Tomada por la fantasía y otros textos

Alejandro Aragón

 
 
 

Tomada por la fantasía

 
 

Las noticias son ciertas,

abusada por el tedio, vives

tomada por la fantasía.

Cruzaría la bahía caminando

y llegaría a ti.

Iría llorando.

Si pudiera llorar,

si pudiera llegar,

si mi abrazo antiguo pudiera estrangular el gusano que te roe

la calma.

No hay anestésico posible.

El dolor que antes te abría huecos

es ahora los huecos.

Te salva quien apague una bombilla

a soplos.

Eres un perro que se muerde la cola.

Mejor amordazar al perro,

impedir que nos llene la noche

de sus alaridos lastimeros.

Mejor hacer morir al perro.

A solas.

Muere a solas.

Es justo.

Los demás.

Te queremos.

Tanto.

Duele verte.

Así.

Así no nos convienes.

No sospechas

Que ya te dejo ir sin regreso.

Vivirte sin noticias es más dulce. Repetir de memoria

tu voz de pozo fresco,

el brillito de tus ojos.

No sospecho

que ya me dejaste ir sin regreso,

que prefieres vivirme sin noticias.

Te duele menos

dejarme morir en mi rincón

sin queja,

sin dolientes,

sin que te importe,

abusado por el tedio,

tomado yo por la fantasía.
 
 

Amigo de sangre
 
Se borran los recuerdos, pero sé que él estaba en mi primera edad porque me abraza en las pocas fotos de aquella infancia nuestra tan desprovista de cámaras. En las fotos éramos dos. Fuera de ellas, uno, pues, como buenos pobres, nos tocaba compartir un juguete, una toalla, un libro, un jabón, un peine, una existencia y todo el escarnio por ser hijos de divorciada.

En la penumbra de los apagones disipaba mis miedos. Espantaba mis mosquitos, toleraba mis pataletas. Me pasaba novelas de Verne y de Salgari.

Paternal ante la nulidad paternal. Maternal ante el opresivo carisma maternal. Cultivaba la fruta que yo comía. Cuidaba el animal que yo acariciaba.

En la obscuridad de la adolescencia los adultos prometieron escuelas y nos internaron en potreros. Nos exigieron sonreír y agradecer. La crueldad de otros adolescentes terminó de criarnos. Qué tufo presidiario acompañaría mis futuras pesadillas que a fuerza de costumbre considero sueños. Qué rabia de la que no hablamos. Testigos y actores de Lo Innecesario.

Se retiró de las escuelas mientras me empujaba hacia las puertas de las mías. Se sumergió en la lectura. Desapareció en los campos. Regresaba con frecuencia. Me traía rocas curiosas, miel, cacao. En cada cumpleaños me daba una camisa. Un libro raro. Ciertas miradas. Peroratas que eran silencios.

Se alió con gente buena y procreó gente buena: les llama hijas.

Plantado en la isla me vio salir volando. Lloró.

Plantado en la isla me espera regresar volando. Lloro yo.

Le debo mi cordura, mi sensatez. A mi hermano, le debo yo paciencia, más abrazos.

 
 

Imágenes huidizas
 
Ella fotografía grafitis en los camiones. Imágenes huidizas que almacena en un disco-duro. Anhela pintar con spray. No puede porque no se cree a la altura de la tarea.

Ella mira fijamente a ciertas mujeres que ve en las calles. Imágenes huidizas, carnes, comportamientos, atuendos que encarnan almas. Rostros que almacenará en su mente; anhela ser ellas, tener sexo con ellas. No puede porque ella es apenas lo que es.

En privado, recuerda las almas antes mencionadas mientras se acaricia el cuerpo.

Las fotos las publica en las redes sociales donde tiene algunos cientos de seguidores. Algunos han elogiado sus publicaciones diciendo que desean conocerla, ser ella, como ella.

Por lo general, ella les ignora.

 
 

Marchita dentro

 

A Kathleen Simon

Los hijos crecieron y se fueron. Cándida, la dulce, se siente abandonada en su jardín sin senderos. Frustrada ha sembrado a su alrededor semillas que anhela ver florecer. Constantemente llama la atención de los rostros conocidos que por la calle pasan. Grita sus nombres. Agita la mano. Ruega o demanda una visita. Les ofrece café.

Quienes traspasan el suelo plantado, inevitablemente aplastan los bulbos incipientes. Cándida gime, llora, reclama por el crimen. Por cada disculpa del visitante, una condena de la anfitriona y una nueva invitación a café. No dejes de volver, pide entre lágrimas. En su jardín, se pierde adentro, marchita dentro.

Los hijos crecieron, se fueron. Para aliviar la soledad, Tula fabricó cientos de puentes, miles de vías, inmensidad de caminos que dan acceso a su torre. Tanto hueco abrió que vive en un laberinto de pasadizos con poca luz donde se extravían los demás y ella.

En este hábitat sin puertas ni cerraduras todos entran y salen sin advertirlo. Los visitantes siempre terminan tropezando con Tula. Pisoteados, pisoteándola. Tula se pierde dentro. Marchita dentro.

Benito creció, se fue. Se hizo de un hogar con un parque entre la calle y él. Quería allí un sinfín de rutas con claras direcciones, sosiego y un murmullo de voces que se llamasen y cedieran el paso unas a otras. Ensimismado en su labor, no aprendió a convidar, se aficionó al mutismo. Inexplicablemente se pierde adentro. Solo. Marchita dentro.
 
 


 
 

Intervenida
 
Intervención de la tesis de doctorado de Jacqueline Herranz Brooks
 
Locus of resistance (de Anzaldúa)

Vale la pena comenzar  en la frontera 

frontera disyunción desconexión 

frontera confluencias 

lugares arteriales        

nodos múltiples              donde 

un ser fronterizo             habita 

lee 

escribe 

escucha 

camina 

habla 

Frontera-mediador 

borde que al cruzarse 

al vivirse o habitarse 

is the locus of resistance 

de Anzaldúa 
 
 

2

Traduciré loitering
 
Traduciré loitering 

Merodear, vagabundear 

contravención                  penada 

Aún penada 

traduciré loitering 

(y) el estatuto cuya vaguedad 

permite                     acosar 

reprimir 

encarcelar 

individuos en desventaja 

el 89% de las afectadas, mujeres—

Traduciré loitering 

el estatuto que viola           la primera enmienda 

Que viola

Traduciré que viola 

Traduciré loitering 

Traduciré loitering no
 

3
Búsqueda
 
La búsqueda de alquiler    

puede ser complicada 

algunas alternativas 

pueden ser estafas 

llamar al teléfono que anuncia 

el cartel 

puede que no dé resultados

nadie contesta                      no devuelven la llamada 

El cartel 

hecho a mano                        impreso en casa 

pegado en el poste               con cinta adhesiva 

comunicarse                          es complicado 

La gente intuye                       el peligro 

No tiene más opción             

el peligro contacta el número 

el peligro
 
 
 

Alejandro Aragón es un autor cubano. En La Habana ejerció la abogacía, aunque ahora evita tocar el tema. Vivió en Venezuela y no puede olvidarlo. Terminó su migración en Nueva York, donde ha realizado muy diversas ocupaciones por necesidad o curiosidad. Entre ellas, escribir de todo un poco, enseñar español por oficio y por placer y, más recientemente, trabajador social hasta nuevo aviso. Su teatro ha sido producido en Venezuela, México y Estados Unidos. Ha colaborado con diversas publicaciones literarias en Estados Unidos e Hispanoamérica.