Yolanda Blanco
1
Carta de Eunice Odio a Juan Aburto
Marta Leonor, uno de estos días encontré en mi gaveta esta carta que Eunice escribió en mí para Juan Aburto.
1 de febrero de 2015, Nueva York
—Yolanda Blanco
Carta a Juan Aburto
Hoy que estamos de Convivio, quiero regalarle varias cosas que le pertenecen:
mi nombre que es el mío y con el que usted coronó a una hija suya; una gota del sol que me bañaba en la Granada de 1945; el azul que encontré a las cinco de la tarde en la península de Chiltepe; la segunda parte de su chechereque; el manto de un quiebraplatas del color del mundo, unas huellas de sisimicos y la sonrisa de los chapulines. ¿Le gustan esos Elementos terrestres? ¿Los acepta? ¿Verdad que sí, porque los sintió en el pecho desde antes que su infancia apareciera primero que la Luna en medio de mayo?
Y le doy más: un espejo en que se acicala el cielo, una brizna de césped, un aletear de colibrí, unas pisadas en barro de Acahualinca; las nubes que revolotean sobre la cumbre del Mombacho; las quejas de los bandoneones que le fruncen el pecho; un poema mío en el momento en que se alegró, porque usted lo leía; la mirada verde que salía de mis ojos cuando lo conocí; la mujer que encandiló a los cedros y madroños masculinos de su Nicaragua, tierra que también fue mía porque broté en ella; la mujer hallada en el fuego, a quien nadie pudo entender, aunque se prodigara en la Palabra y le encendiera a esta todas las velas; le reflejo en fin las voces y el corazón con los que usted me siguió llamando aunque hacía tiempo yo ya me había ido.
Reciba, poeta, mis graciasmiles sin fin.
Eunice Odio
P.D. Olvidaba regalarle el poniente y sus puntos suspensivos.
8 de agosto de 1978, México.
2
Conversaciones con Porchia
Sí, trataré de no ser.
Creo que es soberbia ser.
•••
Porque he visto de qué se llena todo,
procuro vaciarlo todo.
•••
Puede haber un desierto donde hay noche;
no donde hay luz.
•••
Es saliendo de todo
como voy entrando en todo.
•••
Lo cercano, lo más cercano, lo muy cercano,
solo lo hallé en tu sangre.
•••
Si yo no creyera que el otro es yo misma,
mi vida no tendría extensión ninguna.
•••
Quisiera no estar en algo
para estar en todo.
•••
Me basta tu mano, porque me cubre toda
y es transparente.
•••
Sabes que no tengo nada. Por ello me pides nada.
Para que te dé todo.
•••
Mi riqueza no es total: faltas tú.
3
Copla
a Franklin, Francisco, Ramiro,
Juan, Fanor, Guillermo,
Jorge Eduardo, Danilo
Mis amores de los setenta
están cumpliendo sesenta.
Ya echan barriga,
ya peinan canas…
Yo sigo oyendo sus guitarras.
El latir de la Nicaragua grande que moldeábamos despiertos,
el poema,
el Darío,
el Sandino,
el poeta.
Paso y piso por las calles de León
y los lazos, la Facultad de Derecho,
el Básico, el Paraninfo
se arremolinan en mí
llenos de besos de coco, canela y anís.
Mis amores de los setenta
están cumpliendo sesenta.
Algunos apagaditos como florcitas sin agua
—la sal charchaleando en la herida—
quijotes unos buscando molinos
amargados por el exilio muchos
amañados otros con los sandinistas
(la venda aún apretada a la vida).
Mis amores de los setenta
están cumpliendo sesenta…
¿Qué se fizieron? ¡Nunca!
Mi cabeza busca hacia delante.
Mi corazón voltea y se rezaga…
Son aún mis muchachos.
Soy aún la Yolanda.
Diciembre 10, 2009
4
Naguayani habla del silencio
ella dice
ruido, mucho ruido
el ruido desgarra la piel de la música
tapa el color del silencio
ella dice
no más silencio
el ruido ahuyenta el violín de los grillos
la sonrisa a las piedras les borra
ella dice
cierra los ojos
abre el oído
escucha de nuevo
dice ella
detente
tan deprisa adónde
nos ha tan tontos el ruido
afuera nos tiene
fuera de nos
de ella
estamos inmersos en un mundo hediondo
hediondo pero lo que hay
hediondo pero lo que toca
hediondo pero lo nuestro
cómo perfumarlo
busquémoslo dentro
ven
hagamos silencio
5
Autorretrata
Yo landa
tú landas
él landa
nosotros landamos
vosotros landáis
ellos landan.
De acuerdo,
entendámonos:
la llaneza
con que habla y anda
es la l y la n de Yolanda.
6
En el gran baniano
Instalada contra el gran baniano,
siento el respaldo y el aliento de ese gigante.
Alimenta.
No es ningún cuento.
Este árbol sabe de paciencia y otredad.
Cien años a mis espaldas no pesan;
alivianan
y afianzan.
Yolanda Blanco es una autora nicaragüense. Ha publicado los poemarios Así cuando la lluvia (1974), Cerámica Sol (1976), Aposentos (1985) y De lo urbano y lo sagrado (2005). Su trabajo ha sido incluido en diversas antologías y revistas en Estados Unidos e Iberoamérica. En Caracas, formó parte del taller Calicanto dirigido por Antonia Palacios. Reside en Nueva York.