Poemas

José Kozer
 
 
 

Fábula

 
 
 

El Vacío se encuentra dividido en cinco partes.

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Todo es Uno y Uno es Nada pero hay que atravesar

cinco constelaciones,

cada una en su

momento, y

disolverse.

 
 

El proceso nada tiene que ver con el concepto de

la duración: puede haber

ocurrido el día que se

nace, y antes, o puede

darse en senectud

extrema a base de

una práctica invariable

(incesante) ni azar ni

plegarias suscitan la

entrada en la quinta

constelación, el

aposento de la

Nada.

 
 

Vaciar la casa, devenir silencio, romper los ciclos,

alejar la materia, descartar

sustancia, aflojar necesidad:

la mente vaciar. Y quedarse

hasta entrar o al menos

vislumbrar el umbral del

quinto aposento mirando

una piedra porosa que

es el alimento del día,

ambrosía, manzana verde,

pera de ónice, rubí en la

frente de otro bodhisatva.

 
 

En todo caso, la Muerte se hará cargo, no hay que

preocuparse, y a decir

verdad tampoco hay

que esmerarse: espichar

implica disolución del

cuerpo y del alma, del

pie a la coronilla pasando

por el ano se disuelve

el cuerpo antes de

descomponerse, alma

no hubo.

 
 

(Aquí plantear si con el paso de los siglos surgirá el

alma, incluso si ya existe

en potencia en el seno

ígneo y blanco de los

hormigueros).

 
 
 
 
 
 

Juicio Final

 
 
 

En el platillo derecho de la balanza Guadalupe

vestida con el traje de novia

para la ceremonia de una

boda hierática que nunca

hubo de celebrarse.

 
 

Platillo izquierdo: mi desatención ante la idea

de tener en casa un animal

doméstico, geranios, fucsias,

bonsái, pérgola (no alcanzo)

un clavel de tela negro para

el ojal de papá, un crisantemo

dorado para el pecho derecho

(averiado) de mamá: y luego

la lista, tampoco demasiado

larga, de fraudes propios,

dolos, ocultamientos, y mi

costumbre nefasta de estar

desconcentrado en un dos

por tres, cada dos por tres.

 
 
 

El mallete va a golpear en seco no sé bien si

aire en alta esfera o la

superficie de boj de un

escritorio, ataúd, o mesa

del pan de las proposiciones,

gong de azófar o ambos

costados en alto de un

arca gravitando en uno

de los cielos: ambos

platillos al unísono, más

allá de cualquier otra

deliberación, desequilibran

un intento de ascenso en

el instante que se cierne

el descenso, me apresuro

para cubrirme con ambas

manos la cabeza, un

instinto ulterior me da

a entender que será

larga la espera.

 
 
 
 
 
 

Lección de tinieblas

 
 
 

Polvo astral. Noción trascendental se abalanza

a los espacios, tropieza

con la Nada, el remolino

de los vórtices, la cueva

del Cangrejo enfermo

refugiado en su hedor

(un mal olor astral) antes

de descomponerse.

 
 

Aldebarán, no tiene nación. La música de las

esferas desconoce la virtud

de lo interior, su rotación

interminable se vuelca

en lo efímero, hago mi

aparición, ahora es que

cuento para algo: y tomo

en mis manos una regla,

mido la serie de esteras

en el suelo, lo largo del

zócalo, el ancho de la

puerta corrediza (papel

de arroz reforzado) y

tengo una existencia:

me noto palpable, y

palpo.

 
 

Cierro la ventana, no entre humedad: o en la

inclemente estación de mi

longevidad (aparente) (en

apariencia innecesaria) el

frío: visión inminente de

futuro a un plazo que la

regla que ahora dejo caer

no mide. Y corto. No más

pensamiento. A pasiones

no aludo, no queda ni un

resquicio, desde hace

años, de apasionamiento:

solo me resta la lectura,

algún que otro asalto de

la escritura, y procurar

impasibilidad a la hora

cuando a diario se inicia

la digestión: el ceviche

era de un lenguado

congelado de los

mares nada pacíficos

de Washington y Oregón.

Cebolla dulce. Ají colorado.

Tomate y perejil. Saké. Y

dormitar escuchando

música astral, viento

desplomar algún planeta

ajado (desproporcionado)

convertido en polvo astral:

y antes de despertar,

hundirme en negro

torbellino de un agujero

nada abrupto.

 
 
 

José Kozer nació en Cuba. Durante tres décadas fue profesor de literatura hispanoamericana en Queens College, CUNY. Entre su extensa obra poética se encuentran: Este judío de números y letras (1975), La garza sin sombras (1985), Réplicas (1997), Rosa cúbica (2002), Trasvasando (2006), Figurado y literal (2009), y Satori (2013). En 2013 obtuvo el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda.