Mapas

Carmen Valle
 

 

Mapa de la Lila

 
La Lila se despidió

sin dejar un botón,

una cinta, una carta,

un jardín, una finca.

Se le hizo tarde;

le dio su pelo a una mujer amada;

y sus ojos se los sacó por un hombre.

A sus hijos les regaló la vida;

a sus muertos, muchos de sus pensamientos.

Para sí, sus recuerdos más atrevidos.
 

 
Si te vas, Lila, llévame contigo;

dame tu collar para rezar con él;

dame la paz de tu cuerpo para asumirla;

dame tu corazón con tantos dueños.

Fiel a ti,

no te doy nada

que no hayas tomado ya.
 

 

 

Mapa para llegar a Camuy

 

 
Secreto y personal

vientre, paz, y ausente.

Tarde en la tarde del día mío;

es temprano en la memoria.

Vuelta natural, irremediable.

Isla dentro de la isla

todavía isleña dormita,

abierto hacia su centro cada vez más solitario

junto al mar, indiferente,

separado de ese centro.
 

 
Oigo a mi Atlántico

desde todas las esquinas de la noche.

Un perro fantasma me acompaña

asintiendo en amistad, solos los dos,

visitantes del pasado.

Volvemos a la casa

toda flores, toda mar de noche,

murallosa y abierta, paz y vientre también.

isla de salitre, raíz del descanso y movimiento.
 

 
Todas las calles van al mar;

todas vuelven al sueño;

todas despiertan al disfraz del día,

solo la noche respira en calma.
 

 
Todas mis calles al balcón

que se sienta a oírme hacer oleaje

insistente y presente, siempre.

 

Opitz

 

Mapa para una amistad

 

 

Desde el piso seis, por la ventana

extiendo la mirada y el Empire State,

el Chrysler, Cooper Union, se imponen.

Me deslizo; más abajo y otra ventana,

y una niña acodada en un alféizar

y una ardilla destrozando los geranios

y las palomas, ubicuidad en vuelo.

Me detengo; un jardín neoyorquino aparece.

Su dueña y yo nos hemos saludado en la calle

reconociendo compartir el mismo barrio.

Yo la he visto como abeja trabajar su jardín;

ella aunque mirara no podría verme.
 

 
Otoño en Nueva York es amarillo y cobre;

es un poco de rojo entre los siempre verdes

y mucho del tostado de las hojas muertas.

El diminuto jardín imita al campo;

despliega el cambio de estación pero pensado.
 

 
Reconozco patrones de diseño en los tiestos;

la calabaza anuncia el cambio del menú;

los crisantemos substituyen las rosas y la dalias.
 

 
Es un tipo de amistad común

y a la vez es su representante: imposición ninguna,

deducciones exentas de preguntas,

alegría natural con los que el otro logra.

Somos amigas sin serlo;

abierto el jardín a la mirada mía;

entro en su vida y ella,

quizás presienta que envía de su casa

más que un jardín a la mirada ajena.

 

 

Carmen Valle nació en Puerto Rico y vive en Nueva York. Entre sus poemarios se cuentan: Un poco de lo no dicho (1980), Glenn Miller y varias vidas después (1983), Preguntas (1989), Desde Marruecos te escribo (1993), Esta casa flotante y abierta (2004), y Haiku de Nueva York (2008). Como narradora ha publicado Diarios Robados (1982) y Tu versión de las cosas (2007). Es profesora y doctora en literatura latinoamericana por CUNY.