Inmaculada Lara Bonilla
Debate junto al plomo
Es cosa de libélulas
José Hierro
Será la noche.
La noche que llega por atrás
y por detrás de la escayola
y la paja blanca de un día.
Será cosa de la noche,
la colcha que avanza
cada tarde
con raíces en el cielo
de plata
sin estrellas.
¿Será que hoy no hay lluvia
que atraviese las torres densas
para mecernos?
O será cosa de la guerra
y de los otros azares
imposibles
por carnosos,
desnortados.
O la niña que
se alza ligera
tras las puertas
y gira transparente
armándose de hojas
de volantes muy largos,
sorprendida
en plena gota fresca de pirueta
desde la balconada blanca.
Será la calle de perfil
los muebles,
el estudio de
promesas eternas
y largas cuerdas
detrás su pestillo,
aliadas a
la astucia en las libretas
a los adoquines
y las piernas
que buscan lluvia.
Las eras
Primero fue la boca ciega
la larva sin ojos
el fondo marino
sin nostalgia.
Luego el drama canino
trampas y suelo,
familias atómicas
peinando cabellos
tejiendo las barbas
de amor y de muerte.
Después
quedó el sombrero del ala,
las langostas sin sombrilla
reflejándose en
el cristal terso
de tus ojos
junto a un árbol
que te ha sobrevivido.
Al final, solo tus labios
de éter
(ya no tuyos)
tu viva voz sin carne,
incandescente
liberada de toda suerte
de toda esquina.
Nocturno
Homenaje a J.B.
Estupor de novias ciegas.
Los picos nevados
Los agitados senos
han sentido el temblor:
cavidades solares
de niños quebrados.
Inquietos, han girado
en oscura espiral,
y han buscado, pobres,
la tabula
más rasa,
el óleo más fresco,
y el aliento terciopelo
la silla más vieja,
la boca callada
la madre selva
la canelaenflor.
Maladie, Margerie,
responden.
Y ensartamos palabras sin fin
para acallar el halago
o el duelo.
Y en el juego
Inocente
Del camino sin fin,
La ciudad, su secreto
son
una senda húmeda.
En la noche,
vista —oído—
—perfume
de farolas rizadas:
y este caudal tan negro.
Porque en el agua
plateada de la luna,
está el contorno
olvidado
de nuestros propios cuerpos.
Breve cadena
Una cadenita candente
pasa por el aire
de los cuerpos
rozando los labios frescos
cruzando océanos
sin fronteras,
dos naufragios, cuatro niños.
Hecha de piel y carne
de sonidos consonantes
su aire contenido
nos recuerda
los ojos negros,
los carrillos fríos y
latidos
como tambores
de una madera
sumida en oscuridad
de luna nueva.
Se pierde
la cadenita
aconsejando
candorosos, benévolos
olvidos.
II
Cuando te pregunten
y te apunten con la largura inmensa del rifle erecto,
acuérdate de nuestro pan.
Acuérdate de nuestro pan y de la crema de aceitunas.
Acuérdate del silencio, de la noche posada en nuestras bocas,
de esa noche tan honda que no necesitó luna.
Cuando te dejen sentado,
con un azulejo y una pared como únicos testigos
Acuérdate de las yemas que buscaron el latido de tus manos,
del aire que anidó en el hueco amoroso de tu abrigo.
Y cuando no puedas respirar,
porque a ti o a tu vecino os ahoguen los gemidos,
recuerda el suelo de la casa, los ojos iluminados de las niñas,
recuerda las escaleras, los brazos, el vientre
y las palabras que te guardan
en el lecho donde nos concebimos.
Inmaculada Lara Bonilla es una autora española y profesora de Estudios Latinos/ Latino Americanos en Hostos Community College, CUNY. Editó El suelo removido: literatura de no-ficción de escritoras latinas y latinoamericanas contemporáneas (2015). Su poesía ha aparecido en revistas tales como Stone Canoe, ViceVersa y Literal Magazine.