Poemas de Madre

Ana Vidal
 
 
 

Pandemia

 

Podríamos pasarnos la vida así

en sigilo, sin que nadie nos vea,

mirando el mundo detrás de la ventana,

bailando en la cocina como si fuéramos

jóvenes y libres, inmortales,

como si el amor no se acabara nunca

y esta casa que nos contiene nos bastara.

 

Quizá sea esta la única forma

de aniquilar pasado y futuro

y estar a solas contigo el ejercicio que debemos repetir,

entrenándonos hasta entenderlo.

hora estoy aquí y te miro, te miro,

y te vuelvo a mirar como otros invocan a Dios,

porque tú eres lo real,

la única persona que puede tocarme.

lo único que ahora existe.

 

 

Después

 

Después de dar vida

uno se pliega durante un tiempo

es un deshacerse suave, un desmontarse,

un retorcerse de cuerdas y serpientes,

un desmigajarse, quitarse nombres y caretas

quedarse sin ojos y oídos, sin tiempo,

flotar, en una burbuja sin dirección

arriba y abajo, sin querer reconocer

de dónde viene el redoblar de tambores

dónde se escucha el canto de los pájaros.

Todo es murmullo y arrebol.

Suavidad y lejanía.

Notar cómo la memoria se vacía

como un tren que se descarrila despacio

como el caudal de agua del arroyo

que se escapa incesante;

y estar de amor tan llena como una luna;

tan fuerte, tan redonda,

incandescente como la palabra esperada,

porque el mundo entero cabe dentro

de la casa y del cuerpo nuevo.

 

Todo lo demás sobra: 

el resto es ruido.

 

 

Bebé

 

Cómo asoma el asombro al descubrir

que respira al mismo tiempo que traga;

o que los dedos de sus pies

dependiendo de la dirección

con que los acaricie,

se encogen como un bicho bola

o se despliegan como pétalos.

Observo sus movimientos de pequeño animal

con curiosidad antropológica;

cómo confía en el olfato más que en la vista,

cómo ajusta sus ojos a la luz hasta que ceden a la vida,

o cómo se aferra instintivamente a mi pelo, 

como a una cuerda en el naufragio.

Su cuerpo también está hecho de huesos, tiempo y carne,

pero parece que fuera solo piel, éter y plumas. 

Todo en este ser es un milagro,

esa curiosidad inagotable del que mira sin ver,

la libertad de no conocer el miedo, ni el mal,

Pareciera de otra especie,

Me digo, no es humano.

 
 

Eclipse

 

Cuando duerme me asomo

a comprobar que existe,

porque la pausa a veces

se convierte en ausencia.

 

Luego la rozo

como si una mariposa

le acariciara el vientre;

he de cerrar los ojos para sentir

el sutilísimo subir y bajar del aire,

y, por instantes, parece

que volvemos a fundirnos en un

no espacio, no tiempo;

me mecen las olas,

me llevan los pájaros,

pierdo como un globo mi cuerpo.

 
 
 

Ana Vidal es una poeta, narradora y cineasta española. En poesía ha publicado Cuadernos de Asia (2016), Dolores-Manhattan (2016) y Todo ese espacio (2019). Es también autora de las novelas Noches Árticas (2010) y La oscura boca del mundo (2018), así como del libro de relatos La otra Vida. 18 relatos de amor y miedo (2009) y del largo documental Get married at the airport (Love and Alcohol on the run) (2017). Se dedica al periodismo y la crítica cultural. Reside en Nueva York.