Poesía

Alejandra Basualto
 

 

Pájaros

 

El cielo está sangrando pájaros.

Muchos pájaros de un raro color,

desmadejados,

las alas yertas,

los picos deshechos.

Solo soplos grises

cayendo desde lejos.

Pájaros de dónde.

Tal vez despojos de ciertos ángeles

caídos de la secreta casa.

Cientos de pájaros

con el grito roto en la garganta

y los ojos vueltos

Todos serán sombras.

Para que los olvidemos.

 

 

Voces para un hombre de humo

 

Tú me crees

la incrustada

la mujer sin brazos

la que llora

Me quieres silenciosa

clausurada

pero yo soy la mujer que grita

y no se guarda

la que recorre la casa encendiendo luces

la explorada

la dadora y la avara

Voy a aventar el humo donde yergues

tu cabeza

enmascarada

voy a sorprenderte

y borrar impunemente tus colores

Capaz que pueda acostumbrarme

a sembrar cicatrices

en los sueños

capaz que crezcan

nuevas raíces en mi tierra extendida

y me broten brazos

o plumas

 

 

Si muerte fuera

 

De manera que soñé capitanes y ataúdes de colores deliciosos…

Alejandra Pizarnik

 

Si la palabra MUERTE abrigara un hombre bajo el poncho

manso de actitudes / dulce de palabras / bello

como los caquis en otoño / que me endulzara la boca

con su áspero sabor a macho en celo;

si MUERTE fuera un muchacho fuerte y juguetón

como un cachorro sin destetar,

que mordiera mis tobillos y me robara la ropa interior,

los zapatos y las medias;

si ese MUERTE que tal vez ya me observa

—centinela del siglo que asoma sus encías inmaduras

Mostrara un rostro de barba negra y cariciosa,

un resuello de varón maduro

y sienes clareando en la penumbra;

entonces sí me gustaría encontrármelo de frente

aunque fuera en un callejón oscuro,

o en la mitad de un verano bajo los árboles de mi casa

en un domingo cualquiera

de ésos que nadie haya motivos para recordar.

Me abrazaría entonces al mentado MUERTE convencida

de que es mi último caballero andante,

el olvidado príncipe azul o un valiente filibustero

que viene a rescatarme / a seducirme

a llevarme consigo

para que por fin juguemos

un último juego

de esperanza.

 

 

El ángel

El inconsciente es un árbol lleno de pájaros muertos

que se echan a volar cuando uno menos lo espera

Óscar Hahn

 

Toma de mi leche dijo el ángel

y yo, que no sabía dónde estaba

lo miré

y lo seguí mirando

con la perplejidad de los recién nacidos.

Era una noche negra y escondida,

nadie nos podía ver,

solo cabía la disculpa de venir de lejos

sin resuello

remontando río arriba hasta el amanecer.

El ángel me miró y yo no supe

si sonreír o llorar

y me quedé ahí, desbocada,

como quien no tiene horizontes a la vista,

ni bordes, ni caminos, ni siquiera,

el destello de algún amanecer en perspectiva.

Soy yo, dijo el ángel, ¿no me reconoces?

y perdida en la locura,

no pude responder, solo miraba

su larga cabellera rubia,

ahí sus ojos,

los ojos de aquel que hace ya mucho

voltearon mis sentidos, dieron rumbos a mi sangre,

percibieron que mi toda yo

estaba dispuesta.

Y entonces comprendí

que era un fantasma del pasado

una voz huera que intruseaba

en el temido recordar de los ancianos

sola sombra de los huesos porvenir.

 
 
 

Alejandra Basualto. Poeta y narradora chilena. Es autora, entre otros, de los poemarios Las malamadas (1993), Casa de citas (2000), Antología personal (1970-2010) y Cuchillos (2017). Sus libros de narrativa incluyen: Territorio Exclusivo (1991), Desacato al bolero (1994) e Invisible, viendo caer la nieve (2012). Obtuvo un Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Chile, y ha dirigido numerosos talleres literarios. En 1988 funda el taller La Trastienda, que se mantiene hasta hoy.