Arnaldo M. Cruz-Malavé sobre Manuel Ramos Otero

Alejandro Varderi
 
 
 

 

Manuel Ramos Otero (1948-1990) fue uno de los escritores puertorriqueños más emblemáticos de la Generación del Setenta y más influyentes de la literatura contemporánea puertorriqueña. Nació en Manatí y creció en Río Piedras. En 1968, se graduó de la Universidad de Puerto Rico en Ciencias Sociales. Ese mismo año emigró a Nueva York, donde obtuvo una maestría en Literatura por New York University y trabajó como profesor en distintas instituciones educativas del área metropolitana de la ciudad, en particular en CUNY. Fue profesor adjunto en La Guardia Community College y director del Programa de Estudios Puertorriqueños de Lehman College. Hizo estudios doctorales en el Graduate Center de CUNY. Escribió aquí casi toda su obra, fundó la compañía teatral Aspasguanza y la editorial El Libro Viaje, y fue un activo promotor cultural que organizó conferencias y encuentros para promover el diálogo entre los escritores puertorriqueños de la Isla y la diáspora. Desde Nueva York, mantuvo una presencia activa en los debates culturales de Puerto Rico como editor y colaborador de importantes revistas locales. Se destacó como poeta y cuentista, aunque también escribió una novela, piezas de teatro, performances y numerosos ensayos de crítica literaria y cultural. Su obra está integrada por los libros de cuentos: Concierto de metal para un recuerdo y otras orgías de soledad (1971), El cuento de la Mujer del Mar (1979), Página en blanco y staccato (1987) y Cuentos de buena tinta (1992). Igualmente, la novela experimental La novelabingo (1976), y los cuadernos de poesía Invitación al polvo (1991) y El libro de la muerte (1985). En 2014, la Biblioteca de Libros y Manuscritos Raros de Columbia University adquirió sus Papeles.

En febrero de 2024 asistí a la presentación de sus Cuentos “completos” en LGBT Community Center de la Calle 13 en Manhattan. La sala principal del Center estaba a capacidad, y el bullicio y sentido de celebración eran palpables antes de comenzar el evento. Hacía más de 30 años que los cuentos de Ramos Otero no se leían en Nueva York, ciudad donde residió por más de 20 años y donde produjo casi toda su obra literaria. Y era la primera vez que las tres instituciones que patrocinaban el acto —el LGBT Center, el Centro de Estudios Puertorriqueños de CUNY y el Instituto de Cultura Puertorriqueña, organismo del gobierno de Puerto Rico— habían unido esfuerzos para organizar una actividad en conjunto. Como afirmó el editor del libro, el crítico y catedrático Arnaldo M. Cruz-Malavé, en su introducción, “Esta noche la obra cuentística de Ramos Otero vuelve al lugar donde se escribió después de más de 30 años en los que estuvo agotada…”. Y en efecto así lo sentimos todos cuando un grupo de conocidos escritores latinas y latinos de Nueva York —Giannina Braschi, Emanuel Xavier, Huáscar Robles, Lawrence La Fountain-Stokes, Consuelo Arias y Gerard Cabrera— leyó y reinterpretó en su estilo propio diversos fragmentos de la obra del fenecido autor boricua, que murió en 1990 a los 42 años por complicaciones del sida. El gran aplauso del público a esta forma creativa e impactante de presentar el legado de un escritor valorado y admirado, que organizó Cruz-Malavé, no se hizo esperar, y todos sentimos que, en realidad, Ramos Otero había vuelto a casa, estaba presente esa noche, nos acompañaba.

Días después me reuní con Cruz-Malavé para conversar. Residente en la ciudad desde su adolescencia, Cruz-Malavé, que es catedrático de literatura latinoamericana y estudios de género y sexualidad en Fordham University, había admirado la figura y obra de Ramos Otero desde sus primeros años en Yale University, pero no fue sino hasta 1987, cuando regresó a la ciudad como profesor, que lo conoció en persona. En esa época vivía en Washington Heights, donde Ramos Otero, quien entonces dirigía el Departamento de Estudios Puertorriqueños en Lehman College y terminaba estudios doctorales en el Graduate Center, era uno de sus vecinos. Dialogando informalmente con él en actividades culturales y en fiestas personales en su casa, Cruz-Malavé comenzó a estudiar en serio su obra y a escribir sobre ella. Sus dos ediciones recientes de los cuentos de Ramos Otero, Cuentos (casi) completos (La Habana: Casa de las Américas, 2019) y Cuentos “completos” (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña y Callejón, 2023), asegura el crítico, son la culminación de todos sus años de estudio de la obra del autor puertorriqueño.

 

Alejandro Varderi. Arnaldo, cuéntanos cómo surgió el proyecto de edición de Cuentos “completos” de Manuel Ramos Otero.

 

Arnaldo Cruz-Malavé. Alejandro, esta antología surgió de una conversación que sostuve hace ya muchos años, más de los que quisiera recordar, en la cocina de mi casa en Jackson Heights con mi querida amiga Caridad Tamayo Fernández, crítica e investigadora literaria puertorriqueñista de Casa de las Américas. Ella estaba de visita en la ciudad y allí, en mi cocina, entre comidas y tragos, veras y bromas, apareció de repente, en medio de nuestros chistes, lamentos y quejas, la figura inquieta de ese espíritu de luz, como diría mi abuela, que era Manuel Ramos Otero. Fue tan inesperada su aparición esa noche en la boca de los dos que la asumimos como una incitación, una orden incluso, a que publicáramos sus cuentos agotados e inéditos desde la última edición de su colección de relatos, Cuentos de buena tinta, que había publicado el Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1992, poco después de su muerte por complicaciones del sida.

 

AV. ¿Cómo fue el proceso para llegar a la edición?

 

ACM. Pues desde ese momento, no nos dejó tranquilos a Caridad y a mí, primero, y luego a Ángel Antonio Ruiz Laboy, entonces director de la editorial del ICP, y ahora el director asociado de artes y cultura del Centro de Estudios Puertorriqueños, la sombra de ese espíritu amado, y también temido, que fue Manuel Ramos Otero. Y años más tarde, ya en su puesto de directora de la editorial de Casa de las Américas, Caridad y Ángel Antonio acordaron publicar en las editoriales que dirigían entonces ediciones simultáneas de los cuentos completos de Ramos Otero, con el propósito de que se diera a conocer su obra tanto en Cuba y América Latina como en Puerto Rico y sus diásporas. Casa de las Américas haría la transcripción de los cuentos inéditos y sueltos que yo había encontrado en los archivos de Manuel Ramos Otero en Columbia University y el ICP conseguiría los derechos y proveería el texto original transcrito de su última colección de relatos, Cuentos de buena tinta, que recogía la mayor parte de sus cuentos publicados. Pero entre una y otra cosa pasaron los años, cambiaron las administraciones del gobierno de EE. UU. y sus políticas hacia Cuba, y la comunicación entre La Habana y San Juan quedó interrumpida. Para colmo, cuando ya estaba lista para imprimirse la edición cubana de Casa de las Américas, Cuentos (casi) completos de Ramos Otero —que terminaría apareciendo en el número 189 de la colección de clásicos latinoamericanos y caribeños, justo después de Rayuela, la novela de su admirado Cortázar—otra pandemia, esta vez la del COVID-19, irrumpió, irónicamente, dificultando y prorrogando su publicación hasta fines del 2020.

 

AV. ¿Y la edición puertorriqueña?

 

ACM. La edición puertorriqueña del ICP, Cuentos “completos” de Manuel Ramos Otero, se demoró también a causa del COVID-19 y de los varios desastres naturales, y no tan naturales, que, como sabemos, han asolado a nuestro país. Pero por fin en agosto del año pasado, después de varios cambios en la dirección de la editorial del ICP desde los inicios del proyecto y con la gran colaboración conjunta de la editorial local Callejón, terminó publicándose, gracias al entusiasmo y esfuerzo de varias personas, en particular la escritora Mayra Santos-Febres, en una edición que, a diferencia de la cubana y para beneficio de la obra de Ramos Otero, está extensamente anotada, con prólogo revisado y actualizado. Es esta la edición que presentamos en el Teatro Victoria Espinosa de San Juan en diciembre del 2023 y en febrero en el LGBT Community Center de la Calle 13 en Nueva York, y que pronto presentaremos en la serie literaria de la revista Enclave en el Graduate Center.

 

AV. Hubo entonces dificultades para llevar a cabo la edición final de los cuentos completos de Ramos Otero… ¿Cómo se resolvieron?

 

ACM. Mira, la historia de estas dos ediciones de los cuentos completos de Ramos Otero, que te abrevio y que algún día contaré en toda su extensión, con sus pausas, desvíos e interrupciones, parece un cuento más del autor. Pero para resumir permíteme decirte que, en efecto, no deja de conmoverme que, para llegar hasta aquí hoy, los textos de Ramos Otero, que por tantos años estuvieron agotados, pasándose de mano en mano en copias desvaídas y amarillentas, han tenido que atravesar múltiples e inesperadas geografías en ese insondable y vigilado triángulo de las Bermudas que forman San Juan, La Habana y Nueva York, sobrevivir dos pandemias y un huracán devastador. Pero, como afirma él en la última página de su novela experimental la novelabingo: “Contra la muerte, la suerte”. Porque, como ocurre también en sus relatos, esa difícil travesía que ha sido la edición de sus cuentos ha requerido a la vez de nosotras y nosotros que, como la figura emblemática de la narradora Sherezade que recorre sus páginas, sostengamos un complejo e ingenioso diálogo translocal que construya rutas alternas de complicidad y solidaridad y, sí, me atrevo a sugerir también, de cariño. Y son estas otras rutas las que nos han permitido sortear –para continuar con la metáfora de Ramos Otero sobre la suerte, el sortilegio y asombro a que aspira su obra— los escollos de esas aguas de estancamiento, de olvido y hasta de muerte.

 

AV. ¿Qué importancia crees que tiene hoy en día la obra de MRO y este proyecto de edición? ¿Por qué ahora los Cuentos “completos” de MRO?

 

ACM. La autora Mayra Santos-Febres ha dicho que la escritura de Ramos Otero es una especie de parteaguas en la historia de la literatura puertorriqueña, que hay, según ella, un antes y un después de Ramos Otero en la escritura puertorriqueña, pues con él comienza en nuestras letras una forma de escribir que identifica “la nación con una red de alianzas, centradas en la raza, el género, las identidades LGBTQ y la migración”, que “aboga por la libertad de la tinta y de los cuerpos”. Y el crítico Rubén Ríos Ávila afirma que sus relatos “insumisos”, rebeldes, revelan la “raíz de futuro” o “ser del porvenir” que habita las letras puertorriqueñas. Yo concuerdo con ambos, pero siento además que el impacto de sus cuentos radica en su actualidad y vigencia; que tienen aún muchísimo que aportar a dos de los temas más significativos y urgentes de nuestro momento actual, que son: la devastación ambiental y humana en la que estamos inmersos todas y todos, una de cuyas caras es, como ha estudiado brillantemente la novelista Lina Meruane, la pandemia como metáfora perversa de la globalización, y el otro, que se relaciona directamente con el primero, la necesidad apremiante de elaborar prácticas de duelo que no solo reconozcan a todas las y los desaparecidos sino que se conviertan también en una forma de activismo y de imaginarse mundos nuevos alternos. Como la literatura, las artes visuales, el baile, la performance y el activismo contemporáneos han demostrado, no creo que haya temas más urgentes en la cultura puertorriqueña actual que estos dos.

 

AV. La lectura de estos cuentos me remite al género de la autoficción, en el modo como los caracteres espejean el mundo de MRO y en particular en relación con el tema del duelo tan urgente en su momento.

 

ACM. Así es, porque la obra de Ramos Otero si bien aspira a incitar a la creación de mundos y relaciones nuevas alternas, lo hace siempre desde el cuerpo y su circunstancia material específica. No por nada insiste tanto en su foto y su autobiografía, en los espacios de esparcimiento y ligue cuir como los muelles del Village y las calles del Viejo San Juan. Curiosamente, en uno de los cuentos inéditos que encontré en los Papeles de MRO en la Biblioteca de Libros y Manuscritos Raros de Columbia y que incluí en Cuentos “completos”, “Enfermedades incurables”, el narrador, un inmigrante puertorriqueño, medita sobre sus razones para emigrar a Nueva York. La ciudad le había parecido entonces la tierra de promisión para los que “no queríamos morirnos en nuestro pueblo visitando parientes o persiguiendo cajas de muerto camino al cementerio”; un espacio externo desde el cual se podía “romper” por fin con el círculo cerrado del luto y la melancolía isleños para tramitar el duelo siempre prorrogado, pospuesto. Con el tiempo, sin embargo, la metrópoli comienza a convertirse en un “laberinto” sin salida, regido, al igual que la Isla, por las enfermedades y la muerte. Escrito en los primeros años de la década del 80, este cuento parecería registrar, propongo yo en el prólogo de Cuentos “completos”, ese momento exacto en que el sida empieza a expandirse globalmente, absorbiendo no solo a la Isla sino también ese espacio utópico, externo que representa para el migrante la modernidad metropolitana desde el cual él creía que podía dejar atrás la melancolía y tramitar el duelo. ¿Cómo expresar entonces el duelo, si no hay un espacio externo desde el cual resolver y contener la abrumadora y vertiginosa expansión del luto en la globalización que se ha apoderado del mundo y el cuerpo?, parecería preguntarse la obra de Ramos Otero. Y para ello comienza a proponer prácticas de duelo inmanentes, internas que emerjan del mundo mismo de la devastación, de su misma materialidad y corporalidad.

 

AV. Se trata de un duelo cuya expresión era entonces de difícil articulación, dada la rapidez y violencia con que el virus devastó a gran parte de la comunidad LGBTQ.

 

ACM. Precisamente, y porque de un día a otro, después de que siglos de represión homofóbica parecían haberse abolido o al menos relajado, toda una generación pasó casi sin aviso de la utópica gran fiesta de la liberación sexual gay a la muerte y el duelo. Es por ello por lo que quizás lo más fascinante de la obra de Ramos Otero sea el hecho de que estas prácticas inmanentes de duelo, que emergen de la devastación, conviven en su escritura con la utopía cuir de fines de los 60 y 70, que jamás se canceló. Quizás uno de los rasgos más significativos y sintomáticos de su literatura sea precisamente que, en plena devastación global del sida, su obra —como la visual de David Wojnarowicz, Martin Wong, Keith Haring y su examante el gran pintor neobarroco boricua Ángel Rodríguez-Díaz— se resista y se niegue a anular la utopía, tanto cuir como la de las vanguardias boricuas y latinoamericanas. Ríos Ávila ha dicho justamente que Ramos Otero es el escritor puertorriqueño más “indecoroso”, en el sentido de que fue el que menos respetó o se atuvo a los protocolos literario-culturales de la sociedad boricua de su época, pero, sin embargo, con respecto a su filiación con la utopía, se puede decir también que fue el más fiel.

 

 

AV. ¿Cuál es la relación de MRO con Puerto Rico y Nueva York, desde su perspectiva de autor sexiliado?

 

ACM. En una conocida entrevista con la escritora y crítica puertorriqueña Marithelma Costa, poco antes de morir, Ramos Otero confiesa lo difícil e imposible que se le hizo conseguir empleo y ganarse la vida en Puerto Rico por lo que llamó “el carácter abierto de [su] sexualidad” en un país de “atmósfera represiva”. Pero a pesar de ello, aunque no pudo hacer su vida artística y personal en Puerto Rico, como le hubiera gustado, es importante señalar que, como otros escritores latinoamericanos sexiliados en Nueva York —Manuel Puig, Reinaldo Arenas, Jaime Manrique o tú, por ejemplo—, siguió escribiendo sobre la cultura de su país, dialogando con ella y reelaborándola, y de esa manera podemos afirmar que se pasó toda la vida consistente e insistentemente regresando a la Isla.

 

AV. Ese regreso real o metafórico a la tierra de donde se viene siempre es problemático y lleno de obstáculos, pues ni los que se quedaron ni los que regresan son ya los mismos.

 

ACM. Cierto, y esa dificultad se agrava o intensifica si se sigue pensando en el concepto del regreso como una suerte de reconciliación con una visión tradicional, armoniosa y fija de la cultura nacional, como una abdicación. Pero, como bien señaló el sociólogo puertorriqueño Juan Flores en su último libro, The Diaspora Strikes Back, hay regresos que le exigen al país de origen, que desafían esa visión tradicional y homogénea de la nación, que vuelven, como la figura del abyecto o expulsado en Ramos Otero, que tan bien representó Ángel Rodríguez Díaz en su impactante cuadro Tsuchigumo, a dislocar y diseminar la hegemonía tradicional del centro. Los constantes e insistentes regresos de Ramos Otero —tanto literarios como físicos— pertenecen a esta categoría. Fue así que desde su sexilio en Nueva York Ramos Otero se inventó también formas nuevas de regresar al país natal: intervino en las álgidas polémicas en torno a la revisión del Código Penal puertorriqueño de 1974 que intentaba retener la penalización de la homosexualidad como “crimen contra natura” que había introducido el régimen colonial norteamericano en Puerto Rico en 1902; colaboró con las revistas de vanguardia más importantes de la época, Zona de Carga y Descarga y Reintegro de las Artes y la Cultura, como editor y publicando algunos de sus cuentos más difundidos y polémicos (“La última plena que bailó Luberza”, “Loca, la de la Locura” y “Vida ejemplar del esclavo y el señor”, por ejemplo); e intervino en importantes controversias sobre la sexualidad y la migración en ensayos tales como “La luna ultrajada” (1982) y “Los cordiales ajos de la discordia” (1988), que publicó en Claridad, el periódico de izquierda, y que ha recogido el editor y crítico Eugenio Ballou en su libro, No tener miedo a las palabras.

 

AV. ¿Y en cuanto a su papel en la promoción de la cultura de la Isla en Nueva York?

 

ACM. En dirección inversa al regreso, Ramos Otero elaboró también rutas nuevas. Fue uno de los promotores más importantes de la cultura boricua en Nueva York. Fundó el taller de teatro Aspasguanza que estrenaría en el Teatro Rodante Puertorriqueño de Nueva York con un libreto de su propia autoría, “Aspasguanza: Una experiencia de liberación”. Dirigió una versión “expresionista”, en el decir de Juan G. Gelpí, de Los soles truncos del dramaturgo puertorriqueño René Marqués. Adaptó a la realidad boricua y latina de la ciudad Historias para ser contadas, de Osvaldo Dragún, para interpretarlas en un taller de teatro bilingüe para jóvenes de las escuelas de Brooklyn. Dicho sea de paso, el libreto de esta adaptación fue lo primero que leí de Ramos Otero, regalo de uno de esos adolescentes boricuas que fue mi compañero de cuarto en la Universidad de Yale y mi primer gran amigo cuir en esa época de principios de los 70.

 

AV. En relación con la promoción de la nueva literatura puertorriqueña allí y aquí, ¿cuál fue el papel de MRO?

 

ACM. Intentó dar a conocer en la diáspora la literatura de su joven generación fundando la editorial El Libro Viaje, que publicó a autores como Etnairis Ribera, Iván Silén y su novela experimental la novelabingo. Y como director del Departamento de Estudios Puertorriqueños en Lehman College organizó ciclos de conferencias y foros para promover la nueva escritura de su promoción del 70, donde invitó a escritores como Edgardo Rodríguez Juliá y Ana Lydia Vega, entre otros. Al morir en 1990, terminaba una antología de cuentos puertorriqueños contemporáneos traducidos al inglés, Tales from an Urban Landscape, que desgraciadamente no llegó a publicar por desavenencias con su coeditora. Si bien es cierto que su sexilio en Nueva York fue producto de su marginación y exclusión en Puerto Rico, también se puede afirmar que fue desde ese espacio del sexilio que Ramos Otero elaboró en ambas direcciones rutas y diálogos alternos que llegaron a incluir hasta la migración puertorriqueña a Hawái, como se verifica en su brillante “Vivir del cuento”.

 

AV. Encuentro en la obra de MRO conjunciones con la de otros autores latinoamericanos como Pedro Lemebel, Luis Zapata, Néstor Perlongher y Reinaldo Arenas, con respecto a lo conciso del lenguaje para nombrar abiertamente el deseo homoerótico, en una época donde todavía no se había articulado al sujeto gay como tal en nuestras literaturas. ¿Lo consideras también un pionero en este sentido?

 

ACM. Yo no lo llamaría conciso sino explícito. Ramos Otero no es un escritor conciso. Al contrario, es repetitivo, divagador, digresivo, nómade; se caracteriza por sus interrupciones y largos comentarios entre paréntesis que complican, despistan o alteran el sujeto de enunciación o el tiempo. Es más, es un escritor que identifica la concisión con la muerte. En su poética y despiadada meditación sobre su madre y el impacto que su figura tuvo en él, “La fea Otero”, afirma: “Las oraciones precisas y concisas solamente sirven a la rapidez de la muerte. La vida necesita divagaciones”. Es decir, Ramos Otero es un escritor que escribe no solo desde el margen sino con plena conciencia de que el centro hegemónico pretende no solo marginarlo sino fijarlo también, reducirlo y clasificarlo con el fin de expulsarlo y eliminarlo. Es por ello por lo que él, como los otros escritores cuir latinoamericanos que mencionas: Lemebel, Zapata, Perlongher, Arenas, está siempre, como ha dicho Gelpí, “transeúnte”, en fuga, intentando evadir o eludir la concisión, el intento de reducción simbólica o semántica a lo Uno, la supuesta transparencia a que aspira el centro. Yo diría que si algo caracteriza a esta primera generación de escritores cuir latinoamericanos es, para usar tu palabra, la conjunción, por un lado, de una sexualidad escandalosamente abierta y explícita con el uso, por otro, de formas culturales populares y cultas cuir que se resisten a la reducción y promueven, en cambio, la fuga, el doble sentido lingüístico, la indeterminación genérica del melodrama y el bolero, el punzante, fabuloso y evasivo parloteo de la loca cabaretera, el ingenio hiperbólico del barroco, el camp…

 

AV. ¿Qué diría MRO de las generaciones cuir actuales y sus formas identitarias?

 

ACM. Aunque debo advertir que no tengo el don de mediumnidad que tenían mi abuela y mis tías de San Sebastián del Pepino, centro del espiritismo popular femenino puertorriqueño, que es solo una conjetura mía, creo que se sentiría vindicado por la visibilidad y combatividad de las nuevas generaciones. Pero echaría de menos también la diferencia inclasificable, complicada e irreductible que él creía era el derecho de todxs; lo que el novelista y teórico martiniqués Edouard Glissant ha llamado el derecho a la opacidad. Porque se puede ser explícito y “opaco” a la vez.

 

AV. ¿Crees que seguirá siendo una obra imprescindible?

 

ACM. Quién sabe. Para mí sí. Le toca a cada generación decidir de qué textos no puede prescindir para formarse. Yo no he podido ni querido prescindir de Ramos Otero para formarme… Me ha sido necesario. Soy quien soy en cierta medida que no te puedo explicar por él. Y se lo agradezco.

 

AV. ¿Qué descubriste en tu investigación en los archivos de sus Papeles en Columbia University? ¿Hubo algo que te asombró?

 

ACM. Descubrí inéditos, muchos inéditos de cuentos y poemas, libros enteros de poesía que espero que en algún día se publiquen. Cuentos o relatos que se concibieron originalmente como parte de un proyecto de libro (con títulos como “Orgasmos prohibidos” o “Enfermedades incurables”) que pasaron a ser parte de otro libro publicado (El cuento de la Mujer del Mar o Cuentos de buena tinta), o permanecieron inéditos. Revisé libretos, performances y fotos de performances como las de la legendaria presentación de los poemas de El libro de la muerte titulada “Fuegos Fúnebres” que se celebró en Casa Blanca en el Viejo San Juan. Cartas, toda una correspondencia muy rica y constante con su familia: con su padre, a quien le pedía cantidades insólitamente pequeñas para poder pagar la renta del mes, y con su madre y hermana de quienes se ocupó hasta el último día de su vida con consejos de aliento y dinero. Una de las cartas de su madre me perturbó al punto de tener que correr a tomarme un trago y transformó completamente mi visión de la imagen materna que se presenta en su obra, por ejemplo, en la portada de su libro El cuento de la Mujer del Mar, donde aparece como figura adorada e idolatrada. Tuve la oportunidad de ver recortes y ensayos críticos, junto a los que vi uno mío dedicado a él, y revisar sus apuntes y ensayos sobre escritores admirados y tutelares como lo fueron para él Cortázar, J.L. Borges, Julia de Burgos y Luis Cernuda. También fotos, vi cientos de fotos en espacios emblemáticos del Nueva York de la época, solo o con otros escritores y amigos, como el gran Clemente Soto Vélez y el genial fotógrafo Adál, o amantes en viajes compartidos… Y me conmovió su libreta de joven escolar en la que el adolescente que fue Ramos Otero transcribió con letra cuidadosa y tierna sus boleros preferidos.

 

AV. ¿Qué cosas nuevas hay en la antología que no se conocían o que aportan una visión nueva o distinta de la obra de MRO?

 

ACM. Para empezar, hay importantes inéditos que nos revelan, como señalo en el prólogo, pistas que iluminan aspectos importantes la obra de Ramos Otero. Aparece entre estos, el iluminador relato “Enfermedades incurables”, que nos descubre un momento en la producción del autor en que comienza a darse a conocer la epidemia “incurable” del sida, asociada con el exilio y la homosexualidad, y en el cual empieza a reconocerse a su vez la abrumadora expansión global del luto. Está asimismo el desenfadado “Areito de un día caluroso de verano”, cuyo virtuosismo lingüístico recrea en la época contemporánea una inventada mitología taína multilingüe que incita al lector a no ser fiel a los orígenes, a las fuentes, sino a innovar, a reinventarlas. Hay, además, tres relatos inéditos que reescriben en una forma más directa que sus otros cuentos el mundo de la infancia y adolescencia de Ramos Otero: “Ciclo absurdo por la muerte de papá”, el único de sus textos en que la figura central es el padre; “Los nidos azules en los ojos de la abeja reina”, relato en el que el autor parece continuar la intensa e implacable meditación sobre su madre que lleva a cabo en “La fea Otero”; y “Fragmento de Los patos salvajes”, el cual recrea el mundo cruel, homofóbico y temerario de su infancia y primera adultez en el Puerto Rico represivo y en vías de desarrollo modernizador de los 50 y 60.

 

AV. Y desde el punto de vista crítico, ¿qué crees que aporta tu edición?

 

ACM. Desde el punto de vista de mi labor crítica, está el extenso trabajo de investigación del prólogo que no solo traza la vida y obra de Ramos Otero y las interpretaciones que múltiples críticos han hecho de ellas, sino que propone también una mía global, que incorpora todas esas otras, como una posible vía de acceso que sirva de mapa fluido y abierto, más que de itinerario fijo, para explorar esos mares que son los cuentos de Ramos Otero. Para estimular la lectura activa y creativa que Ramos Otero —con sus citas, interrupciones, digresiones, saltos lógicos y narrativos y juegos de azar— siempre promovió, he anotado extensamente los cuentos, no tanto para proponer interpretaciones como para proveer información de índole variada que pueda ser útil a quienes quieran seguir las pistas de sus cuentos y formar sus propias conjeturas y opiniones. He reorganizado, además, el orden en que aparecieron los cuentos en cada uno de los libros donde se publicaron, no solo para destacar aquellos que me parece que representan mejor las temáticas y estilos de su obra, sino para incitar a la lectora o lector a que cree su propio orden, su propia interpretación de la obra de Ramos Otero. No obstante, he incluido en notas al calce el orden original para quienes prefieran seguir ese orden. En conjunto, espero que todas estas aportaciones contribuyan no a una nueva visión sino a muchas visiones nuevas.

 

AV. ¿A qué aspiras entonces con tu edición?

 

ACM. En el fondo, he aspirado a serle fiel a Ramos Otero. Pero serle fiel a Ramos Otero ha significado para mí incentivar a sus lectores a que se atrevan a usarlo, a que entren en el juego, a que asuman el reto de crear e innovar que nos tiende su obra. Serle fiel a Manuel ha significado estar muy pendiente de no canonizarlo, porque en el fondo toda canonización es un acto de poder que termina prescindiendo del objeto que canoniza, de su textualidad y materialidad resistentes e irreductibles. Por ello, acudiendo al término del gran teórico italiano Giorgio Agamben, he intentado, al contrario, “profanarlo”, hacerlo disponible, repartirlo, usarlo y diseminarlo para que todxs colectivamente lo reelaboremos.

 

AV: Es decir, que para ti la obra de Ramos Otero está siempre por elaborarse, siempre por hacerse en relación con sus lectoras y lectores…

 

ACM. Exacto. Por eso la edición cubana se titula Cuentos (casi) completos, con ese paréntesis tan usado por Ramos Otero para interrumpir sus narraciones y extenderlas por otros espacios, rutas y tiempos, y la puertorriqueña, con el entrecomillado que cuestiona e incita, Cuentos “completos”…

 
 
 

Arnaldo M. Cruz-Malavé. es un autor puertorriqueño. Ha publicado El primitivo implorante: El “sistema poético del mundo”de José Lezama Lima (1994), Queer Latino Testimonio, Keith Haring, and Juanito Xtravaganza: Hard Tails (2007), Bailando en un encierro: danza, duelo y activismo en las manifestaciones del Verano Boricua de 2019 (2023); editor de Cuentos (casi) completos de Manuel Ramos Otero (2019) y Cuentos “completos” de Manuel Ramos Otero (2023). Ha coeditado con Martin Manalansan, Queer Globalization: Citizenship and the Afterlife of Colonialism (2002). Ha sido becado por la Ford Foundation y el National Endowment for the Humanities, y fue profesor invitado de estudios caribeños y latinos en Harvard University.