Silvina López Medin
Siesta
Nos dábamos la espalda
ese sonido ahogado
madre, qué era:
por primera vez te escuchaba llorar,
me quedé quieta
apreté la almohada contra la oreja
la almohada con el olor de tu pelo
no pregunté
no me di vuelta
esperé que pasara pero crecía
tu llanto
entre las dos.
Hicimos lo que pudimos, quedarnos
cada una en su lugar
y en algún momento dormirnos.
Aniversario
El río de noche con las ventanas bajas:
viento y autos estacionados
no hay luna, hay un destello en el agua
una boya
no necesitamos señalar los dos buscamos
lo mismo: fijar la vista: un punto,
pienso en Conti cuando decía cómo uno se aferra
a una boya cómo la ansiedad se concentra
en ese punto que por momentos se desvanece,
y no pienso más, vuelvo a mirar:
hay un tiempo de luz
un tiempo de oscuridad
y la duración de uno y otro marca un ritmo.
Vacaciones
Desde la ventana del hotel veíamos girar
la rueda iluminada de un parque de diversiones,
cada día planeábamos ir
construíamos el relato, el deleite
de una vuelta. Al acercarnos
un letrero decía cerrado en dos idiomas, cada día
llegábamos tarde, casi a propósito
como si quisiéramos dejar ese hilo suelto
para que gire y brille más.
Me despiertan los golpes de una obra en construcción
La cabeza todavía en la almohada, esos golpes As I lay
dying, Faulkner pienso, los hachazos
el hijo que construye el ataúd de la madre
un libro que no pude terminar, que había empezado
en otra parte, un viaje, la costa
estábamos en la playa y el cielo de repente tan negro
no era tormenta, un incendio era
lo que rodeaba la ciudad, nos rodeaba
un círculo pequeño, solos, sin hijos todavía
la cabeza en la almohada, cuantas veces
volví a ese incendio, hace falta un chispazo
y uno vuelve y vuelve
a esos momentos, para qué, por qué, a veces
después de mucho tiempo algo se forma alrededor
se construye o crece como el musgo
retiene la humedad del momento, algo retiene
¿un poema? o no, no toma forma, se pierde
como el humo de ese incendio
no se puede saber hasta el final
hasta que la madera
se parta, alguien
me dijo que mi abuelo era tan alto
no entraba en el cajón ¿es verdad?
¿importa ahora, acá, eso?
el libro que no pude terminar, los golpes
de la obra en construcción, los hachazos
¿eran hachazos o eran martillazos?
Precisión: los clavos
se van hundiendo, la cabeza
todavía en la almohada y esas cabezas
rugosas de los clavos, para que no se deslice
el martillo ¿cómo se llega hasta ahí?
Dejar que las cosas
se deslicen un poco: aparecer en otra parte
crece sobre nuestras cabezas el humo del incendio
estamos en la playa, el cielo partido
negro, celeste, y nosotros
tirados en la playa, solos, dos
cómo es
que de repente se juntan
un pájaro levanta vuelo, se suelta
la cara de Faulkner parece mirarnos
el libro boca abajo a un costado
abierto en dos, arena entre las hojas
As I lay dying
las letras negras del título
¿cómo se traduciría?
El negro del humo avanza y nos cuesta
dejar de mirar el mar.
Seguimos ahí pero ya nos fuimos.
Ya guardé el libro en la mochila,
nos sacudimos la arena del cuerpo
una aspereza agradable. Seguimos ahí
pero ya nos fuimos, llegamos al cemento que separa
la playa de la calle, y el auto
es un fondo de arena, nos vamos
de ese incendio, de la ciudad
es suave la autopista
¿y los golpes, los hachazos?
Recuesto el asiento
As I lay, lo que se acaba
es el día, un día
cierro los ojos: la playa, el agua de la orilla
la suavidad del musgo que recubre una piedra
¿y los clavos? ¿las cabezas rugosas?
Un martillo que igual se desliza, nos deslizamos
la ruta adormece, nos va llevando
esa ilusión de permanencia que da
cierta velocidad
y lo que la entrecorta
el golpeteo de un papel pegado al parabrisas o el aleteo
de un pájaro alerta al cielo partido.
Si no son hachazos, es una obra en construcción
o la pura insistencia: el mar
la arena que se me va del cuerpo ahora
cuando me despertás
¿Seguimos ahí?
Silvina López Medin. Poeta, dramaturga y traductora argentina. Es autora de los poemarios La noche de los bueyes (1999), Esa sal en la lengua para decir manglar (2014) y 62 brazadas (2015). Sus obras de teatro incluyen la pieza Exactamente bajo el sol (2008). Tradujo al español, junto con la poeta Mirta Rosenberg, el libro Eros the Bittersweet (2015) de la poeta canadiense Anne Carson.