Marta Pessarrodona y su amor a Barcelona

 

Escribir en una lengua minoritaria, conlleva siempre un doble reto: el de la escritura en sí y el de la construcción de una literatura que traspase lo endogámico para universalizar sus contenidos. Marta Pessarrodona, a lo largo de más de cuarenta años de compromiso con la palabra, ha logrado exitosamente superarlo. El amor a Barcelona —publicado originalmente en catalán por la Editorial Columna de Barcelona en 1998, y en mi traducción al castellano por la editorial bid & co. de Caracas en 2016— es indudablemente prueba de ello. En sus páginas, el equilibrio entre erudición y pasión, característico en la obra de esta escritora, se consigna desde los intertextos a figuras literarias —Yeats— y de la cultura popular —Patti Lupone—, a lugares sagrados —Tierra Santa— y cafés —Glacier, Oro del Rhin. Binomios donde se contrapone el high y el low pero con una vuelta de tuerca: la concientización política y la crítica al sistema imperante, rebelándose entonces el poeta contra las convenciones, en tanto nos revela su concepción del mundo; su mundo. Pues ella, como Roland Barthes, necesita de sus habitantes para interesarse por la belleza de los lugares, del mismo modo como exige que “el propio lugar del descubrimiento posea su interés y su sabor” —más allá de las modas y las soluciones urbanas de última hora— a fin de hechizarse con una voz, un nombre, ciertas mujeres caminando sus calles, aguardando en el bar de un hotel, organizando una cena para recibir a quien vuelve… Retazos, todos, de una familiaridad a veces teñida de nostalgia, al haberse esfumado el objeto del deseo, el sujeto del cariño; ya que este libro es también un homenaje a quienes han desaparecido pero permanecen indeleblemente inscritos en la memoria del poema. El amor a Barcelona compendia entonces lugares y hogares, dándoles a ellos y a sus moradores un sitio en la historia. Porque, como nos recuerda Octavio Paz, “el lenguaje que alimenta al poema no es, a fin de cuentas, sino historia”. El que cierra y da título al libro es un claro ejemplo de esta afirmación, al sumariar en sus versos episodios, territorios y afectos que constituyen la petite histoire de su hacedora. Experiencias secretas transformadas en lenguaje incandescente, que Marta Pessarrodona nos ofrece para permitirnos alumbrar mejor nuestra particular manera de estar en el mundo.

 

Alejandro Varderi

 

Epítome de las Rondas

 

Por las nuevas Rondas

las emociones se deslizan

como veloces centauros.

 

Ronda de Mar:

un faro puede evocar

la fragilidad

de las emociones urbanas.

 

Ronda de Dalt:

una casa se levanta diciendo

que todo te lo darán,

si el corazón, el tuyo,

no se cansa.

 
 

Mientras haya ciudades…

 

Mientras haya ciudades

que no sean esta…

 

Mientras haya ciudades

y capacidad para la nostalgia:

plátanos de Londres,

cariátides de Berlín,

de Buenos Aires…

 
 

I banish you”

 

Shakespeare, Coriolanus (Acto III, esc. 3)

 

Quedó pendiente un presente

y un agravio definitivo, lamentable,

que no puedo, ni querré

perdonarte nunca.

 

Sunset Boulevard, y el silencio

resultan demasiado emblemáticos.

No poder hacer, hacerte

ningún comentario.

 

No me sienta, ni te sienta bien

la escena del Carrer dels Ases,

antes del almuerzo en el Dorchester

aquel día que me invitaste.

 

Londres, mi ciudad,

ya es tuya para siempre,

y hay gatos y vecinas

y gente sin hogar recordándote.

 

Dicen que Patti Lupone llora en L.A.;

Barcelona se prepara para un nuevo milenio;

la BBC anuncia cambios violentos

 

y hay un sin fin de noticias

en la prensa, la televisión,

que no tendré que recortarte.

 

In memoriam Mercè Vilaret

 
 

 

Las mujeres del año 2000

 

Gotham ‘95

   

Quizás retornaremos al lápiz,

sin ver en la nueva Roma

las postrimerías del imperio.

 

La rueda de Duchamp será

cuadrada, y una heredad entre nubes

la casa, de nuevo codiciada.

 

Habremos dejado, sigilosas, el siglo

de la crueldad y el derroche,

los almendros yermos de rara poesía.

 

Ejecutivas como de Manhattan

o impensables amas de casa,

flores de amor y gentileza no marchitas.

 

A Maria Antònia Salvà, en homenaje

 
 

Aquel verano en el Guinardó

 

La ciudad quemada dijiste

por teléfono, de madrugada.

Poco después, un taxi te acercaba

y un adulterio agridulce hacia su entrada.

 

He de revolver mucho, demasiado, en el recuerdo

para admitir sin más que, aquel verano,

en verdad yo te amé.

 

Tu pasión fluyó

por los canales de una ambición

no sé si del todo controlada…

 

Mi pasión no sobrevivió

el invierno, ni la antigüedad de los cingkos

de Garriga y Roca, sin distancia.

 

Nuestra pasión fue como una casuarina

nudosa, de ramas verdes y muy finas,

del parque vecino.

 

Mientras la ciudad se asaba en el verano inclemente,

nos heríamos con apasionada insolencia.

Otoño, mi momento, y enero,

el tuyo, lo borraron todo, con un golpe de viento.

 
 

El amor a BCN

 

Amo la ciudad porque amando

siempre, siempre, se gana.

 

Lloro por algunas esquinas,

por las víctimas del holocausto

de inmobiliarias y sociedades bancarias.

 

Oro del Rhin y Glacier de mis padres;

Terminus de Esther y aquellas mañanas

y aquellos poemas y aquellas charlas.

 

Ciudad que honra poco a los poetas,

tanto al de la presumida como al del omega

como al maestro de la infidelidad, por no marchitarme.

 

Ciudad de amor, quizás…

Pero para pasiones, dadme mejor la ribera del Thames,

la rotundidad del Spree, el mar que es el Plata.

 

Para pasiones, dadme avellanas

y pinos y Sant Llorenç y tees

y greens y yemas de los dedos que acarician.

 

Y si al cielo miro: he peregrinado

por Tierra Santa y el alma la tengo blanca,

como la Jerusalén de los Patriarcas.

 

Amo la ciudad con corazón de vallesana,

bautizada con aguas del Ouse y del Trent

y conversiones en el Liffey y el Lammiat.

 

Amo a algunos ciudadanos; venero

la memoria de ciudadanas que, de Montjuïc

a Icària, sé que cada día me amparan.

 

Amo la ciudad porque amando

siempre, siempre, se gana.


 
 

Marta Pessarrodona. Poeta, narradora, ensayista, dramaturga y traductora. Entre su extensa obra se encuentran los poemarios: Poemes (1969-1981), Homenatge a Walter Benjamin (1989), Tria de poemes (1994), Confessions (1998) y Animals i Plantes (2010). Como narradora es autora, entre otros, de Dones soles (1995) y (Quasi) tots els contes (2011). Sus ensayos recientes incluyen: Mercé Rodoreda i el seu temps (2005), França, 1939. La cultura catalana exiliada (2010), Virginia Woolf i el Grup de Bloomsbury (2013) y Jacint Verdaguer. Una biografia (2016). En 1997 el gobierno catalán le concedió la Cruz de Sant Jordi por su labor literaria y a favor de la cultura catalana, y en 2010 el Premi Nacional de Literatura.