Marilyn Rivera
Hace un tiempo atrás, desde 2019 para ser específica, comenzó una genial iniciativa auspiciada por Enclave: Revista de creación literaria en español y el Instituto de Escritores Latinoamericanos (LAWI), de Hostos Community College. Inmaculada Lara Bonilla, Nora Glickman y Alejandro Varderi se han dado a la ya tradicional tarea de organizar los “Talleres de creación literaria”. Este proyecto continúa su esplendorosa labor y el año pasado no fue la excepción. Como en otras ocasiones, la oferta se presentó de forma virtual, lo cual facilitó la participación de personas de otros puntos geográficos y así burlar la guardarraya que en algún entonces nos limitaba. Pareció que energéticamente todo se confabuló para que ciertas almas convergiéramos en un determinado momento y la magia de la creatividad engendradora nos rociara. Entonces aprovechamos esa efervescencia que se dispuso ante nosotros y nosotras, concurrimos y crecimos.
Como de costumbre, las facilitadoras fueron destacadas escritoras con legítimo interés en compartir sus conocimientos. Josefina Báez estuvo a cargo de Testimonio cotidiano. Escritura. Performance. Esta carismática y multifacética artista dominicana acompañó desde y con el corazón. En el taller, se exploró y experimentó con el movimiento físico, además del concebido ejercicio de la escritura. A pesar de no haber participado en este, tuve la oportunidad de presenciar la actividad de cierre en la que Báez nos recordaba la necesidad de cuidarnos y buscar espacios de sanación. En esa actividad, su intervención fue corta, pero intensa. Sentí que me entregó mucho durante ese pequeño lapso mientras comentábamos sobre la creación literaria, sus confines y la riqueza que nos dejaban los talleres.
Entre las participantes de su taller está la poeta Yaritza Colón Torres, la cual siente que la experiencia la motivó a reflexionar en torno a conceptos como “saber”, “poema”, “performance” y “sanación”. Enfatiza que las dinámicas fueron una exhortación “a respirar hondo y sentir la respiración misma de las palabras; a jugar con las distintas cadencias del acto creativo; a buscar otros ángulos desde donde escribir(me) para así volver al corazón y disfrutar, más y más, lo inesperado”. Saber que ella internalizó el proceso como una invitación a escribir poesía desde nuevos espacios del propio cuerpo, me resulta estimulante y regocijante. De hecho, me pone en expectativa y me ilusionan esas nuevas fronteras. Estoy segura de que encontraremos, no solo en Yarisa sino en otras voces, esos trazos de esa respiración, que en su afán no solo muestran la vitalidad de lo posiblemente habitable, pero también de lo habitado.
Por otra parte, la venezolana Keila Val de la Ville impartió Puro cuento. Narrativas de ficción y no ficción. Para ella, una oportunidad como esta constituye toda una aventura en la que no presume o asume nada. Es una autora que le encanta ofrecer clases de escritura para un público amplio sin limitarse a un determinado género literario. Explica que, una vez planteado un pretexto —por ejemplo, un tema, una interrogante, una imagen o tal vez un propósito—, en adición a algunas lecturas propuestas, “la dirección de la sesión es determinada por las necesidades e intereses de los talleristas”. La versátil narradora y poeta comenta lo siguiente: “Cada escritor es un universo fascinante de referencias, ideas y búsqueda. Es así como sigo las pistas que cada quien va dejando, mientras también ofrezco nuevas maneras de enriquecer al escritor o la escritora y así conducir este tiempo compartido”. La química que se desató en su taller fue un derroche de encanto, tanto para sus participantes como para ella. En sus propias palabras, fue “vibrante, curioso e inesperado. Un motivo para celebrar”.
A las talleristas se sumó la estimulante poeta argentina María Negroni, quien dirigió La palabra insumisa. Entonces la palabra, además de respirar, se hizo juguetona y, a veces, un tanto escurridiza. No obstante, Negroni siempre nos llevó de la mano en esta aventura. Los ejercicios propuestos facilitaban llegar a la emoción y observarla. La selección de estímulos a los que reaccionábamos daba rienda suelta a la imaginación y la escritura se tornaba diáfana.
Negroni proveyó una serie de poemas que exploramos cuidadosamente entre los cuales figuraban poetas como Anne Carson, Ana Cristina César, Juan Carlos Bustriazo Ortiz, Juan Gelman y otros. Hubo poemas de esa serie que los degustamos por nuestra cuenta y que de igual manera nos cobijaron, estimularon y dirigieron como por ejemplo “El canto de las aves” de Mario Montalbett. On the Nature of Daylight de Max Richter y Ofrenda, un video de Claudio Caldini donde se presenta imagen y sonido, nos sirvieron, como decía Negroni, de disparadores. Esas composiciones que creábamos también se leían y comentaban en clase. Nos nutrimos enormemente de la interacción con ese otro y esa otra que ayuda a mirarse y a escucharse.
Creo que todos y todas vivimos esta oportunidad como un obsequio especial. Por un lado, Sandra Lafuente me comenta que su “inequívoca” impresión es que Negroni sigue acompañándola: “No se ha ido de mí desde que hice ese taller. Está siempre presente, de una forma u otra”. Me parece que esa sensación de Sandra se debe a lo que señala muy bien Gabriela Rosas cuando le pregunté sobre su impresión. Enfatizó que: “Fue un taller extraordinario, donde el aula fue llevada con maestría… totalmente inspirador y creativo. María Negroni es una dicha, y el taller con vosotras también lo fue. Soy lectora de Negroni y más dichosa no pude estar”. La alegría y el agradecimiento también lo expresó Gina López al afirmar lo siguiente: “María fue inspiradora, ejerciendo las correcciones en los detalles precisos, clara, concisa, de pocas, pero brillantes palabras. Es una gran trabajadora de textos. Tutora maravillosa. Aprendí mucho con ella”.
En mi caso, cual trotadora de mundo (tómelo con buen sentido, por favor), y gracias a la reunión virtual, tuve la oportunidad de conectarme una semana desde Puerto Rico, dos desde Salamanca y finalmente desde Nueva York. El participar y escribir desde Salamanca por dos semanas en particular me marcó muchísimo. Quedaron miles de imágenes, palabras y sensaciones grabadas junto con texturas, aromas y sabores que atesoro como fuente de inspiración. Caleidoscopio, dialogismo, movimiento, verbena, silencios, miradas, abismo, incógnitas, sentidos, sanación, pero sobre todos estos, palabras… sí, siempre quedan las palabras, aunque sea en la mente parlanchina que no quiere callarse. Entonces, bajo las revoluciones y las atiendo, las veo pasar dulcemente como nubes y conecto con mi ser. Recuerdo sanar con palabras, conecto con el universo, agradezco y escribo.
Lo alentador es que, a partir de este encuentro, el acercamiento a la escritura ya no es la misma. Contar con la palabra como aliada (a pesar de su insumisión, siguiendo la línea de Negroni) en un mundo donde súbitamente surgen espacios inhóspitos, es un regalo divino. Toparse con rincones, ya sean físicos o cibernéticos, que se conviertan en santuarios para ésta, es una de las tantas ofrendas de los dioses. Solo nos queda ofrecer nuestro más humilde agradecimiento a Inmaculada, Nora y Alejandro (tenaces coordinadores), a CUNY, a las sagaces talleristas (de hoy, ayer y siempre), a sus participantes y a todo aquel o aquella que es parte, ya sea de manera consciente o inconsciente, de estos artificios maravillosos que son los “Talleres de creación literaria”.
Presentación talleres literarios 2023
Marilyn Rivera es profesora asociada de Borough of Manhattan Community College y catedrática auxiliar de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Humacao. También es terapista transpersonal y ofrece talleres gratuitos como parte de su proyecto Taller playero. Ha publicado estudios críticos, cuentos y poemas en diferentes revistas. Su libro se titula Masculinidades y transgresiones en la obra de Mayra Santos Febres (2015). Reside entre Nueva York y Puerto Rico.