Patricia Suárez
(XII Premio de Guiones de Teatro Breve “Café Bar Bilbao”)
Personajes:
Marietta, modista.
Don Pipo, viejo
Turiddu, hijo de Marietta
Escena única.
Taller de costura de Marietta. En el centro una mesa, al costado un maniquí, hacia el otro costado un biombo abierto tras el cual se miden las clientas.
Marietta (sola, al biombo): Es la sisa. Es el canesú. Espere que me fijo… (Va hacia el biombo). No le escucho. ¿Está mal de la garganta? ¿Por qué habla tan bajo? ¿Quién la oye? ¿Dios? ¿Dios en lo Alto? Má, no. No le interesa cómo le queda el vestido a usted, doña Gertrudis. Tiene tantos problemas, con la guerra… todos los tullidos que quedaron… ¿Del techo, dice usted? ¿Una gotera que yo tenga? No sé… Vistáse, vamos. Le va a agarrar neumonía, vistáse.
Golpe a la puerta.
Marietta: ¿Quién?
Turiddu: Yo, mama.
Marietta: ¿Qué pasa? Estoy con clienta.
Turiddu: ¿Puedo ir al potrerito?
Marietta: No.
Turiddu: Me paso el día adentro, mamá.
Marietta: Estudia. Para ser un gran hombre…
Turiddu: Ya estudié. Yo quiero ser soldado, no cura.
Marietta: Vos vas a ser lo que yo te diga: que para eso te doy de comer, lavo y te plancho la ropa tuya. (A la clienta.) Mire qué tupé, el desgraciado. Se me insolenta. ¿Los suyos son así? ¡Ah, qué cabeza! Cierto que usted no tiene hijos. Se quedó para vestir santos: mejor así. Menos preocupación.
Turiddu: Dejéme, mama.
Marietta: Te hablo en chino yo, Turiddu?
Turiddu: Un ratito.
Marietta: No.
Turiddu: Deme plata para ir a comprar unas canicas.
Marietta: ¿A tu edad?
Turiddu: ¿Qué tiene?
Marietta: Semejante grandulón vas a estar jugando con las canicas. ¿Vas a tener novia y estás con las bolitas? ¿Qué va a pensar la gente? ¿Que tuviste la meningitis y quedaste idiota? No. No hay plata para canicas.
Turiddu: Mamma…
Marietta: ¡Basta! ¡Me vas a gastar el nombre! Andáte de acá.
Turiddu: Pero, mamma…
Marietta: Andáte, Turiddu. Te tengo prohibido que pises el taller cuando hay gente. (Fuera de escena, chistido de la clienta. Marietta se levanta y va hacia el biombo.)¿Qué pasa? ¿Cómo que cae el yeso? ¡Ah! La lluvia de los otros días aflojó el yeso. ¡La Madonna, otro gasto más! Deme, yo la ayudo con los botones, dése vuelta así. Ahí está… faltan tres, dos, uno… (Se asoma.) Si cuando salgo te veo en el taller, Turiddu, te tiro con la zapatilla. (Saca medio cuerpo del biombo.) ¡Sigues ahí como una estatua! (La amaga tirarle la zapatilla, Turiddu sale corriendo de la escena.) Habrase visto, sinvergüenza. Salgo, señora, a ver adónde se mete este chico. ¿Le traigo un vaso con agua? No le traigo nada, muy bien.
Marietta sale.
En penumbras y subrepticiamente, entra Turiddu seguido de don Pipo.
Turiddu (va detrás del biombo): Aquí se descascaró. Culpa suya.
Don Pipo: Mocoso insolente.
Turiddu: Pero si es verdad. Usted se apoya con todo el cuerpo y el reboque salta. Sea cuidadoso, don Pipo.
Don Pipo: No te meto un esquiafo, mirá… Por respeto a tu madre.
Turiddu: Me debe doscientas diez liras.
Don Pipo: Es tu madre, ¿cómo le vas a cobrar? ¡Mal hijo! Esto en mi época…
Turiddu: Usted me las debe.
Don Pipo: No puede ser.
Turiddu: Le hago la cuenta: Flora di Salvo. Antonia Garmendia. Ramona García… Una, dos, tres. Doscientas diez liras. Setenta cada una. Siete pesos.
Don Pipo: Así no vale.
Turiddu: Setenta cada una. ¿En qué quedamos, don Pipo? Era un trato.
Don Pipo: La señorita Ramona García se hizo confeccionar falda para el té.
Turiddu: ¿Y?
Don Pipo: ¿Y? ¿Y? Nosotros arreglamos por busto.
Turiddu: ¿Qué más quiere? Acá la vio en calzones.
Don Pipo: No vi nada. Si el buraco no está en el zócalo, está en la azotea. Lo de abajo no sé. Además llevaba combinación.
Turiddu: Mire qué modesta la Ramona. Y se cuenta cada cosa de ella…
Don Pipo: Oye, Turiddu. A mí no me importa la mala reputación de la señorita Ramona…
Turiddu: No, si ya lo sé. Es como dice la mamma…
Don Pipo: ¿Qué dice?
Turiddu: Nada, nada.
Don Pipo: ¿Cómo nada? Habla de mí. Mucho ojo con lo que se dice de mí. Yo soy un hombre de respeto. Dime lo que dijo mi comadre, Turiddu.
Turiddu: Cosas de mujeres.
Don Pipo: ¿Pero qué? ¿¿Qué??
Turiddu: Pregunta qué hace usted que viene tanto a la casa.
Don Pipo: Soy albañil, le arreglo el techo. ¿No le dijiste?
Turiddu: Le dije.
Don Pipo: ¿Y?
Turiddu: No me cree.
Don Pipo: ¿Ah, no? ¿Y qué cree?
Turiddu: Dejélo así, don Pipo.
Don Pipo: No, no. Dime.
Turiddu: Uf. Cree que usted está… ¿cómo se dice? Enamorado de ella.
Don Pipo: ¿Yo? ¿De tu mamma? Dios bendito, lo único que… ¿Así que se cree que hago el galán?
Turiddu: Eh.
Don Pipo: Qué barbaridad, la imaginación de las mujeres. ¿Qué dice? Yo notaba que ella me ponía ojitos… ¿Qué dice, Turiddu? Vamos, cuéntame. Soy tu padrino. Era el amigo de tu abuelo, don Celso allá en Siracusa lejana… ¿Me ve buen mozo? Esta parte de las cejas la tengo igual a Rodolfo Valentino. Ya me lo han dicho. Y la boca, mira cuando sonrío. Estoy igual al Zorzal.
Turiddu: ¿Quién?
Don Pipo: Me entiendes… un don juan…
Turiddu: Ella dice: Ya está otra vez este viejo escrofuloso rompiéndome los quinotos. Me anda atrás como una gallina clueca, ¿por qué no lo pisará un tranvía?
Don Pipo (sorprendido): Linda manera de hablar tu madre.
Turiddu: No hizo el catecismo. Yo lo sé. Dice que lo hizo, pero no lo hizo.
Don Pipo: Es altanera.
Turiddu: …
Don Pipo: No, no. Es altanera. Por los ojos, lindos ojos. Busto como doña di Salvi no tiene.
Turiddu: Oiga, que es mi madre. ¿Qué opina? ¿Que la anda mirando?, ¿comparando con esas perdidas?
Don Pipo: No, si no comparo. Digo que tu madre…
Entra Marietta.
Don Pipo: Justo.
Marietta: Esto ya parece el Congreso de la Nación. Todos entran, todos hablan, discuten… sin que nadie los invite.
Don Pipo: Disculpe, doña Marietta. Tiene razón. Acá el nene me hizo pasar para que le pase la cuchara que se cayó el reboque, dijo. Es que este no es buen yeso. Yo soy yesero de antes…
Marietta: Arréglelo, don Pipo. Al final se pasa la semana en mi casa arreglándolo todo. Parece que esta casa está hecha de merengue. (A Turiddu) ¿Vos qué estás haciendo? ¿Sos aprendiz ahora de albañil? Entonces vuela de acá y repasa las tablas de multiplicar.
Turiddu: ¿Ahora?
Marietta: No, el próximo año. ¡Claro que ahora!
Turiddu: Pero, mamma. Don Pipo me estaba enseñando de qué está hecho el yeso. Eso me sirve para la clase de química.
Don Pipo: ¿Yo te estaba…?
Turiddu (asiente haciéndose el inocente): Sí, sí.
Marietta: Yo te voy a dar una lección de anatomía, Turiddu. Ven aquí cerquita que te muestro con la zapatilla cómo se llaman los músculos donde acaba la espalda. Ven…, ven… (Turiddu sale corriendo.) Hace travesura, pero no se me pone al alcance de la mano para que le dé…
Don Pipo (sin entender): ¿Qué le dé?
Marietta: Un chancletazo que le dé.
Don Pipo: Ah, ah.
Marietta (inspeccionando el arreglo): ¿Cuánto tiempo va a estar?
Don Pipo: Eh, no sé…
Marietta: Yo tengo que coser. Y a las tres viene una señora a medirse, necesito que me deje esto arreglado, limpio y barrido.
Don Pipo: Sí, doña Marietta.
Marietta: Puede decirme Marietta solo.
Don Pipo: …
Marietta: Después de todo, usted fue amigo de mi suegro.
Don Pipo: Un gran hombre. En paz descanse.
Marietta: Lo dudo.
Don Pipo: …
Marietta: ¿Le pasó el malestar en el estómago?
Don Pipo: Sí, gracias al té de yuyo que usted…
Marietta: No siga comiendo lo que le hace Caridad.
Don Pipo: ¿Cómo?
Marietta: Lo que le hace Caridad, doña Caridad, la mujer del casero. Usted vive en el Inquilinato de los Vidrios Rotos, ella le cocina. ¿Es así o no es así? (Don Pipo asiente con lentitud.) Parece que hablo con un tonto a veces, don Pipo. Disculpe que se lo diga, pero yo soy su amiga y alguien se lo tiene que decir. Usted no es un viejo carcacho todavía, cumplió los sesenta hace poco; tiene que tener la cabeza más joven, ser más rápido para contestar… Así (chasquea los dedos.) Yo le hablo y parece que hasta que no le llega el eco de todo lo que le digo, no me dice ni mu, yo me quedo parada sin saber si entendió, si no entendió, si está ofendido… ¿eh? Para mí es muy importante un hombre con rapidez al hablar. No uno que se queda como papando moscas…
Pausa
Don Pipo: ¿Usted es mi amiga?
Marietta: ¿Qué?
Don Pipo: Usted dijo que es mi amiga.
Marietta: Y sí.
Don Pipo: ¿Yo soy su amigo para usted?
Marietta: ¿Qué quiere decir, don Pipo? Mire, no me haga el poeta porque hoy no puedo. Hoy no estoy para la bella luna, ni la ola encrespada, ni balconear serenatas. ¿Sabe qué? Le hice el vestidito floreado a Lucía Santos. Hace un mes vino y se lo probó, le sentaba perfecto. Ahora volvió ayer y no le entra. La manga japonesa le queda atorada… Esa muchacha engordó, esa muchacha está en estado… ¿Pero qué pasa? Yo tengo que descoser, remendar, agregar, volver a coser que no se note la puntada antigua… Esto no es vida, porque yo me desespero por el vientre que le viene así y ella ni se mosquea y da cuantos malos pasos quiere sin pensar que trae hijos al mundo ¡¡¡y hay que agrandar los vestidos!!! ¡Se piensa que es una avispa! ¡Mire si estoy hoy para escuchar versitos, yo!
Don Pipo: Hoy no hay luna. Se hizo con agua la semana pasada, así que va a llover todo el mes.
Marietta: ¿Qué?
Don Pipo: El mes.
Marietta: El mes es lo que ya no tiene esta asquerosa de Lucía Santos. Tiene una cintura así llena de chicha…
Don Pipo: La luna; no puede ser bella. Eso digo, porque la tapan las nubes. Se hizo con agua, se llenó el día de la tormenta y ahora va a llover hasta que cambie.
Marietta: No sé de qué me habla. Mire, usted está trastornado. Es que el yeso debe ser una sustancia venenosa, como el plomo. Los que hacen sombreros trabajan con plomo y se vienen locos. ¿No? No, es con la plata. No, la plata es noble. Es con el mercurio. Con el mercurio, ¿verdad? Enloquece, ¿verdad? Si usted es yesero por su cuenta, no hay sindicato que proteja de la locura, ¿verdad? ¿De las enfermedades? Oigáme, don Pipo. Ahora pare un poquito, descanse aquí. Sientése en el banquito, yo traigo un vasito de aperitivo y corto un salamín y comemos tranquilos. ¿Quiere? Un salamito, un poco de pan… Así hablamos, hablamos. ¿Se acuerda de Siracusa? Hablemos. Después sigue tapando el agujero. ¿Le parece bien?
Don Pipo: Bien. Gracias, Marietta. Gracias.
Marietta: Esperéme.
Marietta sale.
Don Pipo se queda pensativo.
Entra Turiddu.
Turiddu: ¿Se fue?
Don Pipo: ¿Quién?
Turiddu: La mamma, ¿quién va a ser?
Don Pipo: Sí, pero vuelve enseguida.
Turiddu: Apurése entonces con el reboque. Pone el mosquitero que parece rejilla y listo. ¿Arregló? Mire que en un rato se mide Lucía Santos. Me lo dijo la mamma, que tiene que venir. Viera cómo se pavonea cuando se mide. Las tiene así grandes.
Don Pipo: A vos te va a hacer mal, Turiddu, ver tantas mujeres desnudas.
Turiddu: ¿Por qué?
Don Pipo. Se te va a subir a la cabeza.
Turiddu: ¿Y usted qué? ¿No las mira también acaso?
Don Pipo: Pero es diferente.
Turiddu: ¿Por qué?
Don Pipo: Porque yo soy un viejo. He visto muchas mujeres. Una más, una menos… No me hace impresión. A la larga son todas iguales.
Turiddu: Pero le gusta…
Don Pipo: Eh, sí…
Turiddu: ¿No se le…? (hace el gesto de que no tiene erección.)
Don Pipo: ¡¡Qué dices!! Maleducado. ¡Voy a contarle a tu madre toda esta indecencia que armaste en su taller!
Turiddu: Si la idea fue suya, don Pipo.
Don Pipo: ¿Qué?
Turiddu: Usted me dijo. Todas esas mala-féminas que atiende tu madre, cuántos hombres respetables pagarían para verlas desnudarse un poquito, un poquito, un minuto solamente, ¡un suspiro!, y vos te harías rico, cobrándoles…; así dijo, don Pipo.
Don Pipo: Era una broma, peró.
Turiddu: Usted no se reía cuando lo dijo.
Don Pipo: ¿Pero qué? ¿Te crees todo lo que dice la gente?
Turiddu: Todo no, pero vino con el taladro para hacer el agujero secreto y con la cuchara rebocó…
Don Pipo: Ah, cállate. ¡Cállate!
Turiddu: Después lo trajo a don Aniceto, a don Pascuale el de Villa Constitución… todos pagaron, las vieron a la Lucía Santos, a Marguerita Ricci, a doña Cristinita… No se haga el zonzo, don Pipo…
Don Pipo (amenazante): Chito, Turiddu. Porque no te dejo hueso sano…
Entra Marietta con una bandejita con aperitivo y la picada.
Marietta: ¿Qué estás haciendo acá, Turiddu? ¿No te mandé a estudiar los libros? ¿No?
Turiddu: Quería ver cómo se repara un techo. Así la próxima lo arreglo yo y se ahorrá lo que le pague a este viejo.
Marietta: ¡Más respeto con Don Pipo! Don Pipo, péguele un castañazo a este hijo mío que es un deslenguado.
Don Pipo obedece, le da un coscorrón.
Turiddu chilla.
Marietta: Te lo tienes merecido.
Turiddu: Usted no se haga el santo, mire que…
Don Pipo: Chito.
Marietta: Traje unas cositas para que pique.
Turiddu levanta unas aceitunas.
Marietta: ¿Quién te dio autorización, Turiddu? Deja la oliva donde está.
Turiddu: Pero ya la chupé.
Marietta: Dejála donde está.
Turiddu: Tengo hambre, mamma.
Marietta: Má, coméla ahora. ¿Te piace? Te comes el frasco entero. Coma, don Pipo. Sirvase. No le dé pudor delante de este malandra. (Baja la voz.) ¿Sabe? Mi finado y yo lo hicimos en el barco. Por eso es medio trastornado, la marea a una yendo y viniendo… ¡Qué lindo viaje fue aquel! ¡Qué lindo son los viajes de novios!
Don Pipo (ríe socarrón): …
Marietta: Oiga, no se ponga indecente.
Don Pipo: No, disculpe.
Marietta: ¡Turiddu!
Turiddu: ¿Qué?
Marietta: ¿Por qué no te vas a ver adonde mea la gallina?
Turiddu: Doña Angelita no quiere que me acerque al gallinero.
Marietta: Turiddu, salí de acá. Están hablando los mayores y los niños no deben estar.
Turiddu: Mamma, tengo catorce años.
Marietta: Los jovencitos tampoco.
Turiddu: Mamma, dejéme quedarme. Me gusta estar con don Pipo.
Marietta: Andáte de acá, Turiddu. No seas cargoso. (A Don Pipo.) No entiende; parece que le hablo en otra lengua. Yo no tendría que haber quedado viuda… pero, Dios no permitió… Los hijos se corrigen a bastonazos decía mi difunto y las hijas con la costura. Si son muchachas finas, con el piano y el francés. Pero las hijas… Una mujer no tiene que quedarse viuda con un único hijo. ¡Si yo hubiera tenido más! ¡Dos, tres hijos más…! Pero… había que estar todo el día haciéndolos y yo con mi marido tenía otras preocupaciones…
Don Pipo: Un caballo.
Marietta: ¿Cómo dice?
Don Pipo: El salame. Parece mortadela de caballo. ¿Lo notó? ¿Esto es cilantro?
Marietta: Sí. No. No sé. Le hablaba de otra cosa.
Don Pipo: ¿Ah, sí? ¿De qué…?
Marietta: Del matrimonio.
Don Pipo (atragantado): ¿Qué dice?
Marietta: El matrimonio, dos que están esposados. Tiran juntos y son un hilo grueso, que no se corta…
Don Pipo: Linda cosa el matrimonio.
Marietta: ¿Qué? ¿Le gusta ser un solterón sin nadie que lo herede?
Don Pipo: ¿A mí? ¿Si me gusta a mí? No, ¡qué me va a gustar! Estoy solo, como solo… Doña Caridad me hace cogote de gallina chorreado con grasa…
Marietta: Qué asco.
Don Pipo: No, es rico. Cuando no me puedo dormir, prendo la vela, miro la llama, el cabo de sebo, cómo se consume… Me quedo así… Los viejos dormimos poco.
Marietta: Es triste.
Don Pipo: No, eso me gusta. Porque pienso en cosas lindas… La parra en el patio de Umbertino, allá en Siracusa… los grillos… cri cri, cri cri… las ranas… croac croac… alguna lechuza que pasa batiendo las alas, chist chist…
Marietta: Está bien, don Pipo. Entiendo. ¿Le pongo manteca al pan?
Don Pipo: Mucha. Si no es abusar.
Marietta (unta): ¿Así?
Don Pipo (asiente): …
Marietta (susurra): Usted nunca quiso a una mujer.
Don Pipo: ¿¿Cómo dice?? De este oído nunca escucho bien. Del derecho habléme.
Marietta (casi a los gritos): ¡Usted nunca quiso a una mujer!
Don Pipo: ¡Eh! Qué carácter. ¿Cómo que no? A usted la estimo más que a una hija.
Marietta: Si no tiene hijas…
Don Pipo: Usted no lo cree, Marietta. Yo comprendo su estupidez porque usted es mujer. Y si las mujeres pensaran como yo, el mundo se acabaría. Usted cree en el amor. Eso está muy bien, el amor es lindo, es dulce. Calienta el espíritu. Yo mismo digo siempre: Nada hay mejor que la ilusión de amor. Porque con eso se vive, se la lleva acá dentro en el pecho, pegada como una estampita. Pero el amor para ser santo, tiene que ser con casamiento. Como en la comedia. Como los cuentos de viejas. Viene el príncipe y le da un beso a la principessa y no se hacen amantes, que es cosa deshonesta e impropia de los nobles: hacen una boda y hasta comen perdices en la fiesta. Pobres perdices.
Marietta: Esto que dice es inmoral.
Don Pipo: Sí, sí. Es inmoral. Pero escuchéme bien, Marietta. La boda no es negocio ni para los príncipes ni para las perdices. ¿Qué culpa tienen esos animalitos de Dios para que se los coman? La boda es un negocio suyo, que es modista. Del cura, que cobra para decir la misa de esponsales. Y es el gran negocio, grande, grande, de los herederos. Los que vienen después. Los que no asomaron la nariz en la historia. Vienen de arriba y se comen las sobras del banquete. Y a los padres, a los progenitores: ¡se los comen vivos sin la menor piedad!
Marietta (sin comprender): Usted tomó mucho, don Pipo. No le asienta el aperitivo. Está hecho con alcaucil fermentado, pero para usted es como una bomba…
Don Pipo: ¡Má, qué alcauciles! Esta es la pura verdad, Marietta. A mí no me pusieron los grillos, a mí no me mandan en galera. Yo no me casé nunca, no voy a estar pisando la cáscara de banana justo ahora… Hecho un estropajo como estoy… Me duele acá, la ciática, el reuma, los huesos, las coyunturas, ¡qué sé yo qué es!, ¿y voy a estar llevando al altar a una buena muchacha? ¿¿Para que a los diez días ella me esté llevando a la tumba??
Marietta: ¿Por qué dice esto? Usted es un hombre joven, fuerte, sano, trabajador…
Don Pipo: ¡No, no! No adule.
Marietta: Le digo de verdad, don Pipo. Yo creo que usted es un buen hombre. Un buen partido, como dicen las muchachas.
Don Pipo: ¿Yo? Para casoriarme? Usted delira.
Marietta: Sí.
Don Pipo: ¿Y con quién? ¿Casarme con quién?
Marietta: Mire a su alrededor. A veces uno anda por la vida como si tuviera anteojeras y no puede ver a quienes nos rodean…
Don Pipo: ¿Qué dice? Mire que yo miro y miro…
Marietta: …
Don Pipo: Lo dice por la Lucía Santos.
Marietta: ¿¿Qué??
Don Pipo: Yo no estoy encamotado con ella. Dios no permita. ¡Ella, ella me vio y me denunció de pura mala que es! Pero bien que le gustaba compadrearse conmigo. Quiere que la invite un domingo a caminar por el rosedal, ¡mire si yo estoy para caminitos con una muchacha del brazo! ¿Para qué me quiere ella? ¿Cree que soy stronzo? ¡Me quiere sacar la plata. ¡Una mona tan linda, va a venir a lucirse gratis con este mono viejo! Un orangutano que se zarandea, un viejo bachicha…
Marietta: ¿Lucía? Lucía Santos, mi clienta?
Don Pipo: Yo le dije a Turiddu, esa muchacha sabe que la espiamos. Porque coquetea. Usted le dice que se saque la pollera para tomarle la medida de la cadera, ¡y qué cadera!, y ella se saca la enagua y hasta el calzón. ¿Y por qué? Porque sabe que yo estoy allí, mirando el espectáculo.
Marietta: Dios mío.
Don Pipo: Nosotros cuando éramos chicos, comíamos un queso cáscara negra que era para chuparse los dedos, este suyo… este suyo no es el gusto propiamente del sardo…
Marietta: Turiddu… Turiddu me dijo que usted… frecuentaba la casa con la excusa de arreglar la pared, el agujero por donde se colaba el chiflete… pero que… ¡que venía para hacerme el amor!, ¡porque quería casarse conmigo!
Don Pipo: ¿Ve? Para eso sirve tener hijos. Dolores de cabeza dan. Eso de que dan alegrías es un cuento. A mí no me lo hacen creer. Maní, este maní está húmedo. Marietta.
Marietta: ¡Doña Marietta! Que no soy su hermana.
Don Pipo: Doña Marietta, doña Marietta… Ahora una cosa, después otra. Usted va para donde corre el viento.
Marietta: ¡No es cierto! ¡Yo! ¡Yo sé lo que es constancia! ¡Es usted el que no sabe! Usted que está solo en la oscuridad de su pieza…
Don Pipo: Prendo la vela y la miro, la miro que arde…
Marietta: Qué desastre. Qué desilusión.
Pausa.
Don Pipo: Dígale que me condone la deuda.
Marietta: ¿Quién? ¿Qué debe ahora?
Don Pipo: Las estampas…
Marietta: ¿Qué? ¿Pornografía?
Don Pipo: No, son señoras… En carne y hueso, aquí, aquí mismo.
Marietta: ¿…?
Don Pipo: A su hijo. Ya le pagaré; he visto tres sin pagarle. Yo le dije, Turiddu, ahórrame la vergüenza. No le digas a tu mamma. Pero vio cómo son los chicos, no se puede confiar en ellos…
Marietta: …las… clientas decían que alguien las miraba… No puedo creer que usted, que ustedes…
Turiddu: Crea.
Marietta: Yo les decía, Es idea suya, señora, señorita, lo que fuera. Por dentro pensaba, Las ganas que esta tiene de que alguien la vea en… como vino al mundo… la fiebre, ¡el calor…!
Don Pipo: Usted está muy sola, doña Marietta.
Marietta: No me diga.
Don Pipo: Sí.
Marietta: Esto que usted hizo es un crimen. Arrastrar a una criatura a tal depravación…
Don Pipo: Fue el Turiddu el que llevó adelante la idea…
Marietta: No lo puedo creer, no lo puedo creer.
Don Pipo: …
Marietta: Es casi un ultraje a las clientas…
Don Pipo: La Lucía lo hace a gusto. Se lo juro por esta cruz.
Marietta: Con qué cara la miro a la señora Calderón, a la Urrutia, a la señorita Helvecia…
Don Pipo: El problema no es la cara que les ponga, sino los ojos con que las mire. Los ojos dicen todo. Son las ventanas del alma. Y por setenta pesos la miradita, uno le pone postigos a los ojos.
Marietta: ¿¿¿¿Setenta pesos????
Don Pipo: Sí.
Marietta: ¿¿Usted paga setenta pesos para ver a una mujer de carne y hueso ponerse y sacarse ropa?? ¿Andar entre alfileres?
Don Pipo: No, yo no. Los habitúes que consiguió Turiddu. Yo pago treinta y cinco. Los otros treinta y cinco son de Turiddu.
Marietta: ¡Usted corrompió a mi hijo por treinta y cinco pesos!
Don Pipo: Por un poco más, señora. Treinta y cinco por clienta. ¿Cuántas clientas tiene usted al día…?
Marietta: Dos, tres… En un rato llega la señora Urrutia…
Don Pipo: A esa no la cuente que es un bagre.
Marietta: Hasta cinco…
Don Pipo: Bueno, saque cuenta. ¿Tiéne lápiz y papel o puede hacer la cuenta con la cabeza?
Marietta se sienta a la mesa y hace las cuentas con un lápiz.
Marietta: Yo a Turiddu lo mato.
Don Pipo: No lo mate, no sea matricida.
Marietta: Filicida, se dice.
Don Pipo: Es lo mismo. Pídale comisión.
Marietta: ¿Qué? ¿Cómo se le ocurre que voy a permitir que mi hijo…? (Pausa.) ¿Cuánto…?
Don Pipo: El cuarenta por ciento, pídale. Él es un bambino, ¿para qué quiere tanta plata?
Marietta: No, no puedo.
Don Pipo: Piénselo.
Marietta: ¿Y si me amenaza con denunciarme a la policía? Mire que es mi hijo, pero cuando quiere es una culebra. Yo lo conozco bien.
Don Pipo: Si la amenaza, me avisa, doña Marietta, que se lo pongo en vereda. Un hijo traicionar a la madre, ¡eso nunca! Si uno lo permite, permite después cualquier cosa. Al árbol hay que ponerle tutor a tiempo, si no crece para cualquier parte.
Marietta: En eso tiene razón.
Don Pipo: ¿Ha visto? No soy tan tonto como usted cree. Si uno se mete el bocado de sardo y el bocado de salame a la vez en la boca, el gusto es bueno. Es tan salado que casi es dulce. ¿Qué hora tiene, doña Marietta?
Marietta (sobresaltada): ¡Dios mío! Son las cinco. Está por llegar Lucía.
Don Pipo: Atienda, atienda tranquila. Yo me voy por la tapia y me quedo allá. Esta vez me la fía, ¿ah?
Marietta: ¿Qué?
Don Pipo: Esta vez me la fía. Como un brindis. Por la sociedad, por el negocio…
Suenan dos golpes.
Entra Turiddu, apurado.
Turiddu: Mamma, está la señorita Lucía esperando en la puerta.
Marietta: Sos un desgraciado vos. Querés matar a tu madre a disgustos. Lo vas a lograr, Turiddu. Es muy feo vivir sin madre.
Turiddu: ¿Por qué me viene con eso ahora?
Marietta (lagrimeando): Te lo digo; sí, te lo digo. Me rompiste el corazón; te digo más: ojalá vos no hubieras nacido entonces sabrías lo feo que es no tener madre.
Turiddu: Pero mamma…
Marietta: Vení, abrazáme. ¿No ves que estoy triste? Después hacés pasar a la zanguanga esa. (Turiddu abraza a su madre.) No la puedo ver ni pintada. (Abrazados.) Mirá que sos pícaro, eh. Pero te perdono porque sos inteligente. Dame un beso, sí. Dame otro beso. ¿De quién es esa naricita?
Turiddu: Suya, mamma.
Marietta: Ah, amore mio. Amore mio. ¿Va a compartir todo con su mamma?
Turiddu: Todo, mamma.
Marietta: ¿Veintiocho pesos por clienta?
Una pausa como un martillazo.
Turiddu: Eh. Si no hay remedio, mamma.
Marietta: Qué buen hijo, Turiddu. Tu padre en lo alto se alegra. Y yo me felicito por haberte parido. (Golpes en la puerta.) Andá a abrirle a esa atolondrada… Qué muchacha más fastidiosa…
Apagón.
Patricia Suárez. Narradora y dramaturga argentina. Sus textos narrativos incluyen Perdida en el momento (2004) y El árbol de limón (2013). En 2015, el Teatro Avante de Miami, que dirige Mario Ernesto Sánchez, puso en escena una obra suya sobre los refugiados judíos a bordo del SS St. Louis que no pudieron desembarcar en Estados Unidos en 1939.