Laura Alonso
porque voy a morir de un mal elemental y va a ser en ausencia de héroes.
Julieta Valero.
Abandonás
las manos por las teclas.
Hay algo de animista en ese gesto. Algo demiúrgico
en todos esos golpes
sobre trocitos de plástico
de geometría más o menos explicable
por conjunto de dibujos
con medidas adjuntas.
Es como estrenar abundancia por el color de la fruta
en el tazón, al centro de la mesa, con cierta inclinación
lumínica.
Cierta desobediencia de estados previsibles
más que traslación de templanza, espera
en tañidos, ocres, dar
con la cuestión de impulso
que exceda ser-ahí, pingajo en dedos
reificado
en su motor a deleite.
Conjunto de carne, articulada en tránsito
que con un vuelo de mosquito, un insecto
menesteroso
podría dotarse
un cambio brusco
de percepción. De forma de decir
que se rebase
en masa y volumen
a realidad esmerada
un mínimo detalle.
* * *
Clima de nubes de borde, disipándose
dice el cielo de una manera
de festón deshilachado.
O eso es
lo que provee
como una construcción
pasible de traslado
a exégesis de límite.
Cómo decir
sobre certeza de linde
donde se entona detenerse
por declarar
un pozo de la sed.
* * *
Algo en la tecla emerge de la yema.
La máquina y los dedos.
La idea de los dados.
Un conjunto de calores
sonoros
de tacto al silenciarse.
Una alocución pura / energía / perdida.
Ganada al tiempo, tal vez
a duración inútil
de cada golpe de cada tecla
en el teclado y el dedo; y viceversa.
Podrían ser Posibles:
—explicación acorde.
—puñado de armonías.
—huellas dactilares contra modelo acabado.
* * *
Algo de brisa entró por la ventana
y
(es inevitable)
me distraje, fácilmente
de lo que lleva a distraer
el punto de dirección
por el que empecé a anunciar
las coordenadas reales
donde se pierden
con más realidad, de la que sobra
por más
realidad
de la que falta.
Así nace un nudo paradojal
al que le ganan las ganas de rodar
para caer, estanco
en puntos suspensivos.
* * *
Ahora se hace un blanco. Una decepción.
Es una aspiración.
Respiración, en rima, entrecortada
que aligera la pureza de los dedos
encarnados a figuras
vaya a saber
en qué
pandemonios
coitales y/o tanáticos.
Y en eso hay un silencio
porque el color del cielo
se parece al cielo de un lugar.
Lo que desciende ahí, justo ahí, abrevadero
a ese brocal de sed
es en balde.
* * *
Algo había.
Algo, que
me trajo hasta acá, sin noria ni signo.
A la palabra noria; a su elemento
de animación autómata, con un decir apretado
a ese imposible rodar
de imagen en imagen, embelesada
por una ruina
vista
a gran velocidad.
Estábamos así
por describir
como la anatomía
de lo que miro por la ventana
es
autonomía del arte.
Agujero que dice lo que quiere.
Vano cuadrilátero con pretensiones de cuadro
(mucho realismo; poca diversión)
Es
una experiencia
mística
contemporánea
ese qué sé yo
de la palabra
lírica
perdida pero amasada
paranomasia
o afinación
yunteada, al yiro
en un trac-trac de revólver.
Detenerse
en el zumbido de algún aparato
no reconocido de la casa
ardiendo epifanía, un desperfecto eléctrico.
* * *
Estábamos así
por impulsar una proclama
contra la guerra, el hambre.
Fuerzas superiores que, sabemos
nos queda grande gritar y chico el rostro
a juzgar por el lugar común de las máscaras sobrantes
amontonadas
en alquiler.
Y, digamos, ese qué sé yo
aflora un desencanto (medio chillón para malevo)
en una flor casi tanguera en el ojal de un maniquí.
En el ojo izquierdo
se le posa una mosca
y en el reflejo de la vitrina
perecemos
una versión menor
de parte del infierno a mis espaldas.
(acomodo un codo
en esta posición
de explicación en vano)
Estábamos así
por abordar
el fordismo de las palabras
pero los operarios
enfermaron
de una plaga del sentido
y van y vienen
pechándose.
Se insiste en ordenar el hecho
de cuya operación
saldrá un producto
limpito e ideal
como la escoba o la metáfora
de su barrido absoluto
por otra escoba mejor.
* * *
Estábamos
en los pies descalzos de los pies y deambular
en lo finito
de las extremidades conjuntas
como un modelo en masa que coincide
con un palmo entero
de arena en el viento. De bolsas negras
arrumbadas
al borde de una ruta.
Y un contenido que las mantiene erguidas
hinchadas, sin desbordar razones.
Descender a la tierra
no viene a ser un argot argumental
sobre trascendencia; asunto de plumaje
sagrado
venido a perdigones.
Don-de suspenderse, no hay; ni campana encima
que pueda
un parte aguas de aguantar
sin abonar al suelo
yuyal de anonimato; febril crecimiento
como una fosa
común.
* * *
Nos interesan
caídos de nacimiento
y, de ser posible, por pleonasmo, caídos
pero de nalgas.
* * *
¿Estábamos?
Qué clase de entidades
dispuestas
así, en un tropel
si en cada mano (y son dos)
hay una sola casa, desde una habitación
con vista
hacia los techos vecinos.
Y en la pantalla
a toda especie de atrofias.
Criaturas que se esfuerzan
por un alegato de montaña, en corporal
indiferencia o derrota
de un hilo conductor hasta la cosa
en un pedazo de carne; depósito de luz
frontal al monitor.
Vanidad sufrida, en orden de la necesidad
por el deseado tercero
sin su fricción de existencia
a golpe de pájaro, bajo una sola mirada.
Una raya negra tachó el cielo
y pudo ser paloma o ganas de alterar
el curso de las cosas.
Quién sabe qué
suerte de ser
respira y/o desplaza
donde decía estábamos
en ser-ahí, chispazo, fiat lux
de algún ornato, inflamado
por goce delictivo
(como un chantaje —de guante blanco; sutil—)
Una raya negra tachó el cielo.
Laura Alonso. Poeta uruguaya. Sus libros incluyen Tratado sobre huecos (2009), “pero todo volvió de golpe y no pude sino escupir sobre estas calles”—ó: diáspora la lengua— (2010), Espejismo en reiteración real (2011) y delay —el esqueleto del viento (2014). Es profesora en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (Udelar) y en la Licenciatura en Diseño de Paisaje (Udelar, Cure).