Johnny Durán: Contra las tentaciones del abismo

En este tiempo, tan dado a la vanidad de la imagen y la autopromoción, contadas son las personas que ponen tan tenaz modestia en el ejercicio de sus dones. Cosmonauta de esta época, sensible pescador de verdad, Johnny Durán, no me cabe dudas, habrá nutrido o estimulado con su actitud y conocimientos a otros poetas. Jamás le ha preocupado competir, y más bien, celebra como suyos los logros de amigos y amigas. Los libros, las incertidumbres existenciales, los eventos cotidianos, el azar, las risas, las búsquedas y sorpresivos hallazgos, la sombra y la luz, el conocimiento y la pérdida, matizan las conversaciones con este poeta. En Johnny Durán la poesía se funde con la leal fraternidad del corazón. Es una certeza y talismán contra las tentaciones del abismo. A través de ella y del amor, la belleza es tocada por sus dedos. Lo baña de sorpresa y vuelve virgen su corazón para el asombro. En la poesía, en el mirar poético, se intuye la posibilidad de trascender o transmutar el error que siembra piedras en nuestras vidas. Mirada aligerada de memoria y prejuicio, la poética permite entrever la libertad recreadora. La poesía contenida en su obra, elude las extensiones. En la brevedad de la vida arraiga la viva conciencia del sentir. Las imágenes golpean como lluvia en el rostro solitario, febril por la perspicacia de continuidad en la consunción amorosa. Hálito de siempre, desde el trazo en Altamira o el trazo en El Pomier, aquí la poesía respira y se renueva.

Ángela Hernández

 
 

I

 

Me he quedado solo en las oficinas

Mi mirada sigilosa se vuelve sobre mí

por todos los costados

Ajena mi alma otra estase, así mi mano

Abrazando el espaldar de aquella silla

El culpable está mil veces solo

Pero esa niña simula no haber visto

mi espalda desnuda

En la toalla mojada está el cadáver

tiernamente ciego.

Solo que aquí no hay estridencias.

Todo ha sido cultivado con esmero

por el otro

Con la simplicidad de una navaja

en la garganta.

 
 
II
 
La partida pinta sobre las paredes

los signos del desconsuelo

pero lo que sostiene las paredes

e impele la partida

es lo que tú

y yo

verdaderamente

somos:

Lo Innombrable.

 

Johnny Durán

Johnny Durán

 

III
 
La mano se mueve sola

detrás del corto circuito.

Las pestañas chisporrotean

sin voces

Se agitan lunas

por encima de los párpados.

Los ojos son tierra movediza

Los lentes cuelan el estiércol.

La mirada es un pasadizo

blanco.
 
 
IV
 
Los áspides traspasaron el sonido

Los naipes contra el viento

Quedó la espera

convulsionada dentro de su círculo…

expirando a cuatro pasos

de tu ausencia.
 
 

V

 

El sonido de grillos y motores

El sabor impreciso

La ausencia de tu ser como música

La angustia como hostia

El destino es una mancha roja

Mi cabeza, una campana rota

¿En qué lugar del tiempo

se perdió

el monasterio que selló con fuego

las preguntas?

 
 

VI

 

En su caos adorado a flor de angustia

José ha dispuesto sobre un tablero invisible

Las piezas febriles del miedo

Encarceladas sombras en ámbitos diversos perduran

Una sucesión de ecos

Una procesión de antorchas

Bandada de murciélagos en campanarios

El vaho de tu aliento en los cristales de la lluvia

Es la sentencia que atraviesa el pájaro

Un charco vertical concéntrico

Médanos ardientes, puertas

La lluvia es un palacio

Tu risa, olvido

Las certezas que van apagándose

En una inútil cadena

En su caos adorado a flor de angustia

José ha dispuesto sobre un tablero invisible

Las piezas febriles del miedo.

 
 

Johnny Durán (1957). Poeta, traductor, ajedrecista y profesor dominicano. Nació en Santo Domingo, ciudad donde reside. A principios de los años ochenta dio a conocer en el país al poeta norteamericano Mark Strand, por medio de dos publicaciones en el suplemento “Aquí” del periódico La Noticia. Tradujo el libro Plane Surfaces de la poeta estadounidense Judith Kerman, publicado en 2002. Forma parte del comité editorial de la casa editora DE AZUR. Es co-traductor del libro, en edición bilingüe, Tosigo Ardento (1985) del poeta español José María Álvarez.