Microficciones

Sergio Astorga

 

Amantis

 

Como cada noche estira sus patas con el estruendo voraz de su apetito. Del otro lado, siempre una respuesta que se consume progresivamente.

 

Coloradito

 

Era una criatura aferrada al rojo. Alejado del blanco y con cierta dependencia a la goma arábiga. Quiso transferir su personalidad a una realidad más concreta. Al principio pensó emular a Julien Sorel, pero desistió al primer desamor. Ahora, avivado e intenso hojea los afiches del Moulin Rouge.

Todavía no sabe de la existencia de Rothko.

 

El tío Teto

 

El tío Teto tenía un aire metafísico, un paso meridiano y un aliento de claustro dominico. Todos saben que vive en la parte más serena del universo, esto es, en la planta baja de un edificio estilo Art Decó por la Colonia Roma. Sus días son un devenir de especulaciones, huvesillos de sentidos que se anidan en su cuerpo calloso.

Es cariñoso, a pesar de que su persona se trenza en largos silencios. Yo me siento a su lado tratando de ser útil en lo que puedo. Le enseño el mapa de la tierra y le señalo el hemisferio norte y sur. Él sacude su persona y remienda las tonterías que le digo.

Cuando estoy triste, mi Tío Teto, me ayuda a lavar el ojo y la pestaña y me dice, con esa paz de pecho: “si hay algo lejano es la niñez, por eso hay que regresar a pie”.

Yo no lo entiendo, pero me pongo a caminar desde ahora, por si acaso.

 

Máquina de papel

 

En aquella provincia, cercana de los centros urbanos pero muy lejana de su frenética vida, se construyó con pequeños trozos de papel picado una maquina maravillosa. Sus habitantes, orgullosos de su pasado glorioso de constructores de ingeniosos artefactos, se sentaban los sábados alrededor de ella para descubrir el más mínimo error. Varias generaciones corroboraron la geometría analítica de los planos, por eso, no tiene explicación el porqué abandonaron a su suerte a mediados de siglo veinte de nuestra era, su provincia.

Los arqueólogos, encontraron los planos sin proponérselo, cuando andaban a la procura de ciertas ruinas de la Cultura Totonaca. Doblada en cuatro partes y metida en un veliz de cuero, los planos daban cuenta de la última modificación.

A la fecha se han realizado dos Congresos. En la última ponencia, rebatida hasta hoy en día, se afirma que se trata de una máquina del tiempo. El problema, al parecer insalvable, corresponde al tipo de material utilizado para su confección. El papel picado es un material perecedero y difícilmente se encontraran vestigios. No obstante, se han aprobado dos bolsas de investigación para financiar la búsqueda.

 

La incerteza de Gatri

 

Gatri es un coludo por parte de madre y un bigotón por parte de padre. De patas largas y hábitos realmente mesurados apareció un buen día dentro de una caja negra. No sabíamos que era su casa. Solo cuando la abrimos comprobamos que ahí vivía. Después comenzamos a dudarlo porque jamás quiso volver a entrar si era observado. Pasaba largas horas perdido, o cuando menos fuera de nuestra vista y por más que lo llamábamos no aparecía hasta que lo encontrábamos en la caja. Nos fuimos acostumbrando a que Gatri puede estar fuera o dentro de su caja. Estas dos realidades son tan evidentes que nunca pensamos que si la caja no estaba significaba que Gatri estaba muerto o aparecía vivo en otro lugar dentro de su caja. Muchas veces sucedió. Hasta que un buen día no encontramos la caja y por tanto a Gatri. Si no encontramos la caja, deducimos, Gatri no puede ser visto y por tanto estar vivo.

Si encuentras una simple caja negra y la abres, vas a encontrar al gato llamado Gatri que es coludo por parte de madre y bigotón por parte de padre. Recuerda que tienes que abrir la caja, la sospecha no es suficiente. Es irrelevante que quieras ser su dueño.

 

 

Despegue fallido

 

Intentamos llegar al lago Groom, en el estado de Nevada. Mi abuelo había trabajado en la minas de plomo y plata ubicadas al el sur de la Cordillera Goom. Así que conocía los vericuetos de caminos para llegar al lago. Caminamos durante cuatro horas. Solo descansamos unos minutos para beber agua y comer una carne seca que compramos el día anterior en una tienda mexicana llamada “El Paisano” en Santa Fe New Mexico. Al bajar por un acantilado, difícil pero caminable, logramos ver la blancura proyectada del salar. Al sur, dos rectas paralelas ratificaban las pistas de aterrizaje. De repente sentí que me jalaban de la camisa a la altura del hombro izquierdo. Mi amigo, que hasta ese momento se dejaba guiar como un corderillo temeroso, me señaló a un guardia, que pertrechado en la cima de una colina, vigilaba con dominio de visión todo el panorama. —Si nos atrapan soy ente muerto, me dijo. Ante la agitación no medité sus palabras, Comenzamos a sudar copiosamente, yo lo veía de reojo y mi amigo mostraba ya los síntomas de la desesperación. Todo indicaba que no lograría acercarse a las pistas de aterrizaje. Ya había intentado en Roswell hacer contacto con un amigo de otro amigo de mi abuelo; parece ser que el contacto se esfumó sin dejar rastro. De repente mi amigo comenzó a disparar con su cámara fotográfica ráfagas de tomas de las pistas de aterrizaje. Siempre creí que era un reportero gráfico; trabajaba en una revista de divulgación científica, pero ahora ya no sé qué creer. Sin decir palabra, me lanzó un gesto de resignación y comenzó a descender a toda prosa hacia las pistas. Comprendí que era inútil seguirlo. El llamado de un destino inexplicable para mí, lo había desbordado.

Tenía razón mi abuelo, cuando decía que: hay entes que buscan despegar al saberse atrapados en un mundo que no es el suyo.

 

Concierto en rojo sostenido opus 7, conocido como “El Jugosso”

 

I

 

Con la intensidad sonora de un primer movimiento Andante cantábile, escurrían las notas embriagadas en arpegios casi dulzones, sin llegar a la exorbitante estridencia del danzón, para después de una recuperación de las corcheas, el contrabajo, llevando el peso de la melodía contrapunteaba dándole la frescura de la aparente improvisación, sin embargo, paralelamente los silencios de blanca segmentaban los bemoles del primer violín. El movimiento termina con una luminosa conjunción de cuerdas galopantes.

 

II

 

La ardorosa pasión del Allegro, más no tanto, desarrolla, en este segundo movimiento, todos los apetitos sonoros en Rojo del compositor. Tímido en su nacimiento, los timbales acometen con firmeza de madrigal las notas negras, para en un creciendo, sumarse las vibrantes festividades de los metales que interactúan con el piano. El movimiento concluye con un acompasado recordatorio de la primera melodía del primer movimiento.

 

III

 

Más largo que ancho el tercer movimiento es sostenido por la intervención casi exclusiva del piano. Se ilustra en este movimiento, como en ninguna otra obra del género, la melancolía frutal; ebrias de gozo, la dulzura nunca fue mejor representada. El movimiento acaba en un larghetto apasionado, de duración libre, es decir, dependiendo del gusto del director en turno.

 

IV

 

El cuarto y último movimiento es una Coda, donde las escalas cromáticas hacen gala de su color natural. El bajo continuo desenvuelve su voz contrapunteada con esa excitación propia de los trópicos. El movimiento termina con acotaciones circunstanciales a los matices del tono dominante, dejando en los oyentes un estremecimiento "jugosso" y acompasado.

 

 

Sergio Astorga es un autor mexicano. Ha publicado, tanto textos como dibujos, en suplementos culturales y revistas. Gestiona los blogs: Antojos: http://astorgaser.blogspot.pt/, Conversa en el balcão del Abarrote: http://conversasdelabarrote.blogspot.pt/ y Revista Brevilla: http://revistabrevilla.blogspot.pt/. Actualmente reside en Portugal.