Ramón Hondal
De Prótesis
Introducción a qué
En cada cuerpo hay una pierna que se arrastra y que es la pata vieja de una silla. Los ojos están quemados y fríos, miran su derrumbe en cámara lenta. Estos ojos no son espectadores, son actores de un cuerpo que es de los escombros.
Las manos son dos palos viejos que sujetan una muleta junto al desequilibrio de sus pasos, a un libro viejo y deshojado. Los rostros, ¿dónde quedaron los rostros? Ahí están ocultos en almohadones bajo las quemaduras del soplete que a todos, más que con un ardor, ha marcado como se marca el cuerpo del animal, del ganado, de la bestia.
Las ropas roídas, los muebles empolvados, los objetos rotos, el derrumbe de los cuerpos, de los sitios, de costumbres, los viejos venden periódicos, y se equiparan objetos y cuerpos en una misma miseria.
Todo ha quedado oculto detrás de las puertas de un Almacén que simula estar Afuera, el almacén de todos los que se derrumbaron y de los que nos derrumbamos hoy. Tras esas puertas está sentado Lezama con su camisetica y su ombligo al aire, pitico parado. Igual Virgilio. Igual mi abuela mirando la televisión o cosiendo, ya muerta, y todas las abuelas, junto a mi madre, aún viva, y a todas las madres, conmigo y con todos mirando de lejos a cada rostro marcado con los gestos que han hecho tallar bajo este instinto militar con el mismo soplete. Igual todo. Igual todos.
Tras las puertas de ese Almacén está el patio de recreo lleno de polvo, de parches, de patas viejas de mesas y sillas, que se han convertido en piernas, en gestos y manos marcadas con fuego en almohadones, rostros de metal oxidado de miradas frías, ojos de los escombros que han sido y que la humedad se come. Estamos húmedos bajo la fuerza del instinto militar que se ha metido en esos almohadones que nos sirven de cabeza, con la calma del moho.
Las columnas están vencidas, las piernas-patas de mesa-silla están vencidas, los órganos viejos y cansados. Comején, humedad, años y retórica, cavan en las mismas piernas, hunden los cimientos, sus muletas, sus piernitas flacas.
Queda uno sosteniéndose en sus piernas-patas de mesa-silla, uno sosteniéndose como ese Lezama olvidado en un Almacén con su camisetica y su ombligo al aire, los dos, pitico parado.
Entonces tragarse la cabeza / la otra en mano que escribe / la que lleva el dedo en alto y señala la página / a esta palabra / aquella no / eso que se traba en la garganta / eso en el dedo en la garganta / que llega hasta el estómago para reconstruir / dedo presionando la boca del estómago / una escritura revuelta en jugo gástrico / reconstruir a partir del estómago / dedo adentro aprieta afuera / se calla y no se dice una palabra para no ser reconstruido / se calla y desde la cabeza cae un trozo de caspa / caspa por el dedo de una prótesis que está en la letra / tendida en la hoja / mientras circula de un lado a otro en patio de recreo / en prótesis que escribe
***
Arrastrarse no con los pies / no con las manos / no con la cabeza / arrastrarse con la mejor prótesis / olvidar con gesto de arrastre / el estómago descompuesto por el dedo duro señalador de la mano que escribe la letra / el cerebro obstruido por el dedo en alto / este arrastre viene a reconstruir para que el ojo no vea / y se arrastra por el patio de recreo / inmaduro / grita / metiendo el dedo siempre en el ojo que mira por el hueco / el ojo que mira por el hueco apretado por el dedo / el ojo grita y se retuerce / cae al suelo / resuenan contra el suelo las prótesis / y se tapa el hueco / no hay letra / reconstrucción maquillada / lo que queda en silencio por lo que reconstruye / ese que apunta arriba con un solo dedo / cabeza en alto / a pie en zapato / todo entre cabeza y pie por el dedo en alto / ese que apunta arriba / a cabeza en alto / a pie en zapato / apunta a la caspa señalada / todo agrupado en bulto / igual la caspa en bulto / ahí en el papel blanco donde se escribe la letra a reconstruir / el ojo pueda ver / al mismo tiempo que el dedo sigue en la garganta / y las palabras no se pueden decir / y se escribe para luego reconstruir / si resuena el dedo apunta al ojo / aquí no se muestra nada
De La caja
Las losas Pero están las losas de la habitación de aquel que se pierde. Las laderas entre las montañas dan un curso a seguir, los árboles le acompañan. Algo se le ha roto. Sigue un camino y no lo tiene. Ya no busca. Explora en su cabeza. Y allí hay alguien más. Voces dicen la cordura y las sigue lo mismo que al camino. Va detrás de cualquier voz que lo pierda más allá de la ciudad, de las personas, donde no hay ciudad que ver, personas que tratar. No hay voz afuera. Solo dentro. Su diálogo el monologo. Se dirá y se responderá. Hay un crimen. Hay un castigo. Hay un acorde. Hay una forma. No hay otro. Un duelo. Un dueto. El de su misma voz. Se repite para escuchar algo, a alguien. No queda nada del otro lado. No hay otro lado. Hay la carga de una Caja. Y la arrastra a una habitación donde va de un lado a otro. Se arrastra. Camina sin dirección a paso suave, cansado. Entre las losas tampoco hay camino pero decirse aquí sí allá no hace que sea algo. Salta de un cuadrado seguro a otro inseguro. Convierte los dibujos de las losas y las líneas del suelo en fronteras a las que se puede visitar pisar, a las que no se puede visitar-pisar. Tiene un recorrido a lo largo de la casa. No sabe cuál es. Al paso decide: aquí sí aquí no. Respeta el silencio para poder escuchar la música que detrás suena. Hay algo roto. Ya no hay dueto solo duelo. No hay voz. Hace silencio para dejar colocar en los sonidos las entradas. Entra un pie en un cuadrado del suelo. Aquí sí. En el indicado. Los dibujos del suelo son montañas y árboles. Ya no hay dueto. Hay duelo. Mirar al suelo. Allí sí. Allí no. Las losas. Las líneas. Los dibujos. No hay que levantar la vista.
Volver a pisar Uno vuelve a pisar donde ya había pisado con el mismo pie y con el otro pie donde había pisado hasta que en el suelo las líneas se confunden y ya no hay líneas y todo el paisaje del terreno se vuelve fango de pasos que pisan y pisan donde se había pisado para estar en el mismo sitio en soledad total pero que más adelante y después y allá donde no hay lo que antes hubo y solo lo que es hoy cuando uno vuelve a pisar donde ya se ha pisado. Y es que estos pasos dados en una dirección se vuelven una línea que se estrecha y el camino hecho en el suelo responde a un trazado de un mapa olvidado que se tiene en la cabeza cuando se vuelve sobre lo pisado y se hace lo que antes fue hecho con el mismo paso y con la misma fuerza con que anteriormente hizo y trató de pisar en el punto exacto donde había que pisar pero no hay punto ni lugar exacto en esta maraña de suelos vacíos ausentes de algo que invite a un punto sí a otro no tal como las losas hacen en el suelo y donde no se sabe cuándo sí cuándo no. Y recae en el mismo paso en el mismo punto en la misma línea trazada ante uno y que uno ve ahí tendida y se dice que esa línea no la va a andar nuevamente y termina sobre ella en un volver a pisar dando brincos idiotas diciendo bien alto para que todos escuchen que uno sabía que uno no se ha equivocado que uno no ha recaído que uno no es de los que vuelve a pisar la misma línea una vez la ha pisado ya y en esa línea ha dejado un trozo profundo y oscuro de uno y sabe que en esa línea yace un muerto que hace mucho enterró justo ahí en ese tramo debajo del pie para verse más tarde arando la tierra con las uñas para sacar el cadáver de otro que nunca enterró y que sigue intacto y que toma de las manos y mira a los ojos como a la imagen de botiquín mientras en el suelo las líneas se borran y ya no queda nada debajo de los pies.
De Scratch
Tres
Los surcos de los discos, las vueltas. Cuando está en marcha el mecanismo el sonido se vuelve giro, vuelta seca.
No se ve qué tramo abre la aguja en el surco, una delgada línea parece redonda, una y otra vez, estrechándose hacía un centro que no achica el sonido.
La música, como el surco, tiene un principio y un fin en el disco. El surco comienza y acaba con la música.
Allí, entre surco y sonido, una vuelta constante para avanzar y reducir. Por un lado y otro. Una vuelta. Dos vueltas. Dos.
Y el tramo se achica.
Cuatro
Está el Scratch. El Scratch, ¿qué es?
Se limpia el disco para eliminar el Scratch. No. Se mantiene el Scratch. El Scratch es parte de la música, y tanto se quiere la música, rememorar, como ese Scratch que se cuela desde el surco hasta el oído y hace saltar la aguja que marcha y marcha.
El Scratch es el ruido, lo que interfiere, lo que debería sobrar. Pero no sobra. El Scratch no sobra. Uno. Dos. Uno tras otro. Tres. Cuatro. No sobra.
La vuelta del disco viene con el Scratch. La vuelta del sonido. La música le debe al Scratch, al ruido.
Está el Scratch. Scratch. Aunque se limpia queda el Scratch. Polvo insistente en el surco es el Scratch. Clava su punto de polvo en el punto eléctrico de la aguja y hace su propia música.
El Scratch.
Seis
Limpiar los discos.
Agua. Espuma. Cepillo con esos pelos finos que entran en los surcos y sacan el polvo.
Limpiar el cuerpo.
No hay cepillo que entre en el poro y saque lo enfermo.
Los pelos tocan la música grabada dentro, en el cuerpo del disco.
Oscuro contacto que no es el de la aguja. Este contacto deja muerto el roce que debería hacer el sonido.
El cuerpo calla los órganos dentro. Un disco con surcos pero silencioso el cuerpo.
Siete
Reconstruir el cuerpo como se ha hecho con estos sonidos por una aguja. Esa rotación dice una voz que el tocadiscos ha hecho reaparecer.
El cuerpo sin voz produce olores.
Salir fuera del círculo del cuerpo
Rotar fuera del margen que debe recorrer la aguja.
El cuerpo sin voz produce espasmos.
Reconstruir el disco, el cuerpo del sonido
Dejar detrás el círculo que le narra
Y salir.