Bernardo Grez
Zapato
negro de mi padre
en su parte baja
lustrosa pilastra en tierra
y tapilla desclavada
sin ataduras deslenguado
mocasín tradicional
con taco alto
aunque no tanto
ya que latía corajudo
como un domingo de enero
por la tarde por la plaza
desde la suela hasta el suelo
haciendo saltar mi niño
cuando intentaba su paso
cansado a veces por el paso
de los años largos
de los cueros magullados
y la rebarba que no se queja
ni se deja pisar
firme el talón y empeine
por el peso mal estivado
la torsión del pavimento
la resistencia a la marcha tan ancha
como su horma de pie
de padre
Tostador
Con el sol por abajo
es fácil tostarse
sin salirse del ring
metálico o verdugo
del pan inseparable
de la abuela de la segunda
oportunidad para rudos y duros
Cucharita
De boca en boca una pasarela
sin filo ni baranda
curva caravana de legumbres y sopa
la mayoría de las veces
suave como una mano
mansa o parabólica
que recoge trozos sueltos
y los lanza por los aires
desde el plato hasta los confines
cual catapulta bien allanada
bien dosificada
sobretodo si emboca el caldo
la papilla
o retiene el grano bocabajo
condenada a vagar a ras de mesa
a ras de gaznate
como una eterna horizontal
que de vez en cuando se rebela
y de una bocanada
quiere ser poste o capitolio
escoba mástil
o palo de bandera
erguirse como el lomo de los gatos
o el vapor desbocado de la cocina
olvidarse de lucarnas y laringes
desembocar en otro mundo
Nuez
Si no es una nuez
sería tal vez
un pequeño cerebro
de pensamiento vegetal
sin cascarón ni parietal
o mariposa abierta
de encorvadas alas
con tinte de madera
o costra aceitosa
de dudosa protuberancia
o exiguo desierto
planetario con la aridez
de los escombros
si no es una nuez
hay varias posibilidades
Muela del juicio
Brota como un artista
de canto
sobre el escenario
su tono a derrumbe
la nota alta de las gubias
o de grito
saltando desde un puente
o desde un sillón peluquero
con bandeja eso sí
con amarras
con tragaluces
condecoraciones
salta hacia afuera
con su cara de peñasco
su actitud retórica
ósea
de poco sol
o poco filo
mientras no recuerdo
ni menos siento
dónde tengo las manos
en qué bolsillo
o en qué boca como bolsillo
cuando los dedos de otro
desfilan arqueológicos
y pinceles
espolones de barco
tenazas de jaiba
ventiladores sin aspas
todos al mismo tiempo
abriendo una trinchera
por donde ahora circulan ovillos de lana
y sopla un viento de caverna
abre sus alas
sus raíces
escapa de las fauces jabonosas
carceleras
de un molino sin agua
sin viento
vuela sin juicio
desbocada
A la distancia
A mil lenguas de distancia de tu boca
me desoriento con el canto de cualquier pájaro
no retengo la tierra mojada
y escupir polillas se hace cotidiano
Bajo el bosque llueve distinto
Bajo el bosque llueve distinto
Desfallece un cielo abotonado
una lengua carnosa
saliva a todo el follaje
y se precipita como un lamido viscoso
Es una hemorragia extranjera
que sorprende a la hojarasca
El ramaje supura un lagrimeo persistente
cada gota cae muchas veces
antes de hacerse néctar para rizomas
Las copas en alto se vacían lentamente
escurre un aroma alambicado
Hay un rumor disperso
un tenue martilleo
que se diluye hoja por hoja
Una vez que escampe
bajo el bosque seguirá lloviendo por algún tiempo
Donde van a morir los elefantes
(Hogar de ancianos EBS)
Un lugar esquivo con pasamanos
con humedales sorpresivos
con titubeos y ermitas
donde van a morir los elefantes
cuando apilan tardanza
cuando se les acaba el llanto
la memoria larga
aguada también
que destila hacia un cauce
de cutícula y mortaja
frío como cuchillos largos
entumido como un labio
pegado a una ventana
un lugar con miradas disparejas
con torcedura
más allá de los cercos de la semana
donde se acumula fronda y pelusilla
donde la neblina se deshace en la boca
por el paso de los hijos de los nietos
por la curvatura que hace el alma
cuando viene de regreso
aquí la espera tiene ojos lacustres
aguas espesas irrespirables a veces
ciruelas deslavadas
que ruedan hacia el canto de la mesa
sin detenerse en otros ojos
en otros elefantes
aquí el polvo no se levanta
no se entusiasma
con la lentitud de los carruajes
con el transitar de las nubes albas
hay todo un litoral que gotea su arena
sobre los platos servidos
mientras las horas envejecen
y se decolora el mantel de la mesa
aquí la vida da pasitos cortos
para que no la vean ni la oigan
cuando se desliza fuera de la cama
en puntillas renunciando a las escaras
a las estrías de la historia
Bernardo Grez es un autor chileno. Cursó estudios de ingeniería ambiental y posteriormente estudios de formación en terapia corporal. Desde 2008 participa del colectivo y taller de poesía La Trastienda. Ha publicado los poemarios Eros y Tanatos (2011) y Antípodas (2018), y forma parte de las organizaciones AGEA y Fundación Biocultura.