Tomás Abad: Un intenso interrogante

 
 

 
 

En el marco de la Semana de la Memoria del Museo de la Reconquista, en Tigre, Buenos Aires, se presentó en julio de 2018 una muestra del arte de Tomás Abad, pintor y escultor argentino desaparecido durante la dictadura cívico-militar (1976-1983). La exhibición estuvo a cargo del profesor de ciencias sociales Gustavo Suárez, quien produjo además un cortometraje con testimonios de los hermanos del artista.

Abad nació el 27 de febrero de 1953 en Buenos Aires. Fue el cuarto hijo de Roberto Abad y Ana María Zabala. Su familia se mudó a una hermosa casa en Tigre, población formada por un conjunto de pequeñas islas en el delta del Paraná, a corta distancia de Buenos Aires. La casa fue vendida luego por sus padres a la Cooperadora del Colegio Nacional Marcos Sastre. El futuro creador cursó el nivel primario en el Colegio Nacional Marín de San Isidro y el secundario en la Escuela Técnica M.M. de Güemes de Florida, donde se diplomó como técnico industrial. Enseñó catequesis en la Parroquia Nuestra Señora de la Guardia de Florida, y en 1970 tuvo contacto con sacerdotes de la iglesia post Concilio Ecuménico. En esos años recorrió también varias provincias del país. Practicó rugby y esquí acuático. Fue profesor de dibujo de noche y chofer en la empresa Fargo de día.

Su interés por el arte y la realidad de su entorno nació junto a una marcada sensibilidad por los más desvalidos. Así se incorporó a la actividad política de la Juventud Peronista.

Había conseguido una beca de perfeccionamiento en artes en Suecia, adonde viajaría en septiembre de 1976; pero, en la fatídica madrugada del 9 de agosto, fue secuestrado por un grupo de tareas del Cuerpo de Ejército y aún permanece desaparecido. Tenía 23 años.

En la estimación de Ignacio Abad, hermano de Tomás:

“La estética de Tomás Abad es cercana al surrealismo. Sus artistas favoritos fueron Pablo Picasso y Max Ernst. La fuerza expresiva de sus dibujos nos acerca a su propia interioridad, y nos habla de anhelos y tensiones personales. Los trazos detallistas de sus cuadros a lápiz remiten a un mundo personal creativo y paciente. Comenzó a desarrollar su obra en su casa y luego en el taller de Jorge Acha. El ámbito de las esculturas, realizadas con hierro, contribuyó al conocimiento y riqueza de su universo creativo, ampliado por la construcción de lámparas y objetos de decoración, elaborados con materiales de hierro en desuso que cobran nueva vida al ser reutilizados, revistiéndose de lo bello. Sus cuadros describen líneas continuas, e imágenes fragmentadas y etéreas, que dan cuenta de la vida personal y social. En síntesis, la originalidad de su obra reside en la descripción de intensos interrogantes, en los cuales podemos apreciar el contexto de la luz”.

 
 

Nora Glickman