Paseo botánico y otros poemas

Eva Tur

 

 

 

Paseo botánico

 

Cómo anhelo que me quieras:

como aquel martes

que me viniste a buscar

y yo no tenía ganas, pero

dijiste: “Va, anímate,

que te hallaré un remedio

contra las larvas”.

 

Y cruzamos un topónimo escondido

para alcanzar la duna. La planta que

—dijiste — deseabas estudiar,

masticaba pestañas, olía a tórtola muerta.

Era tierna. De huesos frágiles y ovarios desgarrados.

Se inclinaba hacia el sol. Martes

al mediodía. No quisiste arrancarla.

La dejaste enraizar.

 

 

Epifanía

 

Me pides si tal vez yo te podría

poner una lavadora

en un gesto de intimidad destripada

que percibo desnudo y cuesta abajo

ciertamente un

desangrarse absoluto.

 

Aunque sea solo ropa de trabajo también tiene

las máculas de yema de huevo de la jaula. Tiene

la huella de la carne, relámpagos de gloria.

Está manchada

de cuando fui el boquete

por donde

se escurría la esperanza,

la guarida donde se curaban las angustias,

el consuelo de las santas que habitaban

el país de los lactantes,

la cocina de butano,

las noches de cucharadas

de aspirinas infantiles y jarabes.

 

Me pides,

así, sin inmutarte,

que lave tus calzoncillos,

las chispas de piedad,

las galaxias de rencor bordada en los manteles,

los celos, las migas de tristeza 

en los bolsillos que tendré que vaciar

antes de elegir bien

qué programa es adecuado,

si el de prendas delicadas

o el de catorce minutos.

Es decir:

el tiempo en que cuaja una nevada,

el tiempo de guarecerse de las babosas,

el tiempo de la siesta

de todas las idiotas

que no saben quererse y

se esconden en su concha y vacían los bolsillos

de la ropa del amante para después hacerle

la colada.

 
 

Pían en el nido pequeñas aves/deseos

 

El sueño de la mariposa blanca

posándose en mi frente

ya no ha vuelto. Sueño, en cambio,

que me roza dulcemente,

con sus suaves alas tiernas

detrás de las rodillas.

 

 

Tríptico de animales en cautiverio

 

Mal de boca

 

I stepped into an avalanche

Leonard Cohen

 

Hay un círculo allí donde comienza

tu ojo izquierdo. No es tu iris. Es

una mota diminuta como

un roce de soledad que nos

separa y a su vez

crea

ámbitos de perfección:

llenamos el vacío de la distancia

idealizando cómo eres, cómo soy,

cómo yacemos

uno al lado del otro sobre

puestas de sol de carne y lunas nuevas de hueso

que no habremos compartido.

 

Lamemos las palabras aún cálidas y torpes,

movemos en círculos la lengua

por escrito y, entre bosques de palomas

y plumas que se inflaman,

 

aullamos el deseo.

 

 

Pequeña bestia

 

Qué sabremos tú y yo de la polinización

de nuestros cuerpos. Si estamos

a mil trescientas millas de distancia.

 

Y aun así te me adhieres debajo de la lengua

como un escarabajo de oro.

También en la garganta

puedo notar preciso, incluso en fantasías,

el líquido a la vez cavernoso y transparente

que provino de ti, recogido, a su vez,

carne adentro de los nombres.

 

Podríamos creernos las criaturas más antiguas

de la tierra, aquellas que arrancaron

las palabras primigenias de la lava. Pero sé

que yo todo lo soy no es otra cosa

que una pequeña bestia tratando

de acumular la lluvia. Formo

un cuenco con las manos. Sin embargo

separo los dedos en exceso evitando

así sorber algún trago de gloria.

Me lo niego.

Temo notar el roce

del pico de la alondra que se acerca

a beber este,

quién sabe si es

amor, de crías de palabras.

 
 

Mascotas

 

En el suelo del mirador mojado por la lluvia,

tu maleta plateada nos hacía de escalón

donde sentarnos. Tú y yo

le dimos de comer.

Con su corteza de pálpito

deseaba bendecirnos.

 

Por qué me sobrecogen esta tarde los aviones.

Y esa pareja de palomas sobre el tendido eléctrico

empapándose,

a punto de extinguirse.

Y nosotros componiendo

fábulas de mirador.

Todavía

un poema sin carcoma.

Derramando

la cena de dedos en la boca,

de yemas en los senos

y lenguas que resbalan.

 

Tal vez solo seamos

capaces de cuidar y ver crecer esta

maleta testimonio.

 

Acaríciale de nuevo su suave lomo gris.

 
 
 

Eva Tur es una autora catalana. Ha publicado los poemarios en edición bilingüe catalana y española, Planeta Tigre (2021 y Kilimanjaro (2024); así como los cuentos infantiles Missatge a la deriva (2016) y Amistat cósmica (2020). Ha comisariado el proyecto “Homenaje a la cerámica de Anneliese Witt. Poesía y barro”, conformado por la exposición artística y el libro de artista del mismo nombre. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona., ciudad donde reside.