluntaria por medio de la eutanasia. Yo lo acompañé hasta la puerta de salida. Junto a mi madre y mi hermano, estaba con él en el momento en que se marchó en cuestión de segundos y dulcemente. Eso te transforma. Nunca tuve un miedo especial a la muerte y ahora, mucho menos. Vivir es un viaje con principio y fin. Sin más.

 

HHH. Escribiste una novela, tienes una carrera vasta como periodista y columnista… Seguro que sigues escribiendo después de este libro, ¿quieres adelantarnos lo que viene ahora?

 

GM. Durante años estuve ocupada, y mucho, en la redacción de informativos. Amo el periodismo y la adrenalina que conlleva la actualidad, pero, después de la aventura de Deséenme un buen viaje, retomo la ficción con entusiasmo. En sus memorias, Sin ir más lejos, mi padre se preguntaba si yo acabaría siendo una escritora de una sola novela. Hoy podría decirle que su temor era infundado. He comenzado a escribir una novela a partir de una pregunta: ¿Es el enamoramiento un fenómeno puramente aleatorio? Por ahí va la historia que ahora ocupa mis días.

 
 
 

Helen Hernandez Hormilla es una periodista y autora cubana. Ha publicado Mujeres en crisis. Aproximaciones a lo femenino en las narradoras cubanas de los noventa (2011) y Palabras sin velo: Entrevistas y cuentos de escritoras cubanas (2013). Obtuvo una maestría en lengua, literatura y lingüística por la Universidad de Miami. En Estados Unidos ha trabajado para Univisión, Telemundo y Yahoo Noticias. Actualmente trabaja en el área de digital Media para Grupo Planeta en USA. Reside en Miami.