Oración y otros poemas

Ana María García Silva

 

 

Oración

 

Padre, ¡Oh Padre!

¿quién repone a tus hijos?

 

sus carnes coloradas se nos caen

plaga lluvia sobre la arena.

 

(en el arenal es difícil toparse con alguna huella

las madres son gordas y apestan a hijo

revientan las caderas en las faldas de lustre

no hay deseo

y el hombre

se vuelve

un mar agreste de vísceras negras

por el hambre

quizá

por el hambre)

 

Padre, ¿Oh Padre!

coplo

y pendo en rama ajena

¿quién repone a tus hijos que son bípedos?

 

La sombra de una giba en el tardío horizonte de la historia

y cae la rama

 

venir desde los antes

las clavas cabezas, la espina desencorvada

la pezuña

las dobles secretantes. El panal entre nudos.

Padre, ¡Oh Padre!

Encarna y asunta es la huella de la gran pezuña

 

lanza

corre

criba

oscuros son son oscuros tus recintos y

tus untos agrios

¿quién repone a tus hijos cuaternarios?

 

Almita pujadora

en el rincón cuna

a quién orar en las malas y nocturnas noches

incorpóreas?

Secos y putrefactos

los lunares lunas

la ósea carne

sobre el pavimento

 

no ha fuentes

no ha luces

y nada bueno habrá en tanto quiebre el gancho

solo el hombre montante. Un cuerno alfil encabezado. Un cuenco

vegetal

la fusible labialidad del eslabón

que puede ser no tan clara (y sin embargo ser su forma bocal.

Más manual que terca. Aquello que a la vez lo abre y a la vez lo cierra y también

Lo aprisiona. Y no su propio dedo).

 

Un martillo atraviesa el vidrio de la pequeña urna

La imagen desprotegida se cobija a morir en la madera

La uña del uro se ensaña con el animal blando

 

lanza corre criba

ira rabia

ira pena

lanza

corre

criba

degüella a los degollados

 

 

Estigia

(Alegoría del agua)

 

 

El río solo es la corredosa aridez

de la sombra

alargada y oscura del agua residida

y no como se cree el agua misma

ni yo misma

 

yo misma

en el pequeño pasto entre los juncos

incuenca

 

niego el continente

la sombra de la que hablo

el eco

la pantalla

el cuerpo y el propósito del cuerpo que se me es oculto

 

una especie de razonable armonía

entre el pez y la piedra el agua

así como expía también impide

la laxitud irremediable mente unida

uniéndose a la muerte,

porque no ha podido nunca concebirse el

reverso del origen

 

los más antiguos propiciaron esta partida húmeda

esta gota reidora gota riego

amachada criatura en creador que en semejante crea

por el desprendimiento o por la idea infinitesimal

los más antiguos propiciaron esta partida húmeda

 

nosotros heredamos sus dioses y sus juramentos

bellas ondas en el seno rancio

ellos juraron por el agua

más allá de su nombre.

 

 

El muro

(Explicación del paraíso o más exactamente, del primer pecado)

 

En ese final que se perdió había un muro al que algunos llamaron murallón,

pero cuyo nombre permaneció

inalcanzable

porque debía ser tocado y traspasado

su ultimidad y tendencia: poner en él las manos.

 

La materia, desconocida ahora, fue elemental entonces

una especie de carnebarro-polvo (digo yo)

en la que las huellas del acercamiento podían integrarse por presión

inmediata y construir

la misma materia

inserta nueva lúcida y el hombre (lo que quiero decir es)

uno. Lúdico y paraíso. La gracia solo arborecía en el jardín espontáneo; esto era más. El ardid preciso estaba en el límite. Pero…

el cuerpo

sus orificios plásticos se ofrecían

como cualquier pitillo o jeringuilla o aguijón circuncéfalo

tentado por una forma paralela: a cilindro, cilindro.

La verticalidad, la horizontalidad en destino

fácilmente sustraída por la hembra y el varón

hicieron

hasta hoy, invisible el muro.

 

 

 

Naturaleza muerta

 

Toda mesa comprende al hombre y lo anima en el binomio

 

converso

a solo, a congregado, a solo.

 

Toda mesa está comprendida en el nombre de la cruz

y en los cruzamientos

sin embargo

alguna vez sufre (o ha sufrido) la tal profesa herida

de la bagatela

alguna vez en ella escatimados.

 

Inesperadamente llega la noche sobre la mía

las moribundas partículas de la imagen directriz hacen

malabáricas figuras.

 

Queda la arcilla

las manos pardas

el oscuro musgo en las comisuras

las candelas encendidas

el vino opaco.

 

 

Expresa la elección de partes y distancias

 

(No confundir con la seducción del abismo. Se trata, más bien, de una quiebra de lo

absoluto aunque parezca su versión opuesta).

 

Lo que tú haces. Tus movimientos. Las palabras que salen de ti antes de decirlas. A todo lo que te aproximas. Lo que nombras. Lo que tocas. Lo que infieres- Todo me incube. A todo le he puesto el nombre de mi mundo. Su sombra implica mi germen. El rumbo de lo que llamo distancia viene de ti.

 

Acción no pacífica ni mística.

Dictamen.

Acto de consagración. Atención de lupa. De incandescencia.

 

Más allá de ti ni siquiera tú. Solo de ti lo que tú generas. La más ligera savia. La más transparente. La más blanca. Pero toda simiente…con ella siembro.

No en el hundimiento mortal de una semilla fémina aterrada en su mimetismo. No el grano que ha aceptado y se conforma. Con ella siembro en el gesto de tu mano desganada en el que yo no ocupo lugar. De ese gesto invisible proviene mi siembra.

 

Venero cuanto tientan los ojos que aproximas. Tus pupilas islas. La extensión vacía de tus índices. No me alcanza el celo de lo que ves y posees. Las cosas que cada día te desfiguran. Las apetencias a las que respondes. Dejo que ocurra…

 

Dejo que ocurra alguna vez.

 

 

Ars Amatoria

 

Ay ese amor que hemos llorado tanto se

Largan largan los ríos que se aman partiendo

Raúl Zurita

 

No vengas

No aproximes a mí lo que de ti y a tu pesar verace

Se en cambio la mentira grande de tu cuerpo.

 

No vengas;

Evocado se

Apenas madrugada esgrime.

El amor hace su bien de la poca verdad.

 

“Hasta entonces se concebía, en efecto

Y se esparcía la semilla, no uno en otro,

sino en tierra como las cigarras”

 

(Formas que requiere el ansía)

 

yace apenas con las manos abiertas

no pronuncies ni sepas

se postizo

 

Qué iba a ser más que tú

acaso tus sumandos

o tus ojos

 

acaso

tus segmentos… cuando desayunas…?

 

 

Ana María García Silva es una autora peruana. Publicó el poemario Hormas & Averías (1995) y en colaboración: Basta, 100 mujeres contra la violencia de género (2012) y Cuatro mujeres: cuatro pasiones (2013). Es coautora de Las alas del amor, poetas peruanos (2000). Sus textos han sido incluidos en diversas revistas y antologías. Reside en Lima.